• 06/06/2021 00:00

Kikiriki

En esta gallera deplorable en la que han convertido el país, los dueños de los gallos nos lanzan a la arena sin espuelas y desplumados

No se equivoquen conmigo, a pesar de lo que ustedes pueden creerse soy una mujer sumisa y obediente. En serio, lo soy, soy capaz de seguir sin chistar a aquel que me demuestre que sabe lo que está haciendo, y no pondré una sola pega en seguir instrucciones cuando el que me las da no es el más tonto de la manada.

Ese es el problema, que, como buena loba alfa, necesito otro alfa. A mí lo de que el omega venga a tratar de imponerme sus sueños de opio me cabrea bastantito.

Venga, va, vale, dejo ya de desarrollar la alegoría porque comprendo que las metáforas requieren de un nivel de pensamiento complejo bastante elaborado y, visto lo visto en el patio de juegos limoso en el que se está convirtiendo este país, no hay demasiada gente que sea capaz de captar la profundidad de las imágenes concatenadas. Voy a traducirles esto a un lenguaje llano, a lengua romance corriente y moliente, a latín vulgar vamos: estamos siendo gobernados por cretinos.

Si esta palabra no les parece del todo apropiada para usarla refiriéndonos a la clase política panameña, puedo ofrecerles unos cuantos sinónimos para que escojan ustedes el que mejor les parezca: cafres, mamertos, majaderos, papanatas, insensatos, memos.

Aunque viendo lo que llevan haciendo con el país y la economía en estos casi dos años se podría pensar que no lo han hecho por ineptitud sino por simple y pura maldad, así que elijan ustedes cómo quieren denominarlos: golfos apandadores, malhechores, atracadores, forajidos, bandidos, perversos que siguen jugando con el pan y la sal de los honestos. Facinerosos que meditan las decisiones y que, con la excusa barata de estar velando por nuestros intereses, están escribiendo en la puerta del establo normas que solo benefician al autócrata mayor.

Mientras el resto de los habitantes de esta granja resollamos clavando nuestros cascos en el barro de la loma, esforzándonos en lograr llevar a buen puerto la carreta con todas nuestras deudas y obligaciones, la plana mayor se refocila en sus prebendas, trafican droga, se suben los sueldos y cobran todas las quincenas, mientras que los que trabajamos para vivir vivimos de sobresalto en sobresalto.

El toque de queda a las doce, el toque de queda a las diez, el toque de queda en San Felipe sí y en Santa Ana no, el hospital de campaña que todos pagamos se lo regalamos al país hermano mientras aquí restringen el horario de los restaurantes porque aumentan los casos y no habrá cama para tanta gente. Anuncian el anuncio anunciado y todo no es más que ruido vacuo.

Los burros vamos dando vueltas a la noria mes tras mes, persiguiendo la zanahoria de la moratoria, mientras los capos se reparten el pastel y acarician a sus perros falderos, que ladran dando saltitos al escuchar la voz del amo.

Estamos enredados en las patas de los caballos, aturullados mentira tras mentira, que el Teatro Balboa sí, que el Teatro Balboa no, que el Balboa, niña, lo desmantelo yo, para luego atrasar el juicio sine die, si quieres actuar, vete a la Cinta Costera, a la Cinta Costera no, niña, que te detengo yo por filmar sin autorización. Y el Anita Villalaz, que te prometí, una vez metido, nada de lo prometido y se lo doy a mis colegas, que eso ya estaba hablado, como todo en este circo patético.

En esta gallera deplorable en la que han convertido el país, los dueños de los gallos nos lanzan a la arena sin espuelas y desplumados, disfrutando como cochinos en lodazal mientras nos sacamos los ojos entre nosotros.

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