Espías virreinales, la diplomacia secreta de los Austrias

Actualizado
  • 14/07/2020 00:00
Creado
  • 14/07/2020 00:00
“Ludibrio” – dijo el agente espía. .

“Ludibrio” – dijo el agente espía.

“No por siempre” –respondió el secretario y cayó preso.

Las operaciones a cargo del espía Sebastián de Arbizu y de su hija Águeda en el sur de Francia durante el reinado de Felipe II que permitieron la captura del secretario del monarca Antonio Pérez por malos manejos del erario, llevan a la Corona a la conclusión de crear un mando único en materia de espionaje. En 1599, reinando Felipe III, se crea el cargo de “Superintendente de la Inteligencias Secretas” con don Juan Velázquez de Velasco a la cabeza, antecedente directo del cargo de “Espía Mayor” establecido en 1613 cuyo primer “director” fue Andrés Velázquez Venero (Carnicer, 1998).

El espionaje es entendido como una necesidad geopolítica. La administración de los territorios de España y Portugal en América, sus mutuas relaciones y las que se sostuviesen con terceros países fue una de las primeras preocupaciones del “Espía Mayor”. Por un lado, la cuenca del Río de la Plata, al extremo de América del Sur, una frontera viva y marcada por disputas lusitano-españolas (Comissoli, 2015); y de otro, Panamá que registraba subrepticios o no tan velados contactos con holandeses, franceses e ingleses. Así, mientras Portugal diseñaba una red de inteligencia desde la capitanía brasileña del Río Grande de São Pedro –destacando las figuras del abogado Manuel María de Ricaldes Masques y del soldado Manuel Joaquim de Carvalho que ocultaban su identidad fingiéndose comerciantes– los Austrias montaron su propia estrategia de información desde Buenos Aires y desde el istmo (Prado, Emory University, 2009). Para las actividades en el sur de América utilizaron lo que hoy llamaríamos “contraespionaje” con la participación de brasileño-portugueses como Juan de Acosta, práctico naval del Río de la Plata, y Manuel Cipriano de Melo, diestro práctico naval en Montevideo (Tejerina, 2004).

Para la zona del istmo y del Pacífico, Portugal empleó al judío-lusitano Pedro de León Portocarrero, autor de la Descripción del Virreinato del Perú, quien efectuó un largo itinerario desde Lima a Cusco, Potosí, Buenos Aires, Tucumán, Chile, Arequipa, Ica y otras ciudades costeras, antes de retornar a la Ciudad de los Reyes como se conocía a la Lima virreinal. En todas partes este audaz viajero registró observaciones etnográficas, así como las conexiones comerciales entre los espacios virreinales, incluyendo México y América Central. La parte final del mismo fue una descripción de los puertos hispanos en Panamá y en el Caribe (Carcelén, UNSM, 2009). La anécdota sobre esta pieza documental es que estuvo perdida hasta 1914 en que fue descubierta en los anaqueles de la Biblioteca Nacional de Francia (Buller, 2019). Regresando a los Austrias, estos responden orquestando una red de informantes en Brasil y disponiendo la construcción de una serie de fortificaciones que fueron diseñadas por Juan Bautista Antonelli (Herrero, 2019).

Estas y otras acciones de inteligencia se alteran completamente por el cambio de dinastía. Las reformas impulsadas por el gobierno ilustrado de la Casa de los Borbón, a principio del siglo XVIII, buscaban devolver el control de los territorios de ultramar a la metrópoli; se pretendía que con el ejercicio de una administración moderna se conseguiría la presencia de un Estado interventor poderoso, regulador de la vida cotidiana y proclive a la mejora de los espacios urbanos (Vergara Hernández, 2013). Bajo este esquema, la “policía” reemplaza al espía. El interés geopolítico se transforma en interés por el control territorial local. Desde la Corona se percibe al “policía” como una nueva tecnología de gobierno y son los Borbón españoles quienes le asignan un rol asociado a la búsqueda de disidentes ideológicos con el despotismo ilustrado (Uvalle,2012), un camino sin retorno que, sumado a las deficiencias de la Hacienda Real, distanció a la península de los territorios americanos. Era cuestión de tiempo la pérdida de lealtades por parte de la burguesía criolla y su opción por la independencia.

Embajador del Perú en Panamá
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