Nápoles, una ciudad tan lúgubre como exquisita

Actualizado
  • 03/06/2019 02:00
Creado
  • 03/06/2019 02:00
La capital de la Campania acogió a ‘Café Estrella' para un paseo gastronómico. Un lugar místico donde la gula está justificada

Aquí la fiesta es para el paladar. Es difícil explicar qué pasa en Nápoles, en sus esquinas y en sus laberínticas calles. Hay en ella un magnetismo misterioso. Uno se pregunta cómo un lugar con una estampa tan gris, de edificios marchitados por el paso del tiempo y de avenidas caóticas acoge a una de las mejores gastronomías del mundo.

Nápoles es tan porosa, tan extrañamente cálida, que adopta a todo visitante hasta complacerlo. Sorprende, y mucho, el gentío que se aglomera al pie de los pequeños locales, que desde que sale el sol comienzan a dorar en aceite hirviendo las irresistibles porciones de pizza. Una faceta diferente del plato insigne italiano. ‘Pizza frita, ya lista', gritan los cocineros de encantadora simpatía.

Todo el lugar es un santuario de buena comida, que va desde las frituras, postres y mariscos hasta la tradicional pizza Margarita. Desde el 2017 la Unesco distinguió el arte de los pizzaioli de Nápoles, declarándolo Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Esta orfebrería galardonada se esmera día a día en presentar su valioso plato. ‘Aquí cuidamos las cantidades, las temperaturas y los tiempos se miden al milímetro', explican.

Una de las responsables de esta gula y hechizo colectivo es la pizzería Gino Sorbillo. ‘Aquí se come la mejor pizza del mundo', dice Armando León, un turista español. ‘Llevamos esperando casi dos horas', agrega. Y es que en el exterior del restaurante, un gentío apela a la calma para vivir la experiencia. La fachada del lugar es colorida y única. Ostenta en una de sus paredes los reconocimientos que la han hecho la pizzería más famosa del planeta. En la guía Michelin se encuentra su nombre y las fotos de sus platos estrella hacen ojitos a quien busca un review en las redes sociales. Toda vía Tribunal, avenida histórica de la ciudad, huele a tomate, albahaca y aceite de oliva. Huele a masa recién horneada. Huele a gloria. ¡Quién no estaría dispuesto a pagar por ellas hasta el triple de su precio!

Pero por menos de $10, que cuesta la pizza Genaro, dedicada Massimo Bottura, el chef de la Osteria Francescana galardonada con tres estrellas Michelin, el comensal olvidará las horas de espera y confirmará que la gastronomía italiana no tiene competencia. Ya dentro del lugar, la gente brinda con cerveza artesanal o vino blanco. ‘Déjese convencer por todo', dice el mesero sonriente. Es difícil elegir, son 36 tipos de pizzas y se llaman como los herederos del negocio: Ciro, Adriana, Rodolfo, Salvatore…

Ya adentro, Armando eligió la Rodolfo con prociutto crudo di Parma, tomates frescos, queso de búfala y rúcula fresca. La masa es fina, ligeramente crujiente, con generosos bordes elevados y se puede comer con la mano. Así es la auténtica pizza napolitana.

Dulces y café

En Nilo Bar, un pequeño local de la Via San Biagio dei Librai, donde su propietario Bruno Alcidi construyó en 1987 un altar dedicado a Diego Armando Maradona, se disfruta del más exquisito Babá, el postre típico de la región. Es un dulce horneado y esponjoso. Su masa es muy ligera y está remojada en un sirope con ron o limoncello, en su versión clásica.

Otra de las tentaciones napolitanas es la Sfogliatella. Está compuesta con crujientes capas de hojaldre y es rellena de nutella, ricotta, crema de chocolate, crema chantillí o mermelada de fresas.

En el recorrido de altas calorías, los napolitanos guiñan sus ojos a los turistas para que beban un expreso, tan conocedores ya - a fuerza de un paladar cultivado en los bares- de que es el mejor café de toda Europa. Y lo es. Es de sabor fuerte que acaricia el paladar. Un buen ristretto hecho con máquinas antiguas es un verdadero placer.

Nápoles es el templo de la gastronomía italiana. De aromas frescos de la región de Campania. De olor a ron y a café recién colado. Un sitio maradonista. De leyendas de la mafia. De relatos de excesos y buena vida. Una ciudad de dos caras.

Por ello, cuando se llega a Italia y se asoma la ingenua intención de visitar Nápoles, el ‘vero' italiano lanza al aire sus recomendaciones. ‘No es un lugar como cualquier otro', afirman. ‘Vedi Napoli e poi muori' (ves Nápoles y después puedes morir) exponen, jocosos, al unísono la frase acuñada por el alemán Johann Wolfgang von Goethe, de su famoso libro Viaje a Italia. Ahora se entiende cómo este lugar tiene la insolencia de ser una ciudad tan lúgubre y tan exquisita a la vez.

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