• 06/04/2024 13:37

Flor, el añil guatemalteco

El añil guatemalteco, en la segunda mitad del s. XVII, era considerado el mejor del mundo por su variedad “flor” [...]

“Los ciclos económicos centroamericanos del período colonial se caracterizan por el fin de un ‘boom’ en una mercancía de exportación que, a su vez, determina el comienzo de una situación de crisis económica general que sólo se solucionaría con el siguiente ‘boom’ exportador” (McLeod, 1973).

El añil guatemalteco, en la segunda mitad del s. XVII, era considerado el mejor del mundo por su variedad “flor” (McLeod, 1973). El ‘boom’ del añil sucede al del café que estaba en crisis. Su ruta de comercialización era la difícil salida por Oaxaca hasta Veracruz donde los arrieros mexicanos se llevaban los máximos beneficios al aumentar sus tarifas de manipuleo de carga y transporte (Santos, 1999). Noventa años después, comerciantes radicados en Guatemala como Juan González Batres -que hacia 1741 había amasado una considerable fortuna- o Manuel de Lacunza venían reflexionando sobre la necesidad de abrir “mercados alternativos” porque su olfato mercantil les indicaba que tenían que evitar nuevas crisis. Los galeones que cubrían Cádiz-Honduras eran esporádicos y el añil no es un producto que pueda quedarse almacenado hasta esperar la siguiente nao. Surge entonces, en primer lugar, la oportunidad del mercado virreinal peruano a pesar de las limitaciones legales que tenía el comercio intravirreinal.

En segundo lugar, debido a las demandas de ese virreinato en crecimiento, se apostó por una diversificación productiva incorporando en ella al “cacao, la cochinilla y textiles de algodón conseguidos de forma compulsiva por los alcaldes mayores en las comunidades indígenas” (Santos, 1999). Una apuesta riesgosa si se toma en cuenta el contrabando inglés que campeaba abiertamente en el Istmo (Szaszdi de Nagy, 1957).

Decididos a tener éxito, se vincularon a Lima, así “las mercancías que se intercambiaban eran por el lado guatemalteco añil, madera, brea, materiales para construcción naval, vainilla, palo Brasil y zarzaparrilla” (Palma, 1985). El Perú exportaba principalmente vino, aceite, plata acuñada y artículos suntuarios como réplicas de alta calidad de instrumentos musicales, bijouterie y joyas. “La ruta siempre dejaba un saldo favorable a Guatemala, pagado con plata” (Santos, 1999) es por ello por lo que Santos añade que “durante años hubo una agria disputa entre la sociedad centroamericana y la Corona sobre la conveniencia de legalizar la relación comercial entre las dos regiones.” Es el período en el que mercaderes limeño-genoveses (con Malagamba como su figura más representativa) establecen rutas navieras para el tráfico de productos que perdurarán hasta los albores de las guerras de independencia (Raffo, 2022). Varios investigadores atribuyen a Malagamba -y a otros como él- la circulación clandestina de obras de la Ilustración francesa por la que ganaban buen dinero.

La vinculación comercial con la Ciudad de los Reyes (Lima) también representa la consolidación de la presencia del circulante peruano como moneda de cambio en Guatemala, Honduras y El Salvador, la misma que se prolonga hasta el período republicano guatemalteco y se detiene alrededor de 1898.

Tapia y Orantes (2024) señalan que “la primera experiencia de resello guatemalteco sobre moneda peruana, según el experto Álvaro Cordón (2023) data de 1662 con el denominado “moclón”, lo que brinda un indicio de la importancia de la moneda virreinal peruana en el comercio de Guatemala con El Callao. La justificación de la aparición y desarrollo de los resellos reside en el hecho de ser más sencillo y económico resellar que acuñar (Cordón, 2023) lo que evidencia el sentido pragmático centroamericano”.

Acuña Ortega (1978, citado por Santos, 1999) ha destacado “el carácter complementario que tenía la relación comercial con Perú al suministrar productos difícilmente disponibles por vía atlántica”. Está claro entonces que el comercio intravirreinal con Lima, Panamá, Paita y Guayaquil era próspero pero ¿qué sucedía en el mercado interno guatemalteco? Se produjeron inversiones en minería de hierro y la compra de tierras para engorde del ganado vacuno y equino. Sin convertirse en finqueros, los comerciantes buscaban “apacentar el ganado que compraban cada año, un ganado que les serviría para obtener cuantiosos beneficios en el abastecimiento de carne a las ciudades, sobre todo a Santiago de Guatemala, y en ocasiones para utilizarlo en el intercambio con San Salvador. Eventualmente dedicaban unas tierras a la cría de mulas, otra veta de pingües ingresos” (Santos 1999).

La relación comercial con el virreinato no tenia signos de parálisis como a veces se sostiene respecto al conjunto de la región centroamericana del s. XVIII. Sin negar las crisis cíclicas estudiadas por expertos como McLeod, lo destacable es el ingenio de los mercaderes guatemaltecos para aprovechar las fisuras de un control económico impuesto por la Metrópoli.

El autor es embajador peruano
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