Una visita a la maravillosa ciudad de Segovia

Actualizado
  • 01/02/2021 00:00
Creado
  • 01/02/2021 00:00
La ciudad destaca por su ambiente atemporal. Al recorrer sus calles transitas por épocas históricas con hechos y personajes a ritmo de vértigo
La ciudad de Segovia fue conquistada por Roma durante la campaña militar dirigida por el cónsul Tito Didio, entre los años 98 y 94 a.C.

El cielo azul invernal de Segovia nos recibe. Enmarca todos los encantos de esta ciudad que pertenece a la Edad Antigua. Imagínese en los tiempos del Imperio Romano. Dejaron como huella el acueducto que es uno de los símbolos de este lugar que está a más de 1,000 metros sobre el nivel del mar al noroeste de Madrid, la capital de España.

La ciudad destaca por su ambiente atemporal. Al recorrer sus calles transitas por épocas históricas con hechos y personajes a ritmo de vértigo.

La historia, la arquitectura, la cultura son segmentos de viaje que mueven a millones de aventureros. Si le gusta este segmento del mundo del turismo, llegó a un sitio especial.

El acueducto es una maravilla. Fue construido en el siglo II d.C. Tiene 813 metros de largo, alcanza los 28 metros de altura y sostiene canales de 5.1 m. Llevaba agua a la ciudad desde un manantial distante a 17 km. Lo espectacular son los 167 arcos sobre pilares de piedras inmensas. Hasta hace poco aún brindaba agua.

Para construirlo se tomaron en cuenta la inclinación de las infraestructuras, los depósitos y la calidad del agua. Los romanos fueron expertos en el asunto.

Detenerse en la plaza de Azoguejo y contemplar la hazaña de ingeniería y cómo se levantaron esas piedras sin argamasa es emocionante. El Imperio Romano duró más de cuatro siglos y basó su grandeza en construcciones como esta. Y en la tecnología de llevar agua a cualquier lado, a su manera.

La ciudad pertenece a la región de Castilla y León. Se relaciona con los reyes de España y con tantos eventos que llevaron la supremacía de esos personajes en toda la península ibérica. Aquí comenzaron la ruta que los llevaría a tener un imperio donde no se ponía el sol. Con territorios en América, África, Europa y Filipinas.

Nos adentramos por estrechas calles en medio de edificios de principios y mediados del siglo XX. Tienen varios pisos, y balcones de hierro y un color rosa uniforme que viste muchos rincones de la ciudad. Se abren a la plaza mayor. Allí encontramos la estatua del poeta Antonio Machado, con el Teatro de Juan Bravo y la Catedral.

Este es un edificio medieval imponente. Su estilo obedece al gótico tardío y presenta bóvedas de 30 metros de alto y 50 metros de ancho. Lo majestuoso y sombrío de su interior, las luces de sus candelas, sus verjas y sus altares sobrecogen y nos dan una verdadera impresión de lo poderosa que era la Iglesia en los reinos de España. Su construcción comienza en 1525 y se termina 50 años después, en 1576. Está dedicado a Nuestra Señora de la Asunción.

Segovia te permite vivir una experiencia única. Poco a poco te das cuenta de que estás en un ciudad amurallada que domina todo el paisaje y que aprovechó la geografía para ubicar sus fortalezas, y la ciudad nueva sigue esas normas.

Hay tiendas de artesanías únicas por aquí, por allá. Y más arriba o más abajo, según lo abordes, nos encontramos con el imponente edifico del Alcázar.

Se trata de un castillo medieval que sirvió de refugio a reyes de Castilla. Imponente, con una torre central rodeada de garitas. Dentro tiene los salones reales, con estandartes y tapices.

Antes de su entrada vemos un monumento dedicado a los héroes artilleros Velarde y Daoiz y a los hombres y mujeres del pueblo madrileño que se enfrentaron al ejército de Napoleón aquel 2 de mayo de 1808. Fueron terribles los combates callejeros que tuvieron tintes de epopeya.

Desde allí se puede ver el paisaje que alguna vez recorrieran Don Quijote y Sancho. Seco, amarillento, surcado por caminos que se entrecruzan. Al contemplarlos pareciera que Cervantes aparecerá a tus espaldas. Por todo eso, Segovia es castellana.

Retrocedemos por otras calles y nos fijamos en las puertas de las casonas. Empotradas en los viejos muros, se visten de antiguos colores.

En una esquina encontramos una iglesia dedicada a San Miguel y data del siglo XV. Es de estilo románico con una placa que nos dice que allí fue coronada la reina Isabel de Castilla. La misma de Cristóbal Colón y que se relaciona con el descubrimiento de América.

Más adelante vemos otra iglesia dedicada a San Martín y con una estatua de Juan Bravo, un héroe de la ciudad en sus levantamientos contra el absolutismo real en 1521. La plaza tiene estilos arquitectónicos renacentistas interesantes.

Seguimos y los almacenes y los restaurantes nos ofrecen chocolates, vinos, dulces, y platos de corderos, pero son los tiernos cochinillos el plato distintivo del lugar.

Aparece la Casa de los Picos, del siglo XV y seguimos caminando entre turistas, gente abrigada, elegante pues era enero cuando sucedió nuestra visita.

Nos encontramos con mujeres gitanas. No son bienvenidas en los almacenes. Tienen mala fama.

La tarde cae, y nos vemos en nuestro punto de partida. Las sombras cubren el acueducto y este monumento nos regala otro aspecto. Imponente, adusto y como si sus piedras tuvieran vida nos llega un mensaje que atestigua el ingenio del hombre y la importancia del agua.

Es la hora de regresar y retomar el tren Ave, que nos retornará a Madrid. Son solo 64 kilómetros, y más de media hora de viaje. El viaje ferroviario se hace por un largo túnel de 28 kilómetros que atraviesa la sierra de Guadarrama, una de las grandes obras de ingeniería de los últimos años. Se inauguró en 2007.

Así, regresamos a Madrid con la satisfacción de haber visitado uno de los sitios más interesantes en el mundo. Y ya les hemos enumerado por qué.

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