Ana Elena Tejera: 'Resaltar la memoria nacional ayuda a crear una población más consciente'

Actualizado
  • 02/06/2020 00:00
Creado
  • 02/06/2020 00:00
La joven cineasta, actriz y psicóloga se alza como una de las representantes del séptimo arte panameño fuera de nuestras fronteras con su nuevo filme 'Panquiaco'. Conversamos con ella acerca del proceso de integrar la memoria histórica del país en la gran pantalla, para preservar todas las culturas nacionales

De bañarse en una tina de metal en Chitré, a ser una de las voces femeninas más potentes en la representación cinematográfica panameña, Ana Elena Tejera destaca una vez más por su ojo crítico y pasión detallista volcados a resaltar los orígenes de nuestra población indígena y sus aportes a nuestro presente. Panquiaco, su primer largometraje, fue presentado por primera vez en Panamá como parte de la cartelera de proyecciones del Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF) el pasado 25 de mayo. Sin embargo, Tejera ya tiene bajo su cinturón dos documentales laureados nacional e internacionalmente, y de igual manera su nueva producción fue aplaudida en el Festival de Cine de Rotterdam, uno de los más importantes en Europa. Emocionada y alegre, Tejera conversó con MIA, Voces Activas acerca de su esencia como cineasta, su entusiasmo por la identidad indígena de nuestro país y la importancia de crear una conciencia arraigada a la preservación de la memoria que contiene cada esquina de Panamá, desde sus selvas interioranas hasta los adoquines que adornan las calles capitalinas.

Ana Elena Tejera vive actualmente en Francia y está trabajando en un segundo largometraje.
¿Quién es Ana Elena Tejera y cuál es su esencia?

Soy una mezcla entre chitreana, chiricana y veragüense, pero con sentimiento colonense (risas). Nací en Chitré, de padre veragüense y madre chiricana, pero me críe amando el Caribe panameño y las costas de Colón. Mi sensibilidad siempre está enfocada a lo hermoso y a las dificultades, lo que me empuja a entender qué hay detrás de las situaciones, el porqué de sus orígenes. Me encuentro siempre buscando el pasado, tratando de darle sentido al presente.

Así mismo, desde pequeña me he sentido unida a la cultura indígena de diversas comunidades, o de afrodescendientes con quienes he trabajado muchos de mis proyectos. En Panquiaco me centré en la fascinación personal por la manera de pensamiento de las comarcas indígenas, quienes ven un alma en cada creación: plantas, rocas, mar, animales. Esa relación con los seres vivientes me hizo lograr adaptar mi cosmovisión dentro de mis trabajos de performance y la importancia de integrar la memoria cultural en el cine.

¿Cómo nace su unión con las culturas indígenas y afrodescendientes?

Desde niña, mis padres me adentraron al mundo con una necesidad de entender lo que me rodeaba, mi familia se desarrollaba mucho con la música y el teatro. No tengo ascendencia de estas culturas, sin embargo, las herramientas de mi niñez y mi crianza me ayudaron a abrir mi horizonte en busca de nuevas identidades que no conocía. Me siento vinculada con estas culturas porque creo que hay muchas formas de ver el mundo, y debe existir el respeto por las distintas interpretaciones de la realidad. Me duele el hecho de que esto no sea valorado en nuestra sociedad. De aquí sale mi interés por hacer cine que resalte las características propias de estas identidades culturales.

¿Considera que Panamá ha tenido avance en el respeto de las culturas en las artes?

Sí considero que ha ocurrido, ya que a diferencia de cuando era pequeña, cuando en el colegio nunca se mencionaba la historia de las comarcas, de sus tradiciones o mitología, ahora los artistas (ya sea de cine, plástica, entre otros) han sabido traer a la mesa de exposición estos temas que son importantes para que, como panameños, entendamos de dónde venimos. El respeto y la apertura que se ha dado, ha beneficiado a artistas indígenas con ojos tradicionales de sus pueblos, lo que aumenta su valor en la historia panameña.

Ya ha trabajado en otros proyectos del séptimo arte, pero ¿cómo fue volcar sus esfuerzos para llevar a cabo 'Panquiaco'?

La experiencia de rodar una película tiene muchas sorpresas e hice mis dos cortometrajes al mismo tiempo que completaba 'Panquiaco'. Fue una experiencia transformadora y se convirtió en un proceso de aprendizaje, para luego ser de reflexión durante la cuarentena. También, el trabajar con la población guna me permitió aprender sobre la vinculación del ser humano con las plantas y los animales, algo que traté de incorporar en la cinta.

Más allá de ser una producción difícil y muy programada –por el hecho de grabar con distintas comunidades indígenas, con personajes reales (como Cebaldo De León Smith, el protagonista) y en dos locaciones (Panamá y Portugal)–, fue un viaje de aprendizaje de cine y de vida. No estoy de acuerdo con las escuelas de cine cuando enseñan una estructura obligatoria que todos debemos seguir; pienso que el cine es una oportunidad de expresarse libremente y desarrollar el propio lenguaje, como el cineasta lo decida. Para mí, Panquiaco es una búsqueda de mi propio lenguaje cinematográfico.

¿Cómo ha sido su camino en el séptimo arte hasta ahora?

La Ana Elena que empezó no es igual a quien soy hoy. Considero que la experiencia es, en parte, más valiosa que la educación formal. Para ser cineasta tienes que ver cine, eso fue lo que me ayudó mucho a desenvolverme en este ámbito. También, poder ver otros lenguajes y formas de contar historias fue un gran apoyo para mi desarrollo, sin embargo, nada vence a la experiencia de la práctica y error, aprender cómo funciona y marcar la ruta que se va a llevar a cabo.

Cada vez que hago una obra de cine o performance siento que mi visión artística evoluciona, no se mantiene estática y aprendo más haciéndolo de lo que podría aprender de otras maneras más convencionales.

Hablemos un poco sobre el Festival de la Memoria. ¿Cuál es su objetivo dentro de la escena cultural nacional?

Nace hace algunos años cuando encontré algunas películas en mal estado, que pertenecían a la memoria panameña, y decidí llevármelas a Barcelona (donde residía en ese momento) y comencé a restaurarlas. En la restauración me di cuenta de que existían muchos archivos de la historia panameña que estaban ignorados, y pensé que si a mí me habían enseñado tanto –a pesar de que en el colegio nunca aprendí mucho sobre Omar Torrijos Herrera y la escena nacional en los años 70–, el ver los archivos fue como una segunda escuela, una oportunidad para valorar la historia de mi país que muchas veces es ignorada.

Quise llevar las imágenes a los lugares donde habían sucedido los hechos para añadir valor a las comunidades y contextualizar áreas urbanas con hechos políticos registrados. Todo esto combinando instalaciones, imágenes de archivo y performance con personas relacionadas al momento plasmado, incluyendo el 9 de enero de 1964 (donde contamos con la reja original y personas que vivieron la lucha estudiantil), las zonas de El Chorrillo y Santa Ana (hablamos sobre el paso del tiempo en estos lugares y el desalojo de las familias) e incluso sobre el tiempo cuando los militares panameños no podían pasar por la Zona del Canal en los años 70, y obtuvimos apoyo del Senafront. Resaltar la memoria nacional ayuda a crear una población más consciente de lo que pasó, en lugares por los que acostumbramos a transitar diariamente en el presente.

¿Cómo cree que el 'performance' puede contribuir a la educación de la memoria de la población?

El performance es una interpretación real de algo que sucede; las personas trabajan con su propia vida e historias para integrar al espectador en la presentación, lo que hace que haya un mayor entendimiento de lo que pasa en ese preciso momento; se convierte en una herramienta educativa, algo que los colegios podrían implementar en los estudios. Hay otras formas de aprender la historia de nuestro país más allá de libros y clases tras unos escritorios.

¿Cuál es el aspecto más importante a tomar en cuenta cuando se trabaja en una obra artística sobre memoria cultural?

Lo más importante es conocer cómo el hecho afectó la historia de la comunidad en la que se basa la obra. En caso de un performance, la clave es destacar con conocimiento real, cómo las situaciones que sucedieron en el lugar han dado forma al pensamiento que mantienen los pobladores con respecto a dicho espacio. Siempre preguntarnos, ¿cómo puede esta obra impactar positivamente el futuro de este lugar? Escuchar a los demás es la mejor manera de darles su lugar y respeto en medio del proceso.

¿Cómo convergen sus diferentes facetas (cineasta, actriz, 'performer', psicóloga) en sus creaciones?

Con Panquiaco muchas personas me preguntaban que cómo pensaba incluir una cinta que fuera documental, ficción y aspectos de videoarte, pero aprendí a aceptar mi proceso sensorial, con lo que logro integrar diferentes elementos: sonidos, imágenes, olores, y otros. Cuando integramos estos elementos como partes clave en el desarrollo de la historia de un personaje, le damos más profundidad de la que podría tener si solo se le coloca frente a la cámara o el público, es así como muestro mi proceso psicológico, cineasta y actoral en diferentes lenguajes dentro una misma obra.

¿En qué se basa la historia de 'Panquiaco'?

Hace tres años estuve haciendo una investigación sobre mitología y cultura indígena, lo que me llevó a interesarme por el personaje de Panquiaco de esta comarca. Él fue quien acompañó a Vasco Núñez de Balboa en su descubrimiento del Mar del Sur en Panamá, pero nunca se habla de él en el sistema educativo normal, mientras que Balboa tomó hasta nuestra moneda nacional. Entonces, pensé que hemos tomado muchos héroes españoles o estadounidenses, pero no le damos el foco a los de nuestro país.

Para los gunas, el mito de Panquiaco se desarrolla cuando él acompaña a Balboa y descubren el mar, entonces el mar le dice a Panquiaco: “¿qué me has hecho? Me destruiste”, haciendo hincapié en el futuro comercial e invasivo que surcaría sus aguas para llegar a nuestras costas y las de los demás países latinoamericanos. Es entonces cuando Panquiaco, sintiendo inmensa tristeza, se entrega al mar. La cinta se basa en una historia de división y marca la identidad de la misma, la identidad de nosotros como panameños y lo que eso representa más allá de los dos mares. Al trabajar con Cebaldo (quien protagoniza la película y vive en Portugal, pero es descendiente de Guna Yala), nos dimos cuenta de que sufríamos el mismo problema de identidad cultural, una notoria división entre de dónde venimos y dónde nos encontramos, así como la nostalgia de un Panamá que ya no existe y que nunca conocimos realmente; todo eso marcó la esencia de la cinta de inicio a fin.

¿Y después de 'Panquiaco' qué vendrá?

Bueno, me encuentro en producción de un nuevo largometraje basado en la época militar panameña, de la cual tampoco se habla lo suficiente en el país –más allá del conocido “tiempo de Noriega”–. Ahora tengo una investigación en Francia, donde obtuve una residencia artística por dos años, y la película se encuentra en postproducción con un equipo especializado. Se basa, más que nada, en las historias de las familias que tuvieron miembros enlistados en la milicia que residían en Panamá y cómo fueron sus afectaciones durante aquella época.

Con la presencia de diversos festivales que apoyan el séptimo arte panameño, ¿en qué estado considera que está su nivel de producción?

Los festivales y fondos destinados para la producción son grandes aliados para los cineastas, quienes han contribuido con muy buenas obras últimamente. Aún así, creo que a la industria del cine en Panamá le hace falta más círculos de crítica profesional, de enseñanza de cine reflexivo o independiente que nos ayude a generar ojos críticos para crear buen cine.

Debemos abrirnos más a la crítica, porque es importante tener esos espacios para reconocer a quienes muestran sus películas; mostrarlas es como estar desnudo, porque tu cinta eres tú, tus conflictos, dudas, pensamientos, sentimientos, puntos de vista, y es bueno entrar en el viaje de los demás siendo positivos.

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