Victoriano Lorenzo: entre el mito, la memoria y la lucha campesina
- 06/12/2025 12:33
El historiador Olmedo Beluche profundiza sobre una de las figuras más destacadas de la historia panameña, cuyo relato se
La figura de Victoriano Lorenzo sigue siendo uno de los nudos más intensos y debatidos de la historia panameña. Entre el silencio impuesto por las élites, la apropiación política y la reivindicación popular, su nombre se ha vuelto un territorio de disputa. En esta conversación, el ensayista Olmedo Beluche —profesor, investigador y uno de los estudiosos que con mayor rigor ha rastreado la huella campesina e indígena en la Guerra de los Mil Días— ofrece una lectura lúcida y frontal sobre la vida, la lucha y el legado del general de Coclé.
Esta entrevista forma parte de un esfuerzo por revisar críticamente los relatos tradicionales y devolver a Victoriano Lorenzo la densidad humana, política y social que la historia oficial ha intentado diluir durante más de un siglo.
Profesor Beluche, sus textos presentan a Victoriano Lorenzo no como un caudillo liberal ni un bandolero, sino como un líder campesino, indígena lúcido y disciplinado de la Guerra de los Mil Días. ¿Cuál es para usted el error histórico más persistente en la representación de Lorenzo?
Bueno, aparece ahora como un líder campesino, indígena, pero un poco vinculado al liberalismo en el que militó o por el que supuestamente luchó. Hasta antes del gobierno del general Torrijos, quien fue el que reivindica formalmente la figura, solamente la izquierda asumía ese papel. La imagen que presentaba la oligarquía nacional a través de la falsa educación que se daba, era la de un bandolero, la de un salteador y demás rasgos denigrantes. Pero, desde la década del 70 se le ha reivindicado y se le ha incorporado a la historia nacional.
Hay un antecedente que es Diógenes de la Rosa, de los años 30, ¿no?
Sí, bueno, por eso solo la izquierda. Diógenes, que fue del Partido Socialista, después de Belisario Porras trata de reivindicarlo. Probablemente algunos liberales de cierta manera lo hicieron, y tal vez Eusebio A. Morales un poco. Creo que Eusebio A. Morales y Carlos Mendoza —que fue el primero y único presidente afropanameño—, fueron más consecuentes en ese sentido. La nieta de Belisario, Ana Elena Porras, me dice que Belisario, en agradecimiento al aporte de Victoriano, hizo una legislación especial que creó una zona indígena en el norte de Coclé, en el área donde vivía Lorenzo. Y otras legislaciones que protegían las comunidades campesinas. No se mencionaba el nombre de Vitoriano Lorenzo en estas medidas tomadas, pero evidentemente daban respuestas, en la medida de lo posible y de acuerdo con las condiciones de la época, a las demandas del guerrillero coclesano.
Y luego, obviamente. la novela Desertores, de Ramón H. Jurado, que obtiene el segundo premio Miró en 1948 y se publica en 1952, ofrece una visión literaria del líder campesino, del cholo. Pero es desde los años setenta del siglo pasado que aparece, como surge Urracá o Bayano, de un pasado mítico. Pero creo que la gente no precisa todavía muy bien su dimensión.
En las páginas iniciales de El cholo guerrillero, usted destaca tres características esenciales de Lorenzo: su valentía, su disciplina y su intuición política militar. ¿Cómo estas virtudes han sido distorsionadas o invisibilizadas en la historiografía tradicional?
Bueno, la historiografía tradicional no profundiza en lo que él hizo en realidad, de manera específica. Yo creo que mucho se ha invisibilizado; considero que el historiador que ofrece una imagen más objetiva es Jorge Conte-Porras en su obra Meditaciones en torno a Victoriano Lorenzo (1997). Allí se analiza el vínculo de su lucha y de su vida con la reivindicación de los campesinos indígenas de Panamá, en contra del latifundio y los abusos que se cometieron a lo largo del siglo XIX. Victoriano pagó casi diez años de cárcel por un conflicto de tierras con el corregidor de Capira. Antes de este episodio, Victoriano aparece en una carta firmando, junto con un montón de campesinos de Coclé, reclamándole al obispo y denunciando ante él todos los atropellos que sufrían por parte de los latifundistas de la zona.
Esas cosas están invisibilizadas en la historiografía oficial. Ahora se reivindica su nombre, pero no quedan claras las razones de su lucha. Incluso, se falsifica su imagen poniéndolo en función de una supuesta lucha por la separación de Colombia, lo cual no es así, Victoriano Lorenzo no tuvo nada que ver con eso.
Usted afirma que la segunda fase de la guerra del Mil Días fue una guerra campesina. ¿Qué implica este giro de una guerra liberal a una guerra social para entender la verdadera imagen de Victoriano?
Aquí me baso sobre todo en la entrevista que le hace el padre de la profesora Margarita Vázquez al secretario de Victoriano, el señor Juan José Quirós. La guerra civil de los Mil Días en Panamá tiene dos momentos. El primero está dirigido por Benjamín Herrera y por Belisario Porras; esa etapa llega hasta la batalla del puente de Calidonia en julio del año 1900, que termina en una masacre de los liberales, después de que ese partido tuviera victorias importantes en el interior del país. Y aquí hay un aspecto interesante no muchas veces dicho: ¿por qué se da esa situación en el puente de Calidonia? Los historiadores suelen omitir que esa masacre se produce porque el cónsul norteamericano le exige al mando liberal que no podía tocar ninguna de las propiedades de la Panama Railroad Company, ni pasar siquiera por las líneas del tren, porque si lo hacían, las tropas norteamericanas, que ya estaban en Panamá, los iban a atacar a ellos. Entonces, este señor, Herrera, para complacer la decisión del cónsul norteamericano, intentó cruzar por el puente que pasaba sobre la vía del tren y ahí fueron acribillados por la ametralladora de los conservadores.
Bueno, aparentemente, Victoriano, que había sido invitado a participar por Belisario Porras en esta primera fase, con sus compañeros indígenas, campesinos, parece que no lo hacía directamente como soldado, sino ayudando con el avituallamiento, con la carga, fundamentalmente. Cuando Victoriano ve que está prácticamente derrotado el ejército liberal, se retira de Panamá y vuelve a su tierra en Coclé, en el Cacao. Aparentemente, él se llevó unas armas y meses después, en octubre, el ejército va hasta el pueblo de Victoriano supuestamente a recuperar las armas que él se había llevado. Victoriano no estaba, pero el ejército comete una serie de fechorías, viola mujeres, quema los ranchos, destruye la cosecha.
Cuando el ejército se retira, una masa de campesinos indígenas reunida en asamblea le pide a Victoriano Lorenzo una venganza sobre lo que acababa de suceder. Y entonces, como dice el señor Quirós en el testimonio, nombran general a Victoriano Lorenzo. O sea, él no tuvo el rango de general otorgado por los liberales, él lo tuvo directamente del pueblo y entonces organiza un ejército porque la gente quería vengar lo que había pasado. De ahí se dirigen entonces a La Negrita, donde establece su campamento, y a Penonomé, donde vivían los latifundistas de Coclé, y allí monta el cerco sobre la ciudad.
A mi juicio, a partir de aquella asamblea, surge la guerra campesina, apoyado Victoriano Lorenzo por todos los cholos e indígenas, por toda esa población coclesana. Esta es la segunda etapa de ese proceso. Ya no es la guerra liberal dirigida por los cabecillas del partido. Es más, los liberales vuelven a Panamá meses después, cuando se enteran de que Victoriano desarrolla una lucha eficaz y que tiene bloqueado el interior del país. En un principio, durante varios meses, fue una guerra solo dirigida por Victoriano y sus guerrillas, conformadas por indígenas y cholos campesinos. La historiografía oficial suele colocar a Victoriano como figura subordinada dentro del liberalismo. Sin embargo, usted encuentra en varias fuentes que los liberales temían su ascendencia popular.
¿Por qué Lorenzo representaba una amenaza simbólica incluso para sus propios aliados formales?
Sí, bueno, justamente por eso. Porque el éxito de sus reivindicaciones no estaba asociado a las demandas del Partido Liberal en la Guerra de los Mil Días. El liberalismo peleaba, sobre todo en el ámbito político-democrático, con el régimen que se había instaurado en Bogotá, que incluso manipulaba las elecciones, era conservador, aunque contaba con liberales moderados. Pero lo que logra el apoyo masivo del campesinado a Victoriano es la demanda de la revolución agraria. A mi juicio, Victoriano es un Emiliano Zapata por anticipado, porque es una guerra campesina por la tierra y contra los abusos. Entonces, esa es la reivindicación central, que no es exactamente la de la dirigencia liberal.
Pero la historiografía oficial dice que Porra sí le había ofrecido a Victoriano que, una vez ganada la guerra, los liberales eliminaban, por ejemplo, el diezmo y todo ese tipo de abusos. Y que esto fue lo que logró que Victoriano lo apoyara.
Bueno, sí, aparentemente hay un pacto posterior, pero durante varios meses, él pelea solo con su gente. Por eso Ana Elena Porras dice que Belisario sí le cumplió a Victoriano cuando llegó a la presidencia, porque hubo una serie de decretos del gobierno sobre ese asunto. Pero Belisario no fue el único dirigente liberal allí, aquí había otro general colombiano, que cuando llega a Chiriquí entra en conflicto con Porras sobre el mando, y que entonces este tiene que irse antes incluso de que se acabe la guerra.
Hubo intenciones de mucho de quitarle el mando a Victoriano. La famosa frase de Victoriano Lorenzo que le dice al general liberal Manuel Antonio Noriega, “la pelea es peleando”, es porque ellos le piden que entregue el mando político-militar a estos generales (al señor Patiño y al señor Noriega, que eran supuestos generales liberales sin ejército), y él le dice, no, la pelea es peleando, si tú quieres ser el jefe, pelea, ve y pelea. Y luego sigue la frase, dice que la guerra no se hace con papelitos, porque Victoriano sabía que Noriega se carteaba —lo tenía vigilado— con el enemigo. Y dice, además, cualquier cosa que pase, a ti no te van a fusilar porque eres blanco y yo que soy indígena. Y así pasó.
En su obra, Lorenzo aparece como el único líder con un proyecto social claro: tierra, igualdad, dignidad, etc. que Changmarín sintetiza en su obra. ¿Cuáles eran los elementos centrales del programa de Victoriano y cómo difiere de la agenda liberal urbana?
Bueno, me interesa ver esas diferencias, porque los liberales urbanos también traicionan a Victoriano. Sí, porque cuando se firma el pacto de Wisconsin, se evidencia que hay una desavenencia entre lo acordado y las acciones de las tropas de Victoriano. Y eso sirve de excusa para ordenar la detención del cholo guerrillero y traerlo preso a Panamá. Las demandas indígenas campesinas, que a mi juicio recoge bien el libro de Conte-Porras: el problema de los impuestos, el famoso diezmo, que se transforma en impuesto personal, y el tema de la tierra, no entraban en aquel pacto.
Recordemos que, originalmente, Penonomé había sido una tierra de indígenas en el periodo de la colonización, en los siglos XVI y XVII. Pero, poco a poco, a partir del siglo XVIII, los blancos latifundistas se van apoderando de las tierras y van echando a los indígenas hacia la cordillera. Así surgieron esas demandas de los campesinos. Pero el liberalismo luchaba por otra cosa, por la democracia, por las elecciones, por el conteo transparente de los votos y por su participación en la actividad política, cuando los conservadores usurpaban elecciones y hacían todo tipo de engañifas. Ese era el centro de la demanda de los liberales de ese periodo. También procuraban acabar con la influencia que tenía la Iglesia en el gobierno de Colombia.
Me he quedado pensando... ¿Cuáles son todas las implicaciones que usted encuentra en la frase “la pelea es peleando”?
Bueno, eso lo expresa Victoriano cuando los liberales panameños blancos de la ciudad quisieron quitarle el mando político y militar. Y en ese sentido, él le dice que tienen que ganarse los galones peleando, no con palabras.
No con papelitos.
No con papelitos, exactamente. Parece que solo Belisario Porras comprendía, tal vez por ser un hombre del interior, la lucha del líder cholo, y respetó a Victoriano en ese sentido, y por eso siempre se entendieron muy bien y pelearon juntos. Pero los otros líderes liberales no. Para ellos también era incómoda la demanda de estos indígenas campesinos.
¿Hasta qué punto esa percepción de la élite liberal que veía a Lorenzo como un actor incontrolable influye en el posterior crimen de su figura o criminalización en general, no solamente su fusilamiento, sino la imagen que se deriva de todo eso?
Sí, eso es interesante, y no sé si algún día se podrán saber todos los detalles de la verdad.
Cuando se firma el pacto de Wisconsin, con la excusa de que las huestes de Victoriano no aceptaban el acuerdo, se ordena su detención. Quien lo trae detenido a Panamá es Eusebio Morales, Victoriano no se resiste, y después Morales va a ser uno de los líderes del movimiento del 3 de noviembre. Victoriano permanece detenido entre noviembre de 1902 y mayo de 1903.
En un momento determinado, en mayo, de un día para otro, le hacen un juicio sumario y deciden fusilarlo al día siguiente. Y ese juicio lo dirige Esteban Huertas, el “prócer”, entre comillas. Las familias de la oligarquía celebraron el fusilamiento y ordenaron que el pueblo no pudiera seguir el funeral y lo enterraron en una fosa clandestina en el cementerio Amador. También impidieron que sus simpatizantes o los liberales pudieran acompañarlo en el momento de fusilamiento, que no hubiera gente del pueblo, solo los habitantes de San Felipe o el Casco Antiguo, donde vivía la élite. Según lo que leí, hicieron incluso que cerraran las puertas y que no hubiera nadie por la calle cuando la carreta llevaba el cuerpo hacia el cementerio.
Pero hay una versión de que en el fusilamiento sí, citaron a la población a ver cómo mataban a un perro.
Pero esa era la gente de la élite que vivía en San Felipe, contrarios al pueblo liberal. Eran la gente que lo odiaba. Era la clase dominante, la clase bien que vivía dentro de la ciudad. Entonces, ¿por qué lo fusilaron rápidamente el 15 de mayo de 1903? Ya el tratado Herrán-Hay —que es el que genera la crisis entre Estados Unidos y Colombia—, estaba siendo conocido. Ese tratado se firmó el 22 de enero de 1903. Para principios de mayo se había incrementado el debate sobre el tratado y había gente que se oponía. Coincide con el fusilamiento la aparición de un ensayo escrito por Belisario Porras desde Nicaragua donde estaba exiliado, repudiando el tratado y la separación de Panamá de Colombia. Ese ensayo se llama “Reflexiones canaleras o la venta del istmo”.
Coincide la fecha de la aparición de ese documento con el fusilamiento. Quiere decir que ya había claramente gente que se oponía al tratado y sobre todo entre los liberales. Entonces la pregunta es, ¿en el fusilamiento de Victoriano Lorenzo tiene alguna influencia el hecho de que el tratado podía generar una situación de descontento? ¿Fue una advertencia para quien se quisiera oponer a lo que le podía pasar? Esa es una pregunta. ¿O fue simplemente la venganza de los latifundistas panameños? La historia oficial siempre dice que los colombianos fueron los que fusilaron. En realidad, quienes participan en el asunto son los que van a hacer los próceres unos meses después, los que van a estar con la separación. Entonces, ahí queda esa duda, ¿no? ¿Cuánto es la decisión de fusilarlo como una venganza de los latifundistas por lo que hizo como dirigente campesino o cuánto es como una amenaza para aquellos que no seguían las pautas del poder respecto al Tratado sobre el canal con Estados Unidos?
Se supone que de Colombia incluso llegó la orden de que no lo fusilaran.
Exactamente, así es. Deciden hacerlo los que son de aquí. Eso lo dejo como pregunta. Yo no la puedo contestar, pero hay una coincidencia en el tiempo. Aparece la oposición al tratado Herrán-Hay en mayo y justo entonces, a mitad de mayo, deciden fusilar a Victoriano Lorenzo.
Seguramente ahí desempeñó un papel crucial el racismo y los intereses de clase, ¿no?
Sí, por supuesto. Está con toda claridad marcado por ese odio de clase, ¿no? Todo está asociado, está asociado el odio de clase, está asociado al problema del campesino y está asociado al tema del canal. Los enemigos de Victoriano Lorenzo son los que van a avalar el tratado; son los conservadores panameños.
Porque ahí hay un mito de cierta izquierda panameña que dice la separación tuvo que ver con que los liberales ganaron aquí, tenían simpatía aquí y los conservadores no. Eso no es cierto. En Panamá quienes promueven la separación de Panamá y Colombia son los dirigentes del Partido Conservador, aquellos que fueron aliados del gobierno de Colombia hasta el día anterior. Manuel Amador Guerrero fue el secretario general del Partido Conservador en Panamá. El propio José Agustín Arango era senador del Partido Conservador.
Los liberales tienen un papel de segunda categoría y se suman al final. ¿Y por qué les interesa la separación a estos conservadores? Porque son aliados de los Estados Unidos. Toda la separación tuvo que ver con los intereses de los Estados Unidos, asociados a la Compañía del Ferrocarril de Panamá. Tanto Amador Guerrero como José Agustín Arango eran empleados de la compañía y subordinados de los gringos.
Ramón Jurado, en Desertores, propone una imagen literaria dramática y dignificada de General Lorenzo. ¿Cuál es el valor de esa novela como fuente para reconstruir su figura humana?
Para mí es muy importante porque a nivel personal fue lo primero que yo leí de Victoriano, cuando era un muchacho de 12 o 13 años en la escuela. Eso fue en el año 71 o 72 del siglo pasado, ya en la época torrijista. Era parte del plan de estudio y ahí descubrí la figura de Victoriano. Porque, según parece, no se hablaba nada de esto en los planes de estudios anteriores. Creo que formalmente se hace a partir de los setenta, en 1971 o 1972, cuando empieza la fase populista del torrijismo. Me han dicho que en los años sesenta ya mucha gente de la izquierda lo reivindicaba. Pero no estoy seguro de que fuera oficial. Porque los gobiernos estaban en manos de los nietos de aquellos “próceres” de 1903.
Changmarín, por otra parte, en El guerrillero transparente, ofrece un Victoriano íntimo, serrano, campesino, casi mítico. Si vemos la imagen que ofrece Jurado y luego la que dibuja Changmarín, ¿cómo dialoga esas representaciones con la documentación histórica recogida por usted?
Bueno, la literatura da un poco para todo. Hay un poco de verdad en cada cosa, ¿no? Yo creo que, para mí, la mejor descripción es la que hace el señor Juan José Quirós en Mis memorias sobre el general Victoriano Lorenzo. Es una cosa maravillosa la forma en que lo hace; cuenta, por ejemplo, como, en algún momento, la gente llegaba y no sabía identificar entre los presentes quién era Victoriano Lorenzo. Y él permanecía callado, escuchando de manera muy inteligente. Era muy hábil para entender lo que pasaba. Y luego, entonces, cuando había que presentarse, hablaba y decía lo que tenía que decir. Tenía la modestia de escuchar y de mimetizarse con su gente. Es una imagen es estupenda.
¿Cree que las Memorias... de Quirós Mendoza desmontan, digamos, las imágenes deformadas por la prensa conservadora de la época?
Perfectamente. Para mí es el mejor testimonio. Me parece no solo veraz, sino muy objetivo. Creo que es una obra fundamental. Incluso cada vez que se agota, como me parece que ahora se agotó, le digo a la profesora Margarita que hay que volver a imprimirla.
¿Y estima que la literatura, considerando el testimonio como un género literario, ha sido más fiel a la pintura real que la historiografía oficial?
Ha sido más eficiente. Porque la historiografía oficial, los libros escolares, tiende a ignorar aspectos muy importantes. La mención que hacen es muy superficial, sobre todo ahora que los libros son fabricados por editoriales extranjeras. La literatura permite a las generaciones actuales, por lo menos, llegar a conocer más íntimamente a las figuras principales de nuestra historia, hasta que algún día textos como las Memorias... del señor Quirós sean parte oficial del plan estudio. Incluso la biografía de Victoriano realizada por Conte-Porras, que durante mucho tiempo fue la biografía principal, es una obra hecha con apuro, con una redacción descuidada. Creo que él no la revisó mucho. Pero desde que murió Conte-Porras, ese libro no ha vuelto a salir. Debería salir. En estos momentos no hay una biografía oficial de Victoriano Lorenzo.
Jilma Noriega de Jurado me dijo en una ocasión que su esposo concebía su obra como una biografía de Victoriano Lorenzo, pero que luego derivó en una novela. Es una novela histórica, sin dudas, quizás siguiendo las ideas de Diógenes de la Rosa en su polémica con el historiador Ernesto de Jesús Castillero Reyes de 1936.
¿Y el libro de Herbert G. Nelson qué le parece?
Ese libro casi está extinto. No circula. En los años noventa, creo que fue la última vez que lo vi. He pedido que se vuelva a imprimir. Lo que sale en los textos oficiales es algo como para cumplir. La clase dirigente del estado dejó de estar en manos de los descendientes de la oligarquía, pero después de la invasión de los Estados Unidos en diciembre de 1989, hemos vuelto a la misma situación. Lamentablemente.
¿Cuál es hoy la principal batalla interpretativa en torno victoriano? ¿La racial, la de clase, la nacional, la ética?
Bueno, desde mi perspectiva, que he trabajado el tema de la separación de Panamá de Colombia, hay que establecer la verdad: no es cierto que la lucha de Victoriano era contra los colombianos. La lucha era de clase contra los latifundistas panameños. Antes de morir fusilado, Victoriano pidió por la unidad de todos los colombianos. Y esa falsificación de su imagen, que es la más común, hay que combatirla.
Usted sostiene que el heroísmo de Lorenzo anticipa los ciclos de lucha social del siglo XX. ¿Cómo ayuda esta perspectiva a repensar su imagen dentro de la historia nacional?
En Panamá hay una guerra civil y campesina con toda claridad, que anticipa la revolución mexicana por ocho o nueve años. Y eso va a abrir una serie de periodos de lucha. Victoriano Lorenzo no llega a enfrentarse con los gringos; pero si hubiera vivido, hubiera sido un Sandino frente a la ocupación norteamericana. Tal vez por eso los fusilaron.
Muchos jóvenes conocen a Victoriano solo como el indígena fusilado. ¿Qué aspectos de su vida deberían ser priorizados para que su imagen sea comprendida en su totalidad?
Creo que eso es importante. Primero, fue un general nombrado por el pueblo; segundo, representaba al pueblo campesino que exigía respeto frente a los latifundistas, el cese de los impuestos y la servidumbre, forma de explotación muy común todavía hasta ese momento. El campesino estaba obligado a trabajar para los terratenientes en condiciones semifeudales. Hasta el siglo XX prácticamente eso era así. Es de suponer que los terratenientes cometían todo tipo de abusos.
Si Victoriano Lorenzo pudiera ver su representación en la historia oficial y en la literatura panameña ¿qué parte cree usted que aprobaría y cuál rechazaría?
Esto es absolutamente especulativo, pero... Creo que él rechazaría los intentos de presentarlo como “anticolombiano”. Hay por ahí una frase que dicen dijo al momento del fusilamiento: “Muero como murió Jesucristo y perdono a mis enemigos. Pido por la unidad de los colombianos”.
¿Por qué cree que hay esa dimensión, digamos, mítico-religiosa en su “muero como murió Jesucristo”?
Bueno, supongo que las influencias religiosas eran importantes en ese periodo. Hay las fotos de un cura que está ahí como un buitre rodeando el cadáver de Victoriano. Aparentemente intenta en varias ocasiones que él se arrepienta, que acepte que era un delincuente, pero él no lo hace, al contrario. Entonces, tal vez esa presencia del cura ahí en ese momento que va a morir, crea esa atmósfera e influya en que diga que muere como Cristo y que perdona a quienes le están haciendo eso.
Hay dos poemarios que a mí me parecen sumamente hermosos, uno es Oratorio por Victoriano Lorenzo, de Manuel Orestes Nieto, y el otro se llama Estación de la sangre, de José Carr. Ambos poseen ese elemento mítico-religioso en la recuperación de la imagen del líder coclesano.
Creo que ese sentimiento religioso es inherente a la sociedad panameña, bastante conservadora en ese sentido, aunque el estado se declare laico. No hay ningún prurito en iniciar un evento público con una oración o con las invocaciones de una especie de pastor o pastora. En Desertores se dice que quien lo educa a él y lo enseña a leer y a escribir es un cura de San Carlos. Él estuvo también nueve o diez años preso en Las Bóvedas donde aparentemente se formó, leyó cosas, y no es de extrañar que también haya leído la Biblia y otros textos religiosos.
A mí me parece impresionante el poema que hizo Amelia Denis de Icaza a Victoriano Lorenzo, presumiblemente a raíz de su fusilamiento, aunque publicado después. Ella, sin dudas, pertenecía al ala más progresista de ese período. Era una mujer increíble. Es una figura que hay que recuperar en algún momento más a fondo; ella era nico-panameña y su familia pertenecía a los sectores progresistas de la época. Se conoce más su poema “Al cerro Ancón”, muy nacionalista; pero el poema a Victoriano resulta deslumbrante.
El autor es investigador residente del CIHAC-AIP