En el Día Internacional del Trabajador, saludamos al Club Argentinos Juniors

Lo he dicho una y mil veces: el fútbol es mucho más que un deporte en el que 22 locos patean un balón, con mayor o menor fortuna; con mayor o menor talento. El fútbol, además de un deporte, es un factor de pertenencia social, un espacio de magia, un refugio de valores muchas veces olvidados o abandonados en cualquier recodo del camino. Si bien el fútbol, como hoy lo disfrutamos y padecemos, se ha convertido en un negocio monstruoso, aún guarda aristas que nos sugieren otra cosa. Argentinos Juniors, equipo en el que nació Diego Armando Maradona, es un claro ejemplo de ello. Su origen fue obrero. Su orgullo también.

En un principio, eran dos equipos rivales, aunque amigos: Mártires de Chicago, de Villa Crespo, y Sol de la Victoria, de La Paternal, ambos barrios del oeste de Buenos Aires. Lo de Mártires de Chicago viene del asesinato judicial de los cinco sindicalistas de Chicago que habían participado en la huelga de Haymarket por la jornada laboral de ocho horas diarias. Justo lo que hoy, Primero de Mayo, conmemoramos. Por su parte, el equipo Sol de la Victoria debía su nombre al himno de los socialistas italianos, compuesto en 1886 (el mismo año de la huelga de Haymarket), en el que se hablaba de la ‘bandera libre' sobre la que resplandecía ‘el sol del porvenir'.

En 1904 ambos equipos de raigambre obrera, compuestos en su mayoría por anarquistas y socialistas, se fusionaron en uno. No daban con el nombre y por eso surgió una denominación exagerada y engorrosa: Asociación Atlética y Futbolística Argentinos Unidos de Villa Crespo. Sus siglas eran excesivas: AAFAUVC y en la imprenta que debía hacerles el sello, se quejaron por la longitud de sus siglas. Dicen que el propio trabajador de la imprenta les propuso una reducción: Asociación Atlética Argentinos Juniors. Así quedó bautizado. En cuanto al color de su camiseta, nadie lo disputó: tenía que ser rojo. Y con ese color el club viviría un tiempo de peripecias, glorias y altibajos. Fue tres veces campeón de Argentina y una vez campeón de la Libertadores de América. Perdió una Intercontinental contra la todopoderosa Juve en una infortunada tanda de penales, luego de un partido brillante que finalizó dos a dos.

Además, Argentinos Juniors quedará siempre en la historia como la institución que formó al más mítico equipo infantil de todos los tiempos, los imbatibles Cebollitas de 1973 y 1974. El dirigente que tenía que inscribir al club en el torneo de su debut, no se atrevió hacerlo con el nombre Argentinos Juniors, pues se sentía inseguro de los posibles resultados. Por eso, los inscribió bajo un nombre que los hiciera pasar un tanto desapercibidos: Los Cebollitas. Las inseguridades del dirigente quedaron pulverizadas con los resultados de la maquinaria futbolística de Los Cebollitas, que llegaron a tener una impresionante racha invicta de 136 partidos, muchos de ellos ganados con resultados aplastantes.

El capitán de ese equipo, un zurdito nacido en Villa Fiorito fue el mismísimo Diego Armando Maradona que, más tarde, a los 15 años debutaría en el primer equipo de Argentinos. Pero no solo Diego se formó allí. Otros nombres ilustres nacieron en Argentinos: Sergio Batista, Claudio Borghi, Esteban Cambiasso, Fernando Redondo, Juan Román Riquelme, Andrés Dálessandro o Diego Placente. Además hubo un panameño ilustre que destacó en las huestes de Argentinos. Armando Dely Valdés había iniciado su carrera en Técnica y Deportes de Colón y pasó en 1983 a las filas de Argentinos. Allí lo bautizaron como Pelé Dely y ganó tanto títulos locales como internacionales. De hecho, suyo fue el gol que le daría a Argentinos el título de la Copa Interamericana, contra el campeón de Trinidad.

Hay algo en el espíritu de Argentinos que guarda las huellas de los fundadores del club. El espíritu trabajador y colectivo; y el uso preferencial de la cantera. Si el Ajax es el rey de la cantera con 1,751 partidos consecutivos alineando al menos un jugador formado en ella, Argentinos Juniors no está demasiado lejos, con 1,667 partidos consecutivos alineando por lo menos a un jugador salido de su cantera.

Parte del espíritu original, de barrio, de alma pobre pero inmensa.