Nepono Puru, una comunidad igualitaria que resguarda sus costumbres

Actualizado
  • 24/06/2019 02:00
Creado
  • 24/06/2019 02:00
La costa atlántica ofrece un atractivo recorrido por las aguas profundas del lago Gatún. La experiencia permite conocer de primera mano las raíces de la cultura panameña

Una travesía sobre ruedas nos llevó a un encuentro con los paisajes boscosos que guarda la provincia de Colón.

Tras arribar al punto de expedición, abordamos una lancha y una vez nos alejemos del puerto, observamos un panorama escondido que refleja otra cara de la costa caribeña. Mientras navegábamos, el guía turístico Rafael Gordón reseñaba la historia del lago Gatún, que tiene un área de 423 kilómetros cuadrados.

‘Este lago artificial fue construido con la finalidad de poder suplir de agua dulce al Canal de Panamá. Durante su creación fueron sepultados varios asentamientos indígenas, diferentes tipos de árboles y parte de los rieles originales del ferrocarril', aseguró.

Mientras el guía hablaba fue imposible no dejarnos cautivar por las verdes aguas, el sonido de las aves, el sol abrasador y la refrescante brisa que sacudía las hojas de los árboles en los que se posaban monos aulladores y cariblancos.

Después de transitar por varios minutos, a medida que avanzábamos escuchamos una suave melodía que resonaba entre tambores y cantos.

A la vuelta estaba la aldea Nepono Puru, conocida como la comunidad de las flores, un territorio habitado por los emberá wounaan que, ataviados con su vestimenta típica, nos recibieron con alegres canciones y una cálida sonrisa.

‘Nosotros le damos voz a las mujeres, se les permite delegar y ser caciques. En caso que se postulen son elegidas por votación popular al igual que los hombres',

LEO CHAMÍ

CACIQUE DE LA ALDEA NEPONO PURU

El cacique, Leo Chamí, nos reunió a todos en una choza para contarnos un poco más de su historia y costumbres.

El líder relató que este grupo se estableció en las orillas del lago Gatún en el año 2000. En esa comunidad dedicada a la pesca para visibilizar su cultura a través del turismo ecológico que pretende mostrar a nacionales y extranjeros parte de sus riquezas. En la actualidad, el lugar está conformado por 11 familias, que suman un total de 52 personas.

Tras varios emocionantes relatos, Chamí puntualizó que lo más importante es ‘mantener la identidad cultural' para que, de esta manera, se pueda preservar los orígenes de la comunidad.

El jefe emberá mencionó que en su comunidad tienen un chamán (el miembro más longevo), considerado un guía espiritual. También cuentan con un botánico que se dedica a preparar brebajes naturales para sanar enfermedades de sus pobladores.

Otro aspecto que resaltó el cacique fue el rol que desempeña la mujer.

‘Nosotros le damos voz a las mujeres, también se les permite delegar y ser caciques. En caso de que se postulen, son elegidas por votación popular, al igual que los hombres', expresó.

En medio del coloquio, el jefe de Nepono Puru describió otros aspectos, como el vestuario femenino, que se compone de una falda con diseños de parumas, una corona de flores y un sostén hecho a mano con chaquiras y monedas de plata.

Sobre el porqué de cada hilo de la vestimenta masculina, indicó que esta incluye el guayuco, una tela larga con abertura en los laterales que usan para cubrirse desde la cintura hasta los tobillos. En las manos presumen brazaletes de plata y en el cuello, collares de chaquiras decorados con colmillos de animales.

Chamí describió que otras de sus costumbres consiste en pintarse el cuerpo con un fruto de un árbol llamado jagua, que se extrae macerando la pulpa carnosa que envuelve las semillas y que después se transforma en un colorante negro que es soluble en agua, en aceites vegetales y resinas. Esta tinta natural la utilizan para tatuarse figuras geométricas, pintarse el cabello, protegerse de los insectos y de los rayos solares.

Luego de la charla, Chamí convocó a las mujeres para que nos mostraran la danza del colibrí y la rumba.

Al culminar el baile, nos ofrecieron un breve recorrido por la aldea, además de mostrar sus artesanías.

Durante la visita, Yolanda Tocamo, una artesana residente de la comunidad, se acercó a nosotros para conversar sobre su situación actual. La mujer confesó sentirse agobiada por la falta de acceso al sistema de salud y educación que hay en el sitio.

‘Tengo un hijo y tuve que dejarlo en la provincia Darién para que pueda estudiar, si viviera aquí, me tomaría más de dos horas llevarlo al colegio, es difícil', aseveró.

Pese a su testimonio, Tocamo se mostró optimista ante las adversidades que se le presentan y agregó sentirse ‘contenta' por el flujo constante de turistas que llegan a la zona.

En nuestro encuentro con la etnia emberá no faltaron las risas y las buenas pláticas. Al finalizar, se despidieron repicando el tambor y entonando sus cantos, mientras otros gritaban al unísono: ‘vuelvan pronto'.

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