El cine vuelca sus esfuerzos para derribar la indiferencia social

Actualizado
  • 25/05/2020 00:00
Creado
  • 25/05/2020 00:00
La nueva edición del IFF Panamá destaca cintas con mayor crítica social y mensajes de esperanza que antes. Con historias de gran valor, asumidas con la mayor responsabilidad, diversos cineastas redefinen lo que significa cultivar y preservar la identidad de los seres humanos más allá de sus retos

El séptimo arte se ha destacado en los últimos años por incorporar narrativas de inclusión a comunidades minoritarias y personajes que encarnan problemas o retos cotidianos de millones de personas alrededor del mundo, con el objetivo de crear a conciencia sobre los obstáculos que muchas veces ignoramos en la vida de los demás. De esta manera, en su nueva modalidad virtual, el Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF Panamá) agregó a su cartelera la primera película iberoamericana sobre Gennet Corcuera, la primer mujer afrodescendiente española con discapacidad auditiva y visual en obtener un título universitario.

Gennet Corcuera, de 38 años, realiza su película de ficción en homenaje a su madre, Carmen Corcuera.

Su historia se cuenta en la cinta titulada Me llamo Gennet, la cual fue dirigida por Miguel Ángel Tobías y escrita junto con Javier Quintanilla y Jon Ander Santamaría. Para el productor Tobías, tomar la batuta de contar la vida de Gennet fue un reto, como comentó a la revista Semana: “Fue impactante, porque hasta ese momento no sabía que existían sordociegos. Entendemos que alguien no vea o no oiga, pero que alguien enfrente las dos cosas... Es un aislamiento gigantesco. Me di cuenta de la dimensión de la historia y pensé que seguro alguien ya estaba escribiendo algo sobre ella. Pero pasó el tiempo y nadie contaba la historia de Gennet, así que tres años después decidí hacerlo yo. Así arrancó la aventura más complicada que he hecho en mi vida”.

En el tráiler de la película se muestran escenas de Gennet cuando era pequeña y recuerda haber visto luces, árboles y haber escuchado voces y canciones antes de perder ambos sentidos a temprana edad. Ella se interpreta a sí misma en la época de adulta –actualmente tiene 38 años–, lo que da un toque profundo al realismo de la cinta. Todo empieza en Etiopía, donde nació y fue llevada a un hospicio de Adís Abeba, allí conoció a Carmen Corcuera, suegra del entonces embajador de España en el país africano. Era 1984, y Etiopía era un lugar azotado por el hambre y la miseria, lo que pudo haber sido el final para Gennet, pero el destino le deparó algo distinto.

David Illescas como Miguel en 'Sin señas particulares'.

Corcuera la adoptó y se la llevó a Madrid donde estudió en el colegio de la Organización Nacional de Ciegos (Once) y se licenció en magisterio en educación especial, lo que le ha servido para dar clases a niños sordociegos o con parálisis cerebral en el centro Santa Ángela de la Cruz, en Salteras (Sevilla), como explicó Gennet a EFE. Cuando Tobías la conoció en Sevilla y le ofreció hacer una cinta documental de su vida –que luego migró a ser género ficción–, la licenciada aceptó, “como un homenaje a mi madre”, quien había fallecido un mes antes; asimismo, dijo: “Es una oportunidad de presentar la sordoceguera a la sociedad y demostrar que los sordociegos somos capaces de hacer cualquier cosa”.

Más allá de pintar el cuadro completo de Corcuera, la cinta es accesible para aquellos que también presentan discapacidad auditiva y visual, lo que fue prioridad para Tobías. “Llevo años trabajando en proyectos audiovisuales que sean accesibles para personas en condición de discapacidad. Quería dar un paso más en el caso de esta película”, comentó Tobías a Semana. “Estamos acostumbrados a que las personas sordas o ciegas vayan a las salas semanas o meses después de que la película se ha estrenado, lo cual es una injusticia social enorme. Puede parecer una tontería, pero el mensaje que hay detrás es muy poderoso, porque nos estamos reconociendo como seres humanos con los mismos derechos y oportunidades, y esto nos hace más sensibles con el resto del mundo”, afirmó.

El filme se proyectó en el Festival de Cine de Málaga en 2018 recibiendo aplausos de parte de los espectadores y crítica, sin embargo, le llevó a Tobías tres años y más de 45 personas entre España y África para rodar la película y conocer la vida de Gennet. “Llevo años de relación personal y profesional con el mundo de la discapacidad. El tema no me es ajeno, como tampoco lo es la lucha en favor de los derechos humanos contra las injusticias”, dijo el director. De cierta manera, Me Llamo Gennet es un testimonio de reivindicación de las personas que sufren de estas discapacidades en el día a día, pero que aún así logran alcanzar metas y sueños, pese a los obstáculos sociales que se levantan.

Su llegada al IFF con la modalidad de subtítulos y apoyo audiovisual ha sido un hito para Latinoamérica, y para Tobías, el cine debe ser atrevido para atraer a quienes no les gusta ver historias punzantes, pero necesarias para acabar con la ignorancia o indiferencia de la sociedad ante quienes están en su lado menos amable. “El cine, del que no discuto que tenga la finalidad de entretener y divertir, tiene la obligación de utilizar su poder para cambiar la sociedad y mejorar el mundo, además de confrontarnos con realidades que, aunque sean incómodas, están ahí y debemos mirar a los ojos”, expresó.

Entre quienes representan los personajes de la cinta se encuentran Rahel Talavera (Gennet adolescente), Belén Molpeceres (Gennet de niña), Sasebew Kefylew, Arsema Mesfin, Lola López (voz de Gennet), Miriam Díaz-Aroca (Carmen Corcuera) y Ángela Molina (Pilar Gómez). La inclusión de mujeres en la mayoría de la película fue decisión conjunta entre Tobías y Gennet, lo que dio más flexibilidad de representar todas sus etapas de vida: “Para hacerlo todo más real decidí que las cinco actrices que la interpretan en cada etapa de su vida fueran etíopes, huérfanas y adoptadas. Esto generó una conexión muy grande y llenó a la película de amor, lo cual espero que la gente perciba”, comentó el director a la Fundación Telefónica.

El caso de Gennet es un planteamiento profundo en significado, porque reúne características que generan impacto social en la conciencia de todos lo espectadores, desde su lugar de origen, su color de piel, su género y sus discapacidades (auditiva, visual y de olfato). “Me llamo Gennet' va a contribuir, es sensibilizar a la sociedad sobre lo que supone la sordoceguera y todo lo que este colectivo es capaz de conseguir con los recursos necesarios”, explicó Tobías a la Fundación Telefónica.

Broche de Oro del IFF

Aún cuando Me llamo Gennet fue una de las propuestas más fuertes del listado de películas del festival, para su clausura magistral el 26 de mayo se podrán ver las cintas: Días de luz, protagonizada por Cloty Luna y Zenith Galvez; Así habló el cambista, protagonizada por Daniel Hendler, Dolores Fonzi, Luís Machín, Germán De Silva, Benjamín Vicuña; y Sin señas particulares, con el reparto de Mercedes Hernández, David Illescas, Juan Jesús Varela, Ana Laura Rodríguez, Laura Elena Ibarra, Xicotécatl Ulloa.

Para sacar a relucir la identidad latina, Días de luz se centra en un apagón semicontinental, que afecta a toda América Central luego de una tormenta solar que duró cinco días. Es entonces cuando más de 47 millones de personas se ven privadas de la electricidad para sus funciones más básicas, lo que los obliga a recurrir a tareas primitivas, a la búsqueda del valor familiar, la superación personal, la victoria ante el miedo y el fortalecimiento de amistad en tiempos de crisis. La cinta es resultado de la colaboración entre los cineastas Enrique Pérez, Mauro Borges, Gloria Carrión, Julio López, Enrique Medrano y Sergio Ramírez, quienes trabajaron por cuatro años en la realización del filme junto a un equipo de cientos de personas en diversos países de la región.

El cine ha potenciado su compromiso social a través de cintas que exponen la inclusión.

En la narrativa se desarrollan seis historias diferentes, pero entrelazadas entre sí a lo largo del relato con actores en Costa Rica, Panamá, Nicaragua, Honduras, El Salvador, y otros. Según los involucrados, la logística y financiamiento fue el obstáculo más grande, ya que la cinta costó alrededor de 500 mil dólares, lo que deja ver la brecha que aún existe entre los gobiernos regionales y su implicación con el séptimo arte como herramienta para preservar las identidades culturales de los países.

Así habló el cambista se centra más en la era económica de Uruguay en la década de 1970, dirigida por Federico Veiroj. Las instituciones estaban en bancarrota; había un gobierno militar; los subversivos estaban tras las rejas y, para los sectores de baja reputación de las economías de Brasil y Argentina, el mercado financiero uruguayo parecía el lugar ideal para hacer desaparecer el dinero. De esta manera empieza el relato de Humberto Brause y su carrera en la compra y venta de divisas extranjeras.

Al estar ciego por su excesiva ambición, Humberto camina en un rumbo poblado por su arrogancia e indiferencia hacia los sentimientos o condiciones de terceros que se cruzan en su meta. Esto lo lleva a heredar el negocio familiar y llevar a cabo una sospechosa tarea: lavar la cantidad de dinero más grande que ha visto en su vida, según denota su sinopsis. Grabado entre Alemania, Uruguay y Argentina, es una cinta que promete un viaje a través de la moral de los empresarios en medio de un caos nacional, con tonos tradicionales del cine de aquella época, pero con sorpresas en el camino.

En Sin señas particulares, la directora mexicana Fernanda Valadez retrata una fotografía conocida desde hace muchos años: una madre inmigrante en busca de su hijo, y un hijo en busca de su madre desaparecida en un intento por entrar a Estados Unidos. La historia se centra en Magdalena y Miguel, separados de sus familias en el camino por alcanzar un nuevo hogar, pero que conocerán sus fortalezas y debilidades mientras que comparten el rumbo hacia México.

La migración sigue siendo un tema punzante para muchas familias que así como los protagonistas, quizá hayan perdido a alguien en ese peligroso viaje hacia el “sueño americano” o en alguna otra frontera, huyendo de la corrupción y la violencia acechante en sus tierras. Con su debut en el festival Sundance, el filme dio voz a los desaparecidos de México: “Creo que la reflexión que propone la película es que la línea entre víctimas y perpetradores no es tan clara. Son líneas muy frágiles que, dependiendo de las circunstancias que uno viva, se pueden convertir en una u otra cosa”, expresó Valadez a EFE.

Sin señas particulares honra a todas esas madres que luchan por no dejar que sus desaparecidos se desvanezcan en el olvido. “Conforme la gente fue desapareciendo, estaban las familias primero buscándolos vivos; y luego buscándolos vivos o muertos, aunque fueran cenizas, aunque fuera un pedazo de hueso”, dijo Valadez, “hay todo este ímpetu por no abandonar a un ser querido (...) En las asociaciones de familiares de desaparecidos, el mayor porcentaje son madres buscando a sus hijos: es una relación y un vínculo afectivo que ni siquiera la muerte o el anonimato lo pueden romper”.
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