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- 31/08/2013 02:00
¿Podríamos estar en la cúspide de la siguiente crisis económica? Por si no lo han notado, las últimas advertencias provinieron de Brasil e India, cuyas monedas están bajo ataque. Si el ataque se propaga a la mayoría de los ‘mercados emergentes’ y países en desarrollo, que representan alrededor de la mitad de la economía mundial, el efecto en la frágil recuperación global sería devastador. Ésas son las malas noticias; las buenas son que —por el momento— ésa posibilidad se considera lejana.
Primero, un poco de orientación.
Brasil representa casi el 3% de la economía mundial, India, casi el 6%, según cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI). En meses recientes, los inversores han retirado los depósitos de bancos locales y se han deshecho de bonos y acciones locales. Venden sus bienes en reales brasileiros y rupias indias por otras monedas —supuestamente, en su mayor parte, dólares— y envían los fondos a otra parte. Vender la moneda rebaja su valor. Las ventas de pánico en esos y otros países deprimirían más los precios de las acciones locales, la confianza y el consumo. El mercado de valores de Brasil ha caído un 20% y el de India, alrededor de un 8%.
Estos flujos de dinero al exterior revierten parcialmente los flujos al interior de 2010 y 2011, cuando los países de mercados emergentes atrajeron más de $1 billón de inversores globales, según cifras del FMI. ‘Los diferenciales en las tasas de interés eran enormes,’ dice el economista del Peterson Institute, Arvind Subramanian. ‘En Estados Unidos, se obtenía entre un 1 y un 2%. India ofrecía entre un 9 y un 10% en depósitos en rupias.’
Durante un tiempo, los inversores globales se enamoraron de los mercados emergentes. Existió la sensación de que ‘los mercados desarrollados [Estados Unidos, Europa] eran arriesgados y que los mercados emergentes estaban libres de riesgo,’ dice Ángel Ubide, también del Peterson Institute. Los países de mercados emergentes crecerían con mayor rapidez; habían adoptado políticas económicas sensatas de baja inflación y déficits presupuestarios manejables. Muchos se beneficiarían con el incesante ascenso en la demanda global de materias primas. Brasil parecía especialmente favorecido, por ser el mayor proveedor de soya, azúcar, hierro y café. Los países de mercados emergentes parecieron un destino lógico para los inversores que buscaban rendimientos más altos.
Pero ya no. En la medida en que hubo una ‘burbuja’ de los mercados emergentes, ésta ha estallado. La opinión generalizada de ayer no es la de hoy. Las políticas económicas resultaron no ser sensatas —ni sostenibles. La inflación de la India es de alrededor del 10%, y su déficit presupuestario representa alrededor del 8% de su economía (producto bruto interno). A diferencia de lo que se esperaba, los precios de las materias primas no han subido inexorablemente. El crecimiento económico ha decepcionado. En 2012, el PBI de Brasil creció sólo un 0.9%, mientras que en 2011 creció un 2.7% y en 2010, un 7.5%. La historia de China es similar: el crecimiento se ha ralentizado, las políticas parecen menos sanas.
La reevaluación de los inversores mundiales fue desencadenada, aparentemente, por la posibilidad de que la Reserva Federal redujera sus $85,000 millones de compras mensuales de bonos. Eso significa menos dinero para respaldar los precios de las acciones en el mundo, incluyendo los mercados emergentes. Los funcionarios brasileros y otros, se quejan de que la política de la Fed los afecta: primero, una avalancha de dinero alimenta un crédito fácil y precios de acciones más altos; después, una salida de fondos hace lo opuesto. Las acciones de la Fed inevitablemente hacen que los inversores reevalúen sus portafolios, dice Ubide. También considera que Turquía y Sudáfrica son vulnerables al cambiante sentimiento de los inversores.
Aún así, Ubide y muchos economistas dudan que se produzca un resultado catastrófico. ‘No hay un riesgo serio de una gran crisis global,’ dice Subramanian. Eso podría ocurrir si las ventas descontroladas en ese mundo agotaran las reservas en moneda extranjera (mayormente dólares) de esos países, las que, en última instancia, les permiten importar productos. El comercio y la producción mundiales se derrumbarían. En cambio, dice Subramanian, la agitación actual del mercado refleja un ajuste inevitable a una política de la Fed más normal. En un informe para clientes, Capital Economics, una firma consultora, dice que los países de mercados emergentes poseen defensas contra una crisis más amplia: altas reservas en moneda extranjera; deudas bajas en moneda extranjera; monedas más flexibles.
Todo eso suena tranquilizador —y probablemente lo es. Pero sigue habiendo dudas. Toda crisis financiera importante de los últimos 20 años comenzó con algún hecho menor, cuya importancia pareció aislada: la debilidad del baht tailandés en el verano de 1997; los problemas en el mercado norteamericano por las hipotecas ‘riesgosas’ en 2007; la información errada de Grecia sobre su déficit presupuestario en 2009. ¿Podría ser esto un nuevo caso de ‘déjà-vu’?
LA COLUMNA DE ROBERT J. SAMUELSON