Homenaje a una tormenta roja

Actualizado
  • 05/06/2019 02:01
Creado
  • 05/06/2019 02:01
Finalizó la Champions y estamos a punto de entregarnos a la mayor nostalgia, combinada con un agudo síndrome de abstinencia futbolera (no importa que estemos a la vuelta de la esquina del Mundial Femenino, la Copa América y la Copa de Oro)

La propuesta futbolística de Jürgen Klopp ha servido para generar admiración en el mundo del fútbol. Admiración que ha sido bautizada con nombres diversos. En Alemania surgió el término gegenpressing para definir la presión sofocante de los equipos de Klopp, mientras en Inglaterra se acuñó el término storming football (fútbol tormenta) para definir los contragolpes tempestuosos que nacen de los pies de sus jugadores, al recuperar la pelota e iniciar un tránsito de vértigo hacia la portería enemiga. En alguna ocasión, Klopp dijo que ‘el fútbol del Barcelona es como la música de orquesta, pero yo prefiero el heavy metal. El de ellos es fútbol de serenidad y yo quiero fútbol de lucha'.

No hace mucho, en medio de una conferencia sobre la evolución del fútbol, el estratega del Liverpool definió en un inusual concepto, una de las claves del fútbol que defiende: ‘el mejor 10 del mundo es la presión después de la pérdida'. Lo que quería decir el estratega es que la pausa debe ser vencida por el vértigo, que el fútbol debe ser una apuesta por la verticalidad, que la figura del ‘10' generador de juego y alimentador de sus delanteros, podría pasar a segundo plano, que el tránsito entre recuperar el balón y llegar a la portería contraria podía ser más peligroso y letal que las artimañas de un clásico ‘10'. Puedes estar de acuerdo o no con las ideas de Klopp. Pero no se puede soslayar que las transiciones del Liverpool pueden ser espectaculares y mortales. Ninguno de sus mediocampistas es excesivamente talentoso, pero saben moverse como un organismo solidario, inteligente y capaz de reaccionar con eficacia ante distintas situaciones. Además cuenta con laterales de una profundidad ofensiva extraordinaria, capaces de galopar todo el terreno para luego retornar a posiciones defensivas sin mayores daños ni problemas. Es un fútbol que abraza la belleza del vértigo; capaz de construir cierta armonía frenética.

Todavía es muy pronto para hablar de paradigmas al referirnos al fútbol del Liverpool, es decir de Klopp. En primer lugar, no todos los jugadores son capaces de encajar en un modelo que exige las virtudes atléticas de corredores olímpicos durante sus transiciones de vértigo, y tampoco todos poseen la disciplina para presionar con la ferocidad y espíritu colectivo de una manada de lobos. Del mismo modo no todos los jugadores estaban hechos para el Barça de Guardiola, por sus exigencias de circulación, posesión y toques constantes. Lo que queda muy claro, es que hay dos lenguajes enfrentados que parecen predominar en este momento: la posesión de Guardiola y la impetuosa verticalidad de Klopp, que no admite jugadores con exceso de amor por retener la pelota o demasiado proclives a las transiciones horizontales. Lo cierto es que la evolución utiliza muchas vías.

Otra clave para el deslumbrante éxito del Liverpool, según la mente analítica de Arsene Wenger, legendario entrenador del Arsenal, es su profundo sentido solidario y el infatigable espíritu de lucha que los anima. Y si bien la final de la Champions no vio el mejor fútbol del Liverpool (tampoco el del Tottenham, claro) no podemos dejar de lado que los súbditos de Klopp vencieron en el camino a la final al Paris St. Germain, Bayern Munich y Barcelona, superando obstáculos y circunstancias que parecían inalcanzables. Así llegó su sexta Champions. Para Wenger, al igual que muchísimos otros, este espíritu combativo emana de la propia esencia de clase trabajadora que representa a la ciudad. Un ejemplo claro, en apariencia folklórico, pero muy significativo, se dio en los días previos a la final de la Champions, jugada en Madrid. Un día antes del partido, la hinchada roja, se ‘tomó' la plaza Margaret Thatcher de Madrid (la verdad, tendríamos que preguntarnos a quién, dentro del municipio madrileño, se le ocurrió la idea delirante de bautizar ese espacio público con el nombre de la esperpéntica ex gobernante británica) y lo primero que hizo fue rebautizar la plaza con el nombre de Jeremy Corbin, líder laborista inglés. Los hinchas del Liverpool no olvidan los recortes de los derechos sindicales y las terribles políticas conservadoras de la Thatcher, que golpeó con extrema dureza a los astilleros de la ciudad y a sus trabajadores, generando una fétida oleada de desempleo y miseria.

Así, como sus hinchas, es este Liverpool FC., guiado por Klopp: solidario en espíritu, implacable en la cancha, vertiginoso de corazón.

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