Panamá, un destino donde el arte funge como refugio de paz

Actualizado
  • 04/11/2019 00:00
Creado
  • 04/11/2019 00:00
Lejos de la patria y en la búsqueda de nuevos horizontes, las obras del destacado artista multidisciplinario panameño, Aristides Ureña, formado en la Academia de Arte de Florencia, me muestran a un hombre genuino y sencillo, a quien pude conocer
Obra del maestro del arte contemporáneo.

Me gustaría comenzar citando aquella frase del filósofo español José Ortega y Gasset que dice: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”; y es que suele suceder que en nuestro desesperado intento de emprender la búsqueda por la unicidad de esa particular circunstancia, que pertenece a cada uno de nosotros, solemos reinterpretar las experiencias que nos han tocado vivir; para al final reencontrarnos una y otra vez con recuerdos que a pesar de no ser factuales no dejan de ser absolutamente ciertos, y aun cuando su veracidad pareciera opacarse ante el alto grado de maravilla contenido en ellos, nos vemos obligados a dispensar la averiguación y comprensión de sus causas para aceptar sus consecuencias y asumirlas como lo que son, el producto de nuestra circunstancia, irremediablemente unida a nuestra historia, nuestra geografía y nuestra sociedad como un todo.

Por lo tanto mi circunstancia, al igual que la de miles de mis compatriotas también se ha visto atada de manera inequívoca a una insólita jugarreta que el destino decidió jugarle a nuestro amado país, y que finalmente forzó mi alejamiento de esa tierra de gracia llamada Venezuela, por un tiempo que jamás imaginé terminaría por ser tan largo. Lo que ha convertido este último viaje en un referente que marca un antes y un después para mi familia y yo; al haberse transformado en una odisea en la que nos ha tocado emprender nuestro nuevo camino en solitario y de manera lenta entre desconocidos en la búsqueda de lo intangible.

Considerando que mi refugio de paz a lo largo de los años lo había encontrado siempre en el arte, mi búsqueda de lo intangible en este nuevo destino no podía ser otra cosa que el arte. Por lo que me tocó comenzar en cero y aprender a contar los días uno a la vez. Esta dura circunstancia, en la soledad, me permitió rememorar la obra del gran artista japonés On Kawara (1932-2014), quien se diera a conocer por el uso de medios radicalmente restringidos, con los cuales llegó a destacar con su singular aporte dentro del arte conceptual, en el manejo del tiempo como una práctica artística.

Aristides Ureña Ramos pintor panameño.

Para lo cual en la construcción de su obra llegó a valerse de múltiples medios como la pintura, cartas y postales, para hacer reflexionar al espectador sobre su lugar en la historia, al darle un paseo por el concepto del tiempo a través de la materialización de su propuesta artística.

“Today”, que se traduce al español como “Hoy”, es el título de una de sus series más conocidas, cuya realización iniciara a partir del año 1966, y que se compone de aproximadamente unas tres mil pinturas, ejecutadas a lo largo de cuatro décadas, en las cuales el artista se propuso observar un conjunto de reglas autoimpuestas, según las cuales se limitaría a escribir en letras y números, siempre de color blanco y sobre un fondo monocromo, la fecha exacta en la que cada una de ellas fue ejecutada, todas pintadas dentro de las veinticuatro horas del día representado en la tela.

Esta serie llegaría a convertirse en la más contundente de las creaciones de este artista quien logró con ella representar la complejidad de la experiencia humana en el transcurrir del tiempo.

Panamá, un destino donde el arte funge como refugio de paz

Para algunos incautos, las pinturas de Kawara pudieran llegar a parecer a primera vista aburridas e incluso repetitivas, pero no, no es así, ellas son el reflejo de la inevitabilidad del paso del tiempo, por lo que en definitiva esas pinturas al igual que nuestras vidas lejos de ser repetitivas, están hechas de la suma de momentos que solemos marcar como significativos en el desarrollo de nuestra propia existencia, por cuanto implican emociones especiales, acompañadas de momentos memorables y de crecimiento personal que en definitiva son los que nos permiten poder desarrollar una mejor perspectiva de quienes somos.

En lo personal, confieso que mi tránsito por los caminos del arte panameño, a primera vista pudiera llegar a semejar las obras del japonés, al igualarse al lento transitar de mi cotidianidad en este esplendoroso Istmo, donde muy poco a poco tuve la oportunidad de realizar mis primeros contactos con algunos artistas locales, pero como diría mi admirado Sigmund Freud: “He sido un hombre afortunado en la vida: nada me fue fácil”, hasta que un día en el medio de ese transitar llegué a conocer en una de sus conferencias, a Aristides Ureña Ramos, destacado artista multidisciplinario panameño formado en la Academia de Arte de Florencia, en quien encontré un hombre genuino y sencillo Para él la creación implica un acto de humildad igualado al saber comenzar de nuevo y un día a la vez hasta alcanzar el objetivo trazado, cosa que de seguro aprendió a lo largo de las cuatro décadas de permanencia en la ciudad de Florencia, el mismo tiempo, por cierto, que tardara Kawara en crear su serie “Hoy”, periodo que seguramente estuvo marcado por la incesante búsqueda de Ureña de poder pintar formas y colores de una manera muy personal, hasta finalmente lograr crear para ello un innovador alfabeto plástico que le permitiera liberarse de la tradición artística que le precedió.

En días recientes tuve la oportunidad de escucharlo durante su última charla frente a un grupo de jóvenes estudiantes de arte, lo que me recordó mis días en la escuela de Ingeniería, cuando mi profesor de química para acentuar sus ideas, solía citar una frase de Marcel Proust, que dice así: “Aunque nada cambie, si yo cambio todo cambia”.

Panamá, un destino donde el arte funge como refugio de paz

Ureña, al igual que mi viejo profesor parecía tener ese mismo propósito como fin último, el de hacerle ver y comprender a su auditorio el valor y la importancia de lo nuevo y de la aventura, al hablarles sin mezquindad de las múltiples posibilidades y oportunidades que los esperaban en el mundo, si ellos llegaban a decidir simplemente cambiar y actuar de manera libre y espontánea.

En Aristides Ureña, he podido conocer a un hombre que sabe mezclar, como el buen cocinero en sus mejores recetas, la dosis necesaria de talento y pasión requeridas para lograr la combinación perfecta, un hombre cuya vocación artística en ningún momento se ha dejado confundir con sus aspiraciones mundanas o materiales; un hombre que no teme compartir sus conocimientos con los demás ya sea por medio de sus escritos en la prensa local, de sus charlas y conferencias dirigidas a todo público y de manera muy particular a los talentos emergentes sin mezquindad alguna.

Este en definitiva, es el Aristides Ureña que me ha tocado conocer, el ser humano que tímidamente se esconde detrás del artista que estoy seguro todo panameño conoce.

Panamá, un destino donde el arte funge como refugio de paz

Quisiera terminar este pequeño texto de la misma manera que lo comencé, por lo que citaré una frase del filósofo chino Confucio: “Elige un trabajo que te guste, y nunca tendrás que trabajar ni un día en tu vida”, así imagino deben ser los días de la vida de Aristides Ureña Ramos.

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