El presidente Mulino cuestiona lo poco enérgicas que son las medidas cautelares de los jueces de garantías
- 02/09/2011 02:00
NUEVA YORK. V ivimos en una época de vértigo. A pesar de la riqueza total sin precedentes del mundo, existe una gran inseguridad, un gran malestar y una gran insatisfacción. En Estados Unidos, una amplia mayoría de los norteamericanos cree que el país está ‘en el camino equivocado’. El pesimismo se disparó. Lo mismo es válido en muchos otros lugares.
Frente a este contexto, llegó la hora de volver a considerar los motivos básicos de felicidad en nuestra vida económica. La búsqueda implacable de un mayor ingreso está conduciendo a una desigualdad y a una ansiedad sin precedentes, y no a una mayor felicidad y satisfacción en la vida. El progreso económico es importante y puede mejorar marcadamente la calidad de vida, pero sólo si es un objetivo que se persigue junto con otros.
¿De qué manera nuestra vida económica se puede reordenar para recrear una sensación de comunidad, confianza y sustentabilidad ambiental?
He aquí algunas de las conclusiones iniciales. Primero, no deberíamos denigrar el valor del progreso económico. Cuando la gente tiene hambre, carece de las necesidades básicas como agua potable, atención médica y educación, y no tiene un empleo digno, sufre. El desarrollo económico que alivia la pobreza es un paso vital para fomentar la felicidad.
Segundo, la búsqueda incesante del PIB el cual aumentó marcadamente en los últimos 40 años; no así la felicidad. Por el contrario, la búsqueda inquebrantable del PIB llevó a grandes desigualdades en materia de riqueza y poder, alimentó el crecimiento de una vasta subclase, sumergió a millones de niños en la pobreza y causó una seria degradación a mbiental.
Tercero, la felicidad se logra a través de una estrategia equilibrada frente a la vida tanto de parte de los individuos como de las sociedades.
Cuarto, el capitalismo global plantea muchas amenazas directas a la felicidad. Está destruyendo el medio ambiente natural a través del cambio climático y otros tipos de contaminación, mientras que una corriente implacable de propaganda de la industria petrolera hace que mucha gente desconozca esta situación. Los medios masivos se han convertido en lugares desde donde transmitir los ‘mensajes’ corporativos, muchos de ellos manifiestamente en contra de la ciencia, y los norteamericanos padecen un creciente rango de adicciones de consumo.
La publicidad masiva contribuye a muchas otras adicciones de consumo que implican grandes costos para la salud pública, entre ellas un tiempo excesivo frente al televisor, apuestas, consumo de drogas, tabaquismo y alcoholismo.
Quinto, para promover la felicidad, debemos identificar los muchos factores más allá del PIB que pueden aumentar o reducir el bienestar de la sociedad. La mayoría de los países invierten para medir el PIB, pero gastan muy poco para identificar las causas de la mala salud, la caída de la confianza social y la degradación ambiental.
La búsqueda demencial de ganancias corporativas nos está amenazando a todos. Sin duda, deberíamos respaldar el crecimiento económico y el desarrollo, pero sólo en un contexto más amplio que promueva la sustentabilidad ambiental y los valores de la compasión y la honestidad que se necesitan para generar confianza social.