Concesionaria Madden Colón llevó a cabo un simulacro de accidente sobre la autopista como fase final del Curso de Formación de Brigadas de Emergencias,...
- 24/01/2019 01:00
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Dicen que el calor era tan sofocante que las piedras desprendían humo y las cigarras chillaban endemoniadas en la hoguera. Desde lejos se veía al Tío Tigre que bajaba de los poderíos de Coclesito, apuntando hacia Divisa, acercándose a la carretera Interamericana para poder caminar por su orilla. Su destino era Santiago de Veraguas.
En la cantera de piedra, entre Divisa y El Roble, a plena dos de la tarde, se encontraba Tío Conejo, tirado sobre una lastra tomando el sol, con grandes gafas rayban , una toallita en el pescuezo, una bolsa de hielo que llevaba dentro una soda, un vasito de plástico blanco y una radio encendida a toda volumen que tocaba una pieza de Yin Carrizo.
El Tío Tigre tenía el presentimiento de que se le presentaba una única ocasión para capturar al distraído Tío Conejo. Es así que, de un salto, se lanza sobre el conejo que logra esquivarlo, comenzando una cruel batalla entre los dos. Era tan violenta la batalla, que apenas se lograba ver lo que sucedía: se había formado un polverín que hacía imposible observar la escena. No se sabe cómo el conejo aprovechó la confusión para salir a una especie de colina de piedra, sin salida que estaba limitada por un farallón a manera de precipicio.
Esa pequeña colina tenía dos senderos que podían ser usados como salida o entrada; en el medio, una gran muralla de piedra. El Tío Tigre, comprendiendo que no podía continuar con su caza porque si salía por un lado, el conejo bajaba por el otro, decidió con inteligencia esperar a que el conejo bajara y se quedase esperando donde comenzaban los dos senderos de piedra.
Ahí, en el cruce, el tigre pensaba que solo le quedaba esperar, con mucha paciencia, a que al conejo le diera hambre, sed y cansancio.
Así pues, parado en el medio del camino, pasan las horas sumidas en un extraño silencio: las cigarras habían dejado de cantar.
Tío Tigre pensaba y pensaba cómo era posible que la Tía Coneja hubiera parido un conejo tan vagabundo y delincuente al que con tanto sacrificio había mandado a estudiar en la universidad de la capital, perdiendo tiempo en tonterías de política.
Y se la pasaba hablando boberías y metiéndole falsedades en las cabezas a la pobre gente de las comarcas indígenas. Se preguntaba también cómo era posible que hasta el sueldo de maestro pasara el Gobierno Nacional a ese flojo, parlanchín, descarado, borracho... de Tío Conejo.
De repente, se oye a Tío Conejo que comienza gritar:
‘Che, che, che vaca vieja del diablo… che, che, che toro desgraciado...'.
Al Tío Tigre, que era el ganadero más rico de Panamá, se le pararon las orejas y comenzó a pensar:
‘¡Jooooo! no me diga que ese vagabundo de Tío Conejo se ha encontrado un ganado perdido por allá arriba'. Y sus pensamientos fueron interrumpidos por los gritos del conejo:
‘¡Oiga, Tío Tigre, qué suerte la mía! Tres vacas y un toro bien encebados me he encontrado acá arriba'.
El Tío Tigre, siendo avaro y que nunca le bastaba lo que tenía, le responde:
‘¿Y están marcados?'.
El Tío Conejo le responde:
‘No, no están marcados. Yo le propongo un negocio: le doy las cuatro reses y usted me deja en libertad'.
El tigre sabía que el Tío Conejo, además de flojo, vagabundo y parlanchín, no era de fiar para los acuerdos, ya que siempre trataba de sacar ventaja de cualquier situación, por lo que consideró: ‘Primero le pediré que me envíe las cuatro reses. Una vez que estén en mi poder, le digo al conejo que baje para capturarlo. De esa manera, me quedo con el toro, las tres vacas y, para la cena, me como al maldito conejo ñángara'. Y así fue que le contestó.
‘Sí, está bien, pero mándame primero el ganado y después bajas tú'.
El Tío Conejo ya se había puesto en acción y había recogido cuatro grandes rocas del tamaño de una persona y comienza a empujarlas hacia la bajada del sendero gritando lo siguiente:
‘Tío Tigre, Tío Tigre, póngase en el medio del camino para que no se le escape el ganado, y tenga lista la soga con el lazo, que le mando las cuatro reses'.
Y Tío Tigre mira arriba del sendero abriendo el lazo al viento, comienza a girarlo mientras ve que un polverín baja velozmente. Siente una avalancha de enormes piedras que lo sepultaron en el medio del camino.