De rodillas

Actualizado
  • 02/06/2019 02:00
Creado
  • 02/06/2019 02:00
Creo firmemente en que un dibujo no puede ofender a ningún dios

No soy capaz. No puedo hacerlo. Nunca pude. Cuando trato de entender mi incapacidad congénita para ello me acuerdo de Pelagio y su feroz crítica al concepto de gracia del mentecato de Agustín de Hipona y su ‘haz lo que yo digo y no lo que yo hice, que ya me cogí yo todo lo cogible y me comí y me bebí todo lo comestible y bebestible; y por eso te digo, ahora que ya el cuerpo no resiste más, que es mucho mejor buscar a Dios. No peques, caca'.

Pelagio creía en el libre albedrío y en los esfuerzos que debemos hacer cada uno de nosotros para alcanzar la perfección. Mientras tanto, San Agustín, que tenía una fuerza de voluntad nula ante la tentación, defendía la gracia de Dios como única opción para no pecar, ya que él solo consiguió no hacerlo cuando ya no se le levantaba la parte pecadora. Gracia salvífica que, además, no pidió él, sino que le llegó por la obra y la oración incansable de su santa madre Mónica, que vaya cruz que le cayó a la señora con tal tarambana por hijo.

En fin, que como Pelagio exigía de los fieles un esfuerzo real y una vida ascética para alcanzar la salvación y lo de esperar la gracia divina es mucho más fácil (peco, me arrepiento, me perdonan, claro, que para eso Él murió por todos nosotros, y una vez libre de pecado vuelvo a empezar el ciclo), pues lo declararon hereje. Muerto el perro se acabó la mosca cojonera. Igual he recordado esta semana un par de versículos bíblicos, en concreto dos, uno en el Génesis: ‘Entonces el señor Dios dijo: He aquí, el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conociendo el Bien y el Mal'. Es decir, lo único que nos falta para ser como Dios es ser eternos, que nuestro Señor Padre nos expulsó del Paraíso antes de poder echarle mano al fruto del Árbol de la Vida. Ya dice Salmos 82:6 y lo repite el mismísimo Jesús en Juan 10:34: ‘¿No está escrito en vuestra ley: ‘Yo dije: sois dioses'?'.

¿A qué viene todo esto? Pues a que yo soy una hereje, yo creo que uno no debe dejarse guiar por cualquiera, sino que tiene que alcanzar la gracia por sus propios medios ya que soy igual que Él (dicho por Él mismo). Y creo firmemente en que un dibujo no puede ofender a ningún dios. De modo que no entiendo por qué tenemos que bajarnos los pantalones frente a un exaltado que vocifera. O sea, resulta que a un tarado que logró cambiar una droga, llámese esta como quiera, por otra, llámese ésta fanatismo, no le gusta una pintura y nos despepitamos borrando un mural porque a él y a su panda de iluminados les disgusta. Vale. Eso se llama censura y acabamos de bajar las orejas y acatar su orden.

¿Y si mañana decide que las mujeres debemos llevar velo porque nuestros rostros se parecen al de la puta de Babilonia que él sabe cómo es porque su dios se lo dijo al oído? ¿Le seguimos la corriente? Y si decide que hay que recuperar la edificante costumbre de lapidar a todo aquel que no siga las normas dictadas por él, ¿obedecemos y callamos? ¿Hemos de arrodillarnos delante de cualquier orden que nos den en nombre de un dios?

Yo no. Lo siento. Aquello que soy incapaz de realizar es ponerme de rodillas. Ni delante de dioses, ni delante de hombres. No me arrodillo. Pero al parecer vivimos rodeados de ovejas pusilánimes.

Y la civilización se pierde.

COLUMNISTA

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