Pelé en Netflix

Actualizado
  • 11/03/2021 00:00
Creado
  • 11/03/2021 00:00
Conocido en todo el mundo como el Rey, el extraordinario jugador brasileño reclamaba desde hace rato su propio documental. Recién estrenado en Netflix, el filme muestra a un astro vulnerable y reflexivo, capaz de transmitir tanto su genialidad sobre el césped, como evadir sus severas limitaciones dentro de su vida familiar y política
El jugador sigue siendo un ícono internacional del fútbol.

Antes de ser una leyenda conocida en todo el mundo, y un futbolista celebrado por todos, Pelé fue lustrabotas. Esta es la trayectoria que nos deja ver el documental simplemente titulado Pelé. En él, seguimos al gran jugador desde sus orígenes humildes hasta su presente octogenario y físicamente limitado. A nivel futbolístico, el documental se centra esencialmente en la participación de Pelé en los mundiales (estuvo en cuatro y ganó tres de ellos, 1958, 1962 y 1970, convirtiéndose en el único jugador de la historia en alcanzar semejante logro). Pero Pelé fue mucho más que un ganador de copas mundiales. Su juego encandiló a millones, mientras parecía reinventar la manera de jugarlo.

Su origen estuvo en una familia muy humilde. Su papá, “Dondinho”, fue un jugador del Atlético Mineiro, tempranamente frustrado debido a severas lesiones. De allí pasó al BAC, y la familia entera se mudó de Minas Gerais a Bauru, en Sao Paulo.

A los diez años, Pelé vivió la agitación del Mundial de 1950, realizado en Brasil. Y de paso experimentó el dolor extraordinario de las multitudes de compatriotas luego de la derrota en la final, ante Uruguay. De hecho, Pelé, después de ver llorando a su padre por la debacle de la selección nacional, le hizo una promesa sin tener la más remota idea de cómo cumplirla: “cuando sea grande voy a ganar un mundial para ti”.

Waldemar de Brito, quien jugó la Copa del Mundo de 1934 con Brasil, fue el que trabajó con intensidad para pulir el juego del talentoso jovencito. En ese entonces, ya Pelé no era lustrabotas; trabajaba en una fábrica de zapatos ganando un par de dólares al día para apoyar a la economía doméstica. Fue de Brito quien tuvo que convencer al papá de Pelé para que lo dejara probarse como jugador juvenil en el Santos. Aquel fue el principio de un despliegue descomunal. Durante su carrera, cimentó y ensanchó el llamado “jogo bonito” característico de los brasileños. En el Mundial de 1958 fue elegido el mejor jugador joven, con solo 17 años. Mientras que en México 1970 fue escogido el mejor jugador del torneo.

Jugó en el Santos entre 1956 y 1974. Fue en 1962 y 1963 campeón del mundo de clubes al obtener dos veces seguidas la Copa Intercontinental, venciendo a los entonces campeones europeos Benfica y Milán.

Y si te estás preguntando por el Balón de Oro, en el tiempo de Pelé solo podían optar al galardón los jugadores europeos. Pero más allá de ese límite, la revista France Football le dio un premio honorífico a Pelé por el conjunto de su carrera futbolística. Además, la prestigiosa publicación reveló que si los jugadores sudamericanos hubieran podido optar al premio en esos años, Pelé lo hubiera obtenido en 1958, 1959, 1960, 1961, 1963, 1964 y 1970. Nada menos que siete trofeos.

Después de retirarse del fútbol activo, Pelé hizo de todo. Intentó cantar y ser actor. Hizo publicidad de computadoras y de Viagra. Fue esencial en popularizar el fútbol en Estados Unidos. La ONU lo nombró ciudadano del Mundo en 1977, y embajador para la Ecología y el Medio Ambiente en 1992. La Unesco lo distinguió con el título de embajador de Educación, Ciencia, Cultura y Buenos Deseos en 1994. Fue además ministro extraordinario de Deportes del gobierno brasileño entre 1994 y 1998, caballero de honor del Imperio Británico en 1997 y embajador del Deporte en el Foro Económico Mundial de 2006. Durante 1999, el Comité Olímpico Internacional le dio la distinción de mejor deportista del siglo XX. En 2003 la Comisión de Fútbol de la FIFA lo eligió como mejor futbolista del siglo XX.

Y si en incontables ocasiones, aficionados, periodistas y curiosos del fútbol compararon a Pelé con Maradona, quizás también deberíamos cotejar los documentales de ambos astros futboleros, creados y difundidos en la misma plataforma de streaming. Tal vez la mayor diferencia entre ambos documentales sea el nivel de morbo que transmiten. Si bien en el caso de Maradona, el documental se extendía excesivamente en la vida personal del genial futbolista argentino y sus múltiples problemas con las drogas, en el caso de Pelé el documental está vertebrado en una larga entrevista con el gran exjugador, mostrando un perfil más bajo, cordial y sencillo; incluso rozando la modestia, casi carente de controversias y situaciones extravagantes.

Sin embargo, en el pietaje de su documental, Pelé demuestra su genialidad en la cancha, su irreverente sangre fría para hacer lo impensable en medio de circunstancias de una responsabilidad electrizante, como la final de una Copa del Mundo. De hecho, lo que uno extraña al ver el documental Pelé es más fútbol. Más jugadas memorables. Más quiebres impensables. Más goles.

En cuanto a su tormentosa vida personal, Pelé elude en gran medida hablar de ella. Pero resulta inevitable el abordaje de su tibia relación con la cruenta dictadura militar de Brasil. Nunca fue Pelé un claro opositor de la dictadura. Nunca usó su nombre para repudiarla o respaldar a sus compatriotas, muertos, presos o desaparecidos. Por ello, durante el documental, su viejo compañero Cajú expresa: “Siempre he pensado que Pelé se comportó como el dócil hombre negro que responde 'sí, señor' y lo acepta todo sin responder o cuestionar”.

Las críticas del documental deben entenderse con plenitud de contextos. Tenemos que visualizar que en esa época había atletas negros enfrentándose con crudeza y gran valentía a los poderes establecidos, mientras arriesgaban mucho en el camino. Muhammad Ali fue arrestado y despojado de su título por oponerse a ser parte de la guerra de Vietnam, mientras los atletas de pista y campo Tommy Smith y John Carlos fueron suspendidos (y luego socialmente castigados) por levantar el puño en el podio durante los Juegos Olímpicos de México (1968) en señal de protesta contra el racismo en Estados Unidos.

Incluso en nuestros días, hay deportistas que se ven castigados por manifestarse públicamente de manera solidaria (Colin Kaepernick es un buen ejemplo) y no hace mucho hubo un cruce de palabras entre Lebron James y Zlatan Ibrahimovich, cuando este último, de manera algo estúpida, le exigió silencio político a Lebron, para concentrarse exclusivamente en su camino deportivo. Quizá por eso llama tanto la atención la pasividad de Pelé, quien en el documental expresa sin mayor poder de convencimiento: “Ayudé más a mi país como futbolista de lo que lo habría hecho como político”.

Viendo el documental, uno vuelve a observar el excelso juego de Brasil a lo largo del mundial de México 70 y una vez más nos queda la sensación de estar viendo demasiado poco. Hay una desproporción informativa entre el futbolista como tal y el personaje. Si bien, Pelé como personaje público dista mucho de ser una fábrica de novedades o grandes controversias, en cambio sí se trató de alguien que con su genio fue capaz de revolucionar el fútbol. Y esa es la revolución técnica y poética que se extraña en este documental, ya que se entrega a cuentagotas, dejando al público con dolorosa sed.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus