‘Le petit coco'

Actualizado
  • 31/01/2019 01:00
Creado
  • 31/01/2019 01:00
Tío Tigre llegó al anochecer a la playa de Santa Catalina buscando refugio y decidió quedarse entre los cocotales

Al Tío Tigre, apenas cuando sentía las brisitas salinas provenientes del mar, le aumentaba su apetito voraz. Es por eso que, cuando andaba en sus giras de control de su inmenso territorio —aquel que poseía en los playones y manglares veragüenses— se comía todo lo que se encontraba en su camino. Era así que se ‘jartaba' de mangotes, de jaibas, de cangrejos, conchas y de cuanta especie existiera por esos lugares.

Era un veranillo seco, muy soleado, sin vientos de mar… y en las tardecitas de esos litorales, se esperaba a que la marea se retirara para observar la lenta llegada de la oscuridad y sentir el asfixiante calor tropical de la noche.

Tío Tigre llegó al anochecer a la playa de Santa Catalina buscando refugio y decidió quedarse entre los cocotales, ya que el calor era tal que, ni siquiera entre los palmares se encontraba algo de fresco.

Entró caminando con paso tranquilo entre las tupidas palmas y de pronto escuchó de lo más profundo del cocotal, un extraño rumor que provenía de algún lugar lejano apenas perceptible. Eran toques de tambores que pujaban sórdidos desde las entrañas del palmar… y decidió acercarse para ver qué estaba sucediendo. Así, mientras más se acercaba, más aumentaba el repicar de los tambores, hasta que llegó a la fuente del barullo.

Lo primero que notó fue a dos conejos muletos de color negro tocando el tambor, a su amigo el Tío Conejo bailando y emitiendo sonidos con gran vigor, mientras gritaba salomas al viento de incompresible chillar. A su lado, la Tía Coneja —negrita como el carbón— que danzaba y cantaba una vieja tamborera veragüense que decía así:

‘Los blancos no van al cielo por una solita causa. Quieren comer panela, sin haber sembrado caña'.

La magia de los tambores, así como el bellísimo cantar, embrujaba el sitio del cocotal que, hasta el mismo Tío Tigre, luchaba para no quedar envuelto por el hechicero ritmo. El motivo que había llevado a este grupo a celebrar, era que habían terminado el fatigoso trabajo que los tenía ocupados por una semana con la colecta de los cocos en el palmar.

Tío Tigre ya no aguantaba más. Su hambre era atroz y no controlaba más su instinto salvaje de cazador. Con un violento salto, cae sobre el grupo y comienza una feroz batalla entre quienes escapaban y quienes atacaban. En una tremenda confusión, logra atrapar a dos conejos: al Tío Conejo y a la Tía Coneja.

Contento con su hazaña y el resultado de su cacería, el Tío Tigre los amarra para que no se escapen, mientras Tío Conejo protestaba a gritos sin cesar:

‘¡Ay mi señor! ¿cuántas veces le he dicho que la carne de conejo es dura y agria? Que no es digna de una majestad como usted'.

Tío Tigre no ponía atención al conejo, ya que sabía que ese individuo era haragán, hablantín, un bebedor de ‘guaro', uno que se la pasaba levantando a la gente con sus discursos revolucionarios por allá por las comarcas indígenas… y además era un mantenido del Gobierno Nacional, ya que era uno de esos maestros que le mentía a la gente y organizaba huelgas y asentamientos de trabajadores… De manera que, mientras más rápido se comiera a los conejos, mejor.

La Tía Coneja, una negra antillana nacida de la costa atlántica de Panamá, le hacía señas al Tío Conejo para que la dejara tomar la situación en sus manos. Ella sabía de los odios que sentían los adinerados por los mulatos negros; ella sabía que no bastaba trabajar duro para que los rabiblancos le reconocieran sus fatigosos quehaceres… sobre todo, ella conocía la naturaleza del avaro patrón, el Tío Tigre. Sabía que a ese tigre no le bastaban todas las riquezas de este mundo para aplacar su apetito por el dinero y el poder. Porque lo cierto es que, desde lo más profundo de su ser, no lograba controlar ese instinto ni distinguía esos males tan oscuros.

Fue así que, la negra Tía Coneja le dice al Tigre:

‘Oiga patrón ¿me permite, con mucha reverencia, decir algo?'

Como el Tío Tigre era un rojiblanco, no se podía bajar a escuchar a la chomba coneja… pero ella siguió hablando:

‘Una majestad como usted merece probar el manjar más bueno que se produce en toda la costa atlántica. Se llama el petit coco', se trataba del resto del dulce que habían preparado para la ocasión del festejo y que eran corozos hechos con rapadura y hojitas de guayabita sabanera... Sólo quedaban unos tres o cuatro, sumergidos en la sabrosa miel de panela.

Apenas oye esto el tigre, se le paran las orejas y comienza a mirar a su alrededor desconfiando, tratando de ver si en verdad existía ese manjar... Entonces pregunta:

¿Dónde están esos petit coco? ¡Usted me está mintiendo!' La coneja le indica con el dedo la olla donde estaban los corozos con miel y el tigre se lanza sobre el dulce y en menos de lo que usted pueda pensar, se comió los exquisitos corozos... y como estaban tan buenos, comenzó a buscar por todos lados para ver si había más corozos escondidos. Casi enloquecido de tanto gusto pregunta

‘¿Dónde hay más? ¿dónde encuentro más de estos deliciosos petit coco?' - la Coneja viendo que el tigre estaba loco de remate por comer, le dice:

‘Yo le digo dónde puede encontrar más, con la condición de que usted me deje en libertad' —y el Tío Tigre sabía que los dos conejos no estaban en posición de pedir nada, ya que estaban prisioneros, bien amarrados. Mas le dice que sí, que aceptaba… y la coneja le dijo:

‘Tóquese allí abajo', dijo Tía Coneja, indicándole los testículos. ‘¿Siente los petit coco?', le preguntó y el tigre enloquecido de alegría dijo de sí, que lo sentía...

‘Agarre la piedra más grande que encuentre... y se lo tira lo más fuerte posible sobre ellos y verá que aparecen los petit coco'. Así fue que, el Tío Tigre alzando una gran piedra lista para aplastarse los testículos, con una gran sonrisa en la cara, le pregunta: ‘y apenas aplasto... ¿Los petit ooco vienen con la miel de panela?'.

La Tía Coneja le replica rápidamente: ‘¡cáigase de nalgas mi querida majestad!, usted tírese esa piedra. y comerá la mejor panela que le pueda regalar toda Panamá'.

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