Por qué estamos metidos en líos

WASHINGTON. En caso de que no se hayan dado cuenta, nadie ha elegido a Grover Norquist para ningún cargo. Aún así, Norquist se yergue co...

WASHINGTON. En caso de que no se hayan dado cuenta, nadie ha elegido a Grover Norquist para ningún cargo. Aún así, Norquist se yergue como un importante obstáculo en el intento del Congreso por alcanzar un acuerdo que reduzca el déficit necesario para elevar el techo de la deuda federal.

Norquist es el director de Americans for Tax Reform, un grupo conservador que ha persuadido a 41 senadores y 236 representantes (todos menos 3 de ellos republicanos) a firmar su ‘Promesa de protección al contribuyente’, que se opone a todo incremento fiscal.

Si el Congreso elimina las exenciones fiscales de los grupos de presión, la promesa requiere que se las ‘compense, dólar por dólar, reduciendo más las tasas fiscales’.

Para Norquist, todo aumento fiscal es negativo, incluso si facilita un acuerdo para evitar un incumplimiento de pagos federal. Norquist insiste, constantemente, en una reducción del alcance del gobierno.

‘Podemos reducir el tamaño y alcance del gobierno en todos los niveles, para hacer a los norteamericanos más libres, ricos e independientes’, escribió en su libro ‘Leave Us Alone’, de 2008. Pero lo que es revelador en la apasionada causa de Norquist es que prácticamente ignora los principales motivos del crecimiento del gobierno: el Seguro Social y Medicare.

Defender un gobierno reducido sin abordar estos dos gigantescos programas es como jugar al básquetbol sin pelota. Es una ficción. El testimonio de Norquist del año pasado ante la comisión Bowles-Simpson —el panel bipartidista para la reducción del presupuesto— no dijo prácticamente nada sobre estos programas. Las 360 páginas de ‘Leave Us Alone’ sólo los mencionan brevemente. Un reciente artículo de opinión en USAToday ni siquiera hizo eso.

¿En qué medida es eso un engaño? Bueno, todos los programas para los ancianos (incluyendo gran parte de Medicaid —el seguro médico para los de bajos recursos— y otros programas de jubilación) constituyen casi la mitad de los gastos federales, dejando de lado los intereses: aproximadamente $1.6 billones en 2010 de un total de $3.3 billones.

Además, el envejecimiento de los baby-boomers y el aumento de los gastos de la asistencia médica dan cuenta de la mayor parte del futuro aumento de los gastos. Sin esos factores, tendríamos el gobierno más reducido que desea Norquist.

Pero seamos justos. El engaño es bipartidista. Los grupos liberales a menudo minimizan, engañosamente, la manera en que los crecientes gastos de los ancianos requerirán impuestos más altos o profundos recortes de otros programas. No se puede entender cómo nos metimos en este lío presupuestario sin considerar las evasiones paralela s de la izquierda y de la derecha.

Un buen ejemplo es el Center for Budget and Policy Priorities. Cuenta con 25 expertos en el presupuesto federal y es una fuente de análisis ampliamente respetada, aunque también es abiertamente liberal en su defensa de los gastos sociales para los pobres y los ancianos. Pero el centro —a pesar de su nombre— nunca ha presentado un presupuesto totalmente balanceado para mostrar cómo escogería entre intereses en conflicto.

Ante este comentario, Bob Greenstein, director del centro durante largo tiempo, expresó en un mensaje electrónico que se ha sentido ‘renuente a crear planes presupuestarios integrales’, sosteniendo que ‘no tenemos pericia en todos los aspectos del presupuesto’ —Defensa, por ejemplo. Es una respuesta poco convincente; nadie tiene pericia en todos los aspectos del presupuesto. El motivo real es la conveniencia política. El Seguro Social y Medicare son programas demasiado populares para atacarlos. Al no balancear el presupuesto, Greenstein evita tener que realizar grandes recortes en el Seguro Social y Medicare o tener que apoyar agudos incrementos fiscales para pagarlos.

Tanto Norquist como Greenstein utilizan la evasión. Abordar los enormes costos del Seguro Social y de Medicare obligaría a Norquist a admitir que un gobierno reducido requeriría recortes de beneficios salvajes y poco plausibles. Greenstein tendría que conceder que los gastos de los ancianos entran en conflicto directo con los gastos sociales para los pobres y que apoyar ambos requeriría incrementos fiscales considerables, que irían mucho más allá de los sectores de mayores ingresos. Por ejemplo: revocar los recortes fiscales de Bush para los norteamericanos de altos ingresos ($250,000 para parejas; $200,000 para solteros) recaudaría unos 700,000 millones entre 2011 y 2020; los déficits proyectados para esos años sumarían casi 10 billones de dólares.

Ahora estamos oyendo versiones de un gran acuerdo: los demócratas aceptan algunos recortes del Seguro Social y Medicare; los republicanos aceptan algunos impuestos más elevados. Muy bien, si el acuerdo se materializa (Nota: dada la débil economía, podrían introducirse los cambios gradualmente). El resultado dependerá en parte de si ambos bandos pueden superar las estrechas perspectivas de sus líderes ideológicos.

Grupos como los de Norquist y Greenstein actúan como guardianes políticos e intelectuales. Ayudan a determinar qué ideas y qué retórica son aceptables para sus partidarios. Las visiones presentadas a sus seguidores son aceptables —pero también selectivas, simplistas y, en última instancia, falsas. Es un motivo por el que los debates presupuestarios han sido tan inútiles, y por el que la nación está ahora al borde de un desastroso fracaso en elevar el techo de la deuda.

G obernar es escoger, y en el debate presupuestario, no hay decisiones populares. Pero la realidad subyacente es una sociedad que envejece, en la que los programas para los ancianos están llevando el presupuesto a un creciente desequilibrio. Mientras los guardianes políticos no reconozcan ese hecho —es decir, que la izquierda reconozca la necesidad genuina de recortes en los beneficios y la derecha acepte algún incremento fiscal— la comprensión de la población y el acuerdo político seguirán rehenes de los cuentos de hadas partidistas. Ha llegado el momento de enfrentar los hechos.

Lo Nuevo