• 24/04/2024 23:00

Decodificando valores: mentalidad de derecho

“La mentalidad de derecho”, en inglés simplemente expresada como “titulación” (entitlement), se describe en el sitio internet webmd.com como “un sentimiento de merecer o de que se le debe un favor cuando se ha hecho poco o nada para merecérselo”, o sea, una actitud de “me lo merezco porque sí”.

Temo esta narcisista cualidad, la que en el pasado pudiera adjudicarse a personas que crecieron con una “cuchara de plata”, existe hoy en todos los estratos sociales. Esta infantil actitud se está expandiendo entre más adultos y de forma más profunda causando más aislamiento y conflicto, polarizando nuestros puntos de vista y a final de cuentas, como tratamos a los demás y como nos tratan a nosotros. Aunque los valores con los cuales crecimos, los de nuestra familia y entorno, son algunos de los ingredientes de esta amarga sopa, creo las aislantes redes sociales y los prejuiciosos medios de comunicación tienen un mayor peso en la expansión de este egocentrismo el cual está convirtiéndose en una nueva epidemia.

El hecho de que uno se sienta con un “derecho” innato es tan absurdo como la meritocracia en sí. Perdemos nuestra humildad y valor por los demás al creernos “merecedores”, que nuestro destino es una consecuencia directa de nuestro esfuerzo y decisiones. El filósofo americano Michael J. Sandel explica en La tiranía del mérito como nos perjudica esta falsa pretensión. Nuestro destino es una fusión de circunstancias compuestas de muchas decisiones de muchas personas, que incluyen a nuestra capacidad y arduo trabajo, pero no solo. Por ejemplo, nosotros no escogemos cuándo o dónde crecer y aunque luego consideramos escojamos una carrera y nos esforcemos, son más al final las personas con quien nos conectemos, las fuerzas del mercado y muchas otras circunstancias fuera de nuestro control las que determinan nuestro nivel de éxito (o fracaso).

También Mark Manson describe en su El sutil arte de que te importe un carajo, a la “inconveniente verdad”: cómo no somos tan especiales como pensamos y que debemos aceptar nuestras particularidades e imperfecciones, concepto contrario a la educación recibida por nuestros padres, aquella que dice somos únicos, talentosos y que necesitamos de títulos universitarios para tener éxito y un buen salario.

Considero esta egocentrista mentalidad surge en la infancia con padres sobreprotectores (la infama paternidad “helicóptero”) o con pudientes padres que crecieron pobres y consienten a sus hijos como compensación a su indigente pasado. Pero esta atención y abundancia material tienen un efecto negativo en el adulto si no es moderada. Aun inconscientemente podríamos vivir con esta actitud de que nuestros problemas sean resueltos por otros, ya sea por la familia, la comunidad o las autoridades. O aún peor, podemos vivir bajo una constante dilación, esperando nuestros problemas se “resuelvan solos”. Este es un círculo vicioso, pues al frustrarnos al no obtener “lo que nos merecemos”, tendemos a martirizarnos y profundizar nuestro sentimiento de “merecemos más”.

Nuestros problemas solo se resuelven con nuestras acciones. Muchas veces no sabemos cómo, para lo que necesitamos pedir ayuda, lo que puede conflictuar con nuestro ego. Pero si nuestro objetivo es mejorar nuestra calidad de vida, debemos lidiar con estos obstáculos psicológicos considerando siempre los peores resultados, lo que es un reto adicional al considerarnos optimistas, una actitud calmante en el corto plazo, pero peligrosa en el largo.

Reflexione por un momento en su pasado: cuántos problemas hubiera resuelto mejor de haber tomado acción a tiempo, sin ignorar las señales o esperando la salvación de otros. Obviamente, no debemos vivir en remordimiento por el pasado o en paranoia por el futuro. Este es el mejor momento para levantarse y actuar, prepararnos para lo peor y hacer lo necesario por nuestro bien, por más difícil que sea.

En resumen, aunque nuestro destino depende principalmente de nuestras acciones (beneficiándonos o causándonos sufrimiento) no debemos creer que nuestro éxito, como nuestro fracaso, depende totalmente de nosotros. Creo que lo peor es confiar en el favor de otros y que es mejor sufrir y aprender de una mala decisión o acción que puede ser corregida, que arrepentirnos por la inacción.

El autor es arquitecto
Lo Nuevo
comments powered by Disqus