• 25/04/2024 23:00

El viaje hacia la verdad: reflexiones de un viaje a la mina de Cobre Panamá (I)

[...] a medida que nos acercábamos a la mina, la realidad comenzaba a desafiar esas percepciones. Había más vegetación [...]

El viaje en bus comenzó en la madrugada, a las 3:30 a.m., la Ciudad de Panamá, quedaba atrás mientras me dirigía hacia un viaje que al inicio no pensaba que iba a revelar mucho más, de lo que ya conocía, pero el viaje, la verdad, me sorprendió y me hizo crear sentimientos encontrados a medida que el bus iba avanzando, hacia la mina Cobre Panamá, ubicada en el distrito de Donoso, provincia de Colón.

El recorrido nos llevó primero a Penonomé, antes de adentrarnos en el corazón mismo del proyecto minero. Allí pudimos conversar los que estábamos en el grupo que nos tocó el mismo bus, cómo había crecido Penonomé desde hace unos años a la fecha. En el grupo también iban extranjeros, así que a los panameños nos tocó hacer un poco de guías turísticos, explicándoles dónde estábamos en los mapas digitales de nuestros celulares, al mismo tiempo de contarles un poco de historia.

Era mi enésima visita a estas tierras, pero esta vez, tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia, la perspectiva era diferente. Me preguntaba qué había ocurrido realmente durante aquellos turbulentos meses de octubre y noviembre del 2023, cuando las calles se convirtieron en escenario de protestas y el país se enfrentó a una crisis sin precedentes.

El viaje en carretera nos llevó a través de La Pintada, hasta nuestro primer punto de parada: la comunidad de Coclesito. Mientras avanzábamos, mi mente se inundaba con los argumentos que tanto se repetían en los medios y en las conversaciones cotidianas: la idea de que la minería arrasa con todo a su paso, dejando riqueza para unos pocos y pobreza para muchos. Sin embargo, a medida que nos acercábamos a la mina, la realidad comenzaba a desafiar esas percepciones. Había más vegetación a medida que nos acercábamos que la que íbamos dejando atrás y algunos de los que por primera vez iban nos preguntaban: ¿No es que la minería arrasa con todo?, la respuesta era siempre a cada una de las preguntas, miren, tomen fotos, videos, pregunten todo lo que necesiten saber, que si no lo sabemos buscaremos a la persona que lo sepa y saquen sus propias conclusiones.

El paisaje se transformaba a nuestro alrededor; cada vez era más húmedo todo, los árboles se volvían más abundantes y grandes, el verde se intensificaba y los potreros se convertían en plantaciones y en los ríos solo veíamos a familias enteras, lavando ropa o disfrutando de un día de campo. Todo esto desafía la narrativa de devastación, contaminación, muerte y enfermedades que tantas veces había escuchado.

Al llegar a Coclesito, tuve la oportunidad de hablar con trabajadores sociales de la mina, quienes nos recibieron con amabilidad. Pero fue al conversar con los habitantes locales y los pequeños comerciantes que la realidad se hizo más palpable. Escuché relatos de cómo vivieron aquellos meses de protestas y paralización de labores en la mina Cobre Panamá, cómo se sintieron secuestrados y cuando se les preguntó: ¿por qué el pueblo protestaba?, la respuesta era siempre, los que cerraban calles no eran de aquí.

La tristeza se apoderó de mí al escuchar sus historias, de comunidades pacíficas que nunca han tenido problema con nadie, porque estoy seguro de que nadie en su sano juicio se sentiría bien que sus familiares o vecinos cuenten cómo por meses grupos de personas que no son de la comunidad, cerraban calles, impedían hacer sus trabajos cotidianos, los hacían perder sus negocios y principalmente sus cultivos. Me entristeció saber cómo se sintieron atrapados en sus propias casas, una sensación que ni siquiera la pandemia había logrado generar en esa área, me cuenta una señora que cultiva café. Por otro lado, se encontraban los que ya estaban invirtiendo en el pueblo, personas que trabajaban o tenían negocios con el proyecto minero y que, con las pérdidas económicas, que fueron enormes, familias enteras se vieron obligadas a devolver casas, muchas de ellas ya abonadas al banco mientras veían y escuchaban cómo los bancos confiscaban, autos y otros bienes por retraso o falta de pagos.

Los cultivos, resultado de años de capacitación, trabajo arduo y sacrificio, se perdieron sin remedio. Aquellos que habían invertido todo en la tierra vieron cómo sus esperanzas se desvanecían tras el fallo de la Corte Suprema. La señora Rosina, que sembraba y vendía pepinos, cuyas pérdidas fueron especialmente devastadoras, se encontraba ahora sin rumbo; sin saber qué hacer con lo poco que le quedaba, ya que ahora, ¿a quién le podría vender? Solo en una semana se perdían 200 kilos

Al mediodía, llegamos a un restaurante en la comunidad de Omar Torrijos. Hacía apenas seis meses, el lugar estaba abarrotado de clientes, no solo con trabajadores de la mina, sino también proveedores, transportistas y turistas. Sin embargo, todo eso cambió drásticamente después de la paralización de las operaciones mineras.

Esta fue solo una pequeña muestra, del primer día y de lo que experimenté antes de adentrarme en el proyecto minero en esta última visita. Mi relato continuará en otro artículo, donde compartiré mis impresiones desde el interior de la mina Cobre Panamá.

El autor es especialista en gestión y planificación ambiental
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