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- 26/05/2013 02:00
SAN DIEGO. Supongo que estás de acuerdo con la idea de que —considerando los cambios demográficos— sería positivo descongelar la fría relación entre los latinos y los republicanos. Sin embargo, tu falta de competencia y de sensibilidad durante la debacle, Jason Richwine ha traído un nuevo frente frío.
¿Qué sentido tiene tender puentes entre los latinos y el Partido Republicano, si uno de los principales centros de investigaciones conservadores de la nación los hace explotar en añicos? Francamente, no me importa en lo más mínimo si los latinos nunca vuelven a votar por un candidato republicano.
Lo que me importa es lo siguiente: que los electores latinos tengan claro que emitir un voto tal es una opción viable. Quiero que los latinos tengan posibilidades y sean cortejados por ambos partidos. De lo contrario, serán irrelevantes políticamente; un partido no los tendrá en cuenta y el otro, no los valorará y dará su apoyo por sentado. La competencia mantiene a todos alerta.
ANÁLISIS DESACREDITADO
Ése es el daño colateral del Affair Richwine. He aquí lo sucedido: Jason Richwine era, hasta hace poco, un analista senior de políticas de la Heritage Foundation y co-autor de un estudio categóricamente desacreditado, que sostenía que la propuesta de ley de inmigración del Senado costaría a los contribuyentes unos $6,3 mil millones de dólares durante el próximo medio siglo. Recientemente se reveló que Richwine —en su disertación para obtener un doctorado en la Escuela de Gobierno de Harvard, en 2009— presentó el argumento de que los inmigrantes hispanos y sus descendientes estaban eternamente destinados a ser menos inteligentes que los blancos. Escribió lo siguiente: ‘Los inmigrantes que viven en Estados Unidos hoy no tienen el mismo nivel de capacidad cognitiva que los nativos’. Nadie sabe si los hispanos alcanzarán alguna vez una paridad de cociente intelectual con los blancos, pero la predicción de que nuevos inmigrantes hispanos tendrán hijos y nietos con cociente intelectual más bajo es difícil de refutar.’
No es difícil, en realidad. Porque, a excepción de los cuentos que leo a mis hijos antes de irse a la cama, no hay bolas de cristal. Una cosa es comparar el cociente intelectual de inmigrantes y nativos. Otra, es predecir el puntaje de los biznietos de ese inmigrante en una prueba de cociente intelectual realizada dentro de 100 años.
Ese tipo de mentalidad es desagradable, racista y familiar para todo aquel que tenga una comprensión incluso rudimentaria de los inmigrantes alemanes, irlandeses, italianos y judíos en su época.
Entonces, con los trapos sucios de uno de sus analistas de políticas ondeando al sol, la Heritage Foundation enfrentó un momento definitorio. Y si uno no se adelanta y define ese momento, el momento lo definirá a uno.
MOMENTO DE LA REACCIÓN
La Heritage Foundation —y sus directivos, entre ellos el presidente, Jim DeMint, ex senador republicano de Carolina del Sur, que asistió a que la reforma migratoria de 2007 no se aprobara— fue definida, lamentablemente, por tres cosas que hizo mal en lo referente a Richwine.
No lo investigaron. Una vez que las cosas salieron a la luz, trataron de defenderlo. Y después, lo despidieron inmediatamente. (Richwine renunció).
Primero, la investigación. ¿Debemos creer que una institución que da tanto valor a la investigación no echaría una ojeada —antes de contratar al investigador— a su trabajo anterior? ¿En qué otro aspecto basaría su decisión para contratarlo? O bien no examinaron su disertación de Harvard, o la examinaron y no vieron en ella nada reprochable. Y eso es peor.
Segundo, la defensa. Mike Gonzalez, vicepresidente de comunicaciones de Heritage, fue suficientemente necio como para tratar de defender a Richwine en un programa de radio bilingüe de una cadena de tendencia izquierdista, cuyo presentador es un latino liberal. Fernando Espuelas, en su programa de Univisión América, hizo picadillo a Gonzalez, mientras inquiría si Heritage tenía la intención de despedir a Richwine. Y Gonzalez quedó atascado intentando por un lado, distanciarse de su propio investigador y por el otro, tratando de minimizar el aspecto ofensivo de sus investigaciones previas.
Y tercero, no despedirlo inmediatamente. Una vez que se sacó la disertación de Richwine a la desinfectante luz del sol, ¿por qué Heritage no salió a la palestra y lo desautorizó? Ese gesto podría haberle ganado cierta nobleza a la institución. En cambio, se retiró y no hizo nada, mientras Richwine recibía más y más golpes. Finalmente, el investigador renunció. Y Heritage pareció no sólo falta de toda sensibilidad sino también, cobarde.
¿Qué más para esta institución? Sugiero que organice uno de sus foros. Podría titularlo: ‘¿Qué puede hacer el Partido Republicano para atraer latinos?’. Y el subtítulo podría ser: ‘Observen todo lo que hicimos y hagan lo opuesto’.
Para los latinos, especialmente aquellos que se esfuerzan por lograr algo en esta sociedad, esta historia no sólo es frustrante, sino dolorosa. Nos recuerda que por más que tratemos, para alguna gente siempre seremos inferiores
ESPECIAL PARA LA ESTRELLA