Hechos y figuras del Canal de Panamá

Actualizado
  • 16/08/2020 00:00
Creado
  • 16/08/2020 00:00
La vía acuática cumplió ayer 106 años de existencia, pero el anhelo de unir dos océanos por la cintura de América viene de mucho antes. Un sueño que se gestó por siglos y en el que intervinieron grandes figuras de la historia
Un buque neopanamax ingresa a una de las nuevas esclusas del Canal ampliado.

El Canal de Panamá tiene una historia exitosa avalada por estadísticas de tránsitos de naves y tonelaje de mercancías que lo colocan como una empresa mundial, que respalda una ruta comercial entre las principales del mundo. Sus acciones son un escudo que respalda el nombre de un país y el de un pueblo que ha sabido desempeñar el protagonismo de las situaciones que ocasiona estar en el centro de la rosa de los vientos.

Con más de 106 años de funcionamiento, este paso entre dos mares tiene anales mucho más extensos en los que sobresalen accidentes geográficos, hechos y personajes. Ambiciones, envidias, dolor y sufrimiento, y hasta derramamiento de sangre.

En mi obra, Crónica 100 años del Canal de Panamá, cuento que son los volcanes los primeros que se oponen a los océanos. Tres millones de años atrás, la terrible actividad del Barú, junto a la de otros varios socios, que culminó con el terrible estallido del volcán de El Valle de Antón, terminan de cerrar la brecha entre las Américas. La cicatriz de un gran cráter nos muestra la terrible porfía entre esas montañas de fuego y las corrientes marinas que se negaban a ser represadas, pues querían seguir bailando al ritmo de los giros del planeta.

El istmo sigue creciendo en el período de intensas lluvias que forman numerosos ríos que arrastran sedimentos y forman llanuras y penínsulas. El fenómeno apoya a la prodigiosa naturaleza que dibuja una sinuosa figura adornada de verdor con un profundo golfo y una estrecha cintura donde se ausentan las tierras altas. Después dirían las leyendas que las divinidades marinas, dolidas con su derrota, las despojaron de la majestad de las montañas que de norte a sur forman la espina dorsal del continente. Pero al final, esa singular condición resultó un gran regalo.

Se puebla el lugar y estamos ya en el siglo XVI de nuestra era, y se da otro terrible choque, esta vez entre dos culturas: la de los conquistadores españoles y la de los pueblos indígenas. Se suceden fechas, 1501, llega navegando Rodrigo de Bastidas, en 1502 aparecen desde el norte las carabelas de Cristóbal Colón en su cuarto viaje. Pero es Balboa, en 1513, quien descubre el misterio que envuelve a esta tierra. Es la parte más estrecha del continente y es bañada por dos mares. El Atlántico, por donde llegó navegando, y el otro, un vasto océano al que nombran Pacífico.

Los reyes españoles identifican las oportunidades que le dan esas cualidades, y en 1519 Pedrarias funda la primera ciudad a orillas del Pacífico. Surge un nombre en lengua indígena. Fuerte, sonoro, Panamá. Será un sinónimo de facilidades.

Enseguida surge la ruta. Los años determinarán su importancia, pues además hay dos ríos el Grande y el Chagres. Este último es considerado como el más valioso del mundo en una crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo dirigida al rey Carlos V.

Por la ruta pasan hacia el sur esclavos negros, el trigo, la caña de azúcar, el café. Productos que son pagados por las nuevas colonias con el tomate, la papa, el oro y la plata que cambian la configuración de la población y la economía del viejo continente. Hay muchos más productos y muchas más consecuencias colaterales, como la desaparición de culturas indígenas, por la crueldad de los conquistadores, y por las enfermedades que también usaron el nuevo camino.

Pero en la historia no hay nada perfecto. El éxito tiene un precio y España acumula enemigos. Piratas ingleses, holandeses, franceses atacan Panamá, y en 1671 saquean la ciudad. Todo su esplendor se consume en un gran incendio.

Pero el desarrollo de la colonia española exige una nueva terminal. Y aunque las murallas en las ciudades pasaron de época, la nueva Panamá es terriblemente fortificada y con una puerta de tierra y otra de mar. Y entonces surge un arrabal que se convertirá en el juez de la historia.

Pasan años, siglos, y la ruta languidece por el monopolio comercial con que España acogota a sus colonias. Pero el siglo XIX trae la independencia, y un personaje eminente como Simón Bolívar con sus ideas atrae al istmo de Panamá como la pieza clave de un sueño de naciones. La Gran Colombia.

El nuevo siglo es un torbellino de ambiciones, de empresas y potencias. Amparado por tratados y doctrinas, Estados Unidos aparta a Gran Bretaña y construye un ferrocarril por el mismo sitio en el que años atrás se construyó un camino de piedras en cruces. Son tan osados que fundan una ciudad, Aspinwall. La ruta entre dos mares brilla nuevamente atrayendo a líneas de vapores que ven en Panamá un cruce multimodal. Pero a poco no es suficiente y entonces los franceses, con una mente abierta, sueñan con un canal.

Hacen un gran esfuerzo y traen lo mejor de su juventud y de su inteligencia, pero fracasan rotundamente. Corrupción, enfermedades tropicales y la falta de un plan coherente hacen que todo se desplome. El nombre de Panamá se asocia con fracaso y arrastra a la bancarrota a un héroe francés, Ferdinand De Lesseps, al que no le bastó el prestigio de construir el Canal de Suez.

Panamá misma es un caldero de emociones políticas a las que desanima el centralismo de Colombia. Esta condición de inestabilidad desemboca en una guerra que dura mil días y es un gran obstáculo para los sueños de grandeza de una nación que busca hacer del capital, el comercio y el militarismo, el motor del nuevo siglo XX. Estados Unidos impone un tratado de paz y al ver rechazado un tratado que le permite construir el ansiado canal, no se detiene y apoya la separación de Panamá de Colombia.

Nada detiene ya el sueño de la humanidad de separar el continente y construir un paso entre dos mares. No se escatiman esfuerzos ni recursos. Surge una gran figura, el presidente Teddy Roosevelt, que caza osos, tiene espíritu de marine y no admite titubeos. Cuando la obra tambalea, destituye a su hombre de confianza John Stevens y coloca las obras bajo un régimen militar.

Son diez años de continuos esfuerzos. Primero vencen al mosquito transmisor de la fiebre amarilla, traen miles de obreros negros antillanos de islas como Barbados, y Martinica, ya los jamaicanos llegaron cuando el ferrocarril. Se enfrentan al terrible corte Culebra. Usan más dinamita que en toda la Primera Guerra Mundial, y mediante la tecnología de trenes modifican a su beneficio la geografía local. Represan el Chagres y recolectan las aguas para formar el gran lago Gatún. Levantan poblaciones; Goethal, Gaillard y Gorgas son las figuras que comandaron esas obras que asombran al mundo.

Todo es majestuoso, construyen el Edificio de la Administración en las faldas del cerro Ancón. Imponente, mira al canal. Este tiene tres juegos de esclusas: Miraflores y Pedro Miguel, en el Pacífico, y Gatún en el Atlántico. En medio, el lago que durante diez años de obras crece y crece devorando orillas.

Los panameños miran asombrados lo que pasa. En qué lío se han metido... firmaron un tratado a perpetuidad, pero están ocupados en organizar una nueva república.

Entonces, en 1912 los extranjeros descubren que dentro de los terrenos que les cedieron viven miles de personas, hay poblados y es quizá la zona más próspera de Panamá. ¿Qué hacemos?, se preguntan. Desde Washington, el presidente William Taft firma un decreto. Desaparece “La Línea”. Más de 40,000 personas se ven obligadas a abandonar sus sueños y hogares. Es una tragedia que la historia no cuenta como se debe.

En 1914, el 15 de agosto se declara abierto el Canal de Panamá. Y se establece un estricto régimen de mejoras y mantenimiento que es continuo. Esta es la clave de este evento.

Al mismo tiempo surge la Zona, una franja que sigue a la zanja y que alberga a miles de trabajadores y donde se implanta un régimen nunca visto que pretende ocultar, con su prosperidad, orden y normas higiénicas, un terrible sistema discriminatorio donde todo el que es de raza blanca está por encima de los demás.

El Canal funciona como un reloj. Los panameños no están satisfechos y sienten que esa prosperidad es a costa de su bien más preciado: su posición geográfica. Durante años protestarán y lucharán por recobrar la soberanía de su territorio partido en dos.

El 9 de enero de 1964, los muchachos de los barrios se levantan bajo la sombra de su bandera y denuncian con letras de sangre el terrible enclave colonial que sufren desde 1904. Años después se firman los tratados Torrijos-Carter y desaparece la Zona del Canal, y en 1999 se cierran las últimas bases militares. El Canal es panameño.

En solo 20 años, Panamá asombra al mundo y maneja de la mejor manera la vía. Con apellidos como Manfredo, Quijano, Guardia, Zubieta y Vásquez lograron hacer una empresa competitiva con otras rutas marítimas. Generan por lo menos 10,000 empleos y en un solo año superaron toda la cantidad de dinero que Estados Unidos le dio a Panamá en 85 años en que operaron el canal.

Pero hay más. Panamá, manejando un plan maestro logra ampliar el cauce, y en el año 2020 ya han pasado 10,000 gigantescas naves por las nuevas esclusas. Somos canaleros, estamos orgullosos de nuestro canal.

106 AÑOS DE HISTORIA

Estos son algunos datos relevantes sobre el Canal de Panamá

La anualidad del Canal que era $ 1.1 millones en 1955 subió a $2.8 millones.

En 1979, en ventas a la Zona del Canal, Panamá recibió B/ 93.6 millones. Y en salarios a panameños en el canal $ 339 millones.

A fines de los 90 el 90 % de la mano de obra del canal era panameña.

Fernando Manfredo, primer administrador panameño del Canal señaló que “ el primer año de la transferencia el Canal aportó $ 80 millones a Panamá, suma superior a la recibida en toda su historia.

Los aportes del Canal ya llegan a los $ 1,700 millones anuales.

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