• 09/01/2024 00:00

9 de enero: en el rejuego

La Ley No. 13, del 30 de enero de 1967, tres años de ocurridos los incidentes de enero de 1964, en el que el pueblo panameño reclamo ofrendando su sangre el reconocimiento de la soberanía sobre todo su territorio, dio a los sucesos la conmemoración estatal en calidad de duelo, reconociendo a los caídos por el brutal ataque estadounidense como mártires de la causa nacionalista. Para entonces, no extrañaba que en medio de las negociaciones del nada reivindicativo Tratado Robles-Johjnson, se pretendiera tener el apoyo popular en dichas negociaciones, aunque las mismas fuesen herméticas y de espaldas al pueblo. Desde entonces la celebración, que ya va para 60 años, sigue indiscutiblemente marcada por la semblanza del duelo, pese a la subrogación de la ley en mención por otra nueva.

La nueva ley referente a la conmemoración del suceso de enero del 64, es la Ley 118 del 27 de diciembre de 2013, en la que se declara Día de la soberanía nacional en recordación de la gesta patriótica. Igualmente, en dicha ley se establece que la administración estatal estará cerrada y sus banderas ondearán a media asta en calidad de duelo. Las oficinas públicas conmemorarán la fecha en la víspera realizando murales y actos alusivos, en tanto que las escuelas del país también lo harán, esto último imposible, pues para la fecha de conmemoración no se imparte clases. Igualmente, se da a la conmemoración la fecha de descanso obligatorio, como por décadas se le había dado. Llama la atención que la nueva ley vuelve a considerar a los inmolados por la causa de la soberanía, como lo hacía la ley de 1967, o sea como mártires.

El marco legal de la conmemoración, como se puede notar, ha sido indiscutiblemente de duelo, alargando un proceso que debió ser transitorio a uno de proyección permanente. Y la cuestión es que el manejo de los duelos, tanto personales como estatales, es que deben ser superados y en este caso la superación obliga a la sublimación de la conmemoración, de lo contrario su efecto, efecto que ya se puede notar, será contraproducente, entendiéndose la gesta para los infantes, adolescentes, y jóvenes en general como algo desconectado a su realidad, cuando la misma contraria mente válida el Panamá actual que estas generaciones han heredado: un Panamá soberano e integral en sus elementos que conforman el Estado. Para llegar a ese Panamá de hoy hubo quienes ofrendaron su vida, quienes no escatimaron en entregar su sangre por esa meta de soberanía nacional que menciona la ley, y que no comprenderán, desde donde estén, por qué celebramos una meta siguiendo la línea del duelo y no de la heroización de sus protagonistas. Para mí hubo mártires ese día, pero una vez eliminado el enclave colonial, la justicia se puso del lado de la sangre derramada, convirtiéndolos en héroes de la soberanía nacional. Pretender mantener ese día en la condición doliente es apostar al olvido que todo duelo termina por tener de meta. Este 9 de enero yo no celebró mártires, celebró héroes. Ojalá esa heroicidad de los caídos en esa gesta no termine siendo en el futuro, por no evaluar una conmemoración apropiada a los objetivos logrados por esos caídos, en un día más en que los procesos de desmemoria nos pasen la factura del olvido y la insignificancia. Vivan los héroes del 9 de enero de 1964.

El autor es docente de historia de la UP
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