Brasil: escalada de sobornos

Actualizado
  • 21/03/2015 01:00
Creado
  • 21/03/2015 01:00
Lo hace cuando su popularidad cayó en picada, luego de la escalada de sobornos pagados por Petrobras que amenaza el gobierno.

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, tras haber ganado el año pasado una estrecha victoria electoral, se encamina a enfrentar por estos días su más dura prueba de estabilidad gubernamental. Lo hace cuando su popularidad cayó en picada, luego de la escalada de sobornos pagados por Petrobras que amenaza el gobierno. La presidenta brasileña ha resuelto dar la cara a la peor crisis política que tiene por delante mediante un paquete de reformas anticorrupción (Sistema Nacional Anticorrupción…), que son buenas, aunque llegan tarde. Aun así, ¿podrá la mandataria esquivar la crisis como lo hizo en la víspera de las pasadas elecciones? Indudablemente, esta vez lo tendrá mucho más difícil.

Dilma tiene dos frentes abiertos: la economía y la política. La oposición a su gestión crece en las calles por el incumplimiento de sus promesas de campaña. Las multitudinarias manifestaciones en Sao Paulo y otras ciudades lo dejaron claramente en evidencia. Por otra parte, la oposición política no desaprovecha la oportunidad de que las autoridades judiciales han llegado hasta la puerta del Partido de los Trabajadores (PT), donde presuntamente varios cercanos miembros del partido oficial, habrían recibido contribuciones de Petrobras. De acuerdo a las señales que se producen en el Congreso, sus opositores están politizando el paquete anticorrupción y atascando las salidas propuestas por el gobierno de Rousseff.

Simultáneamente, el impacto de esta crisis está hundiendo la economía brasileña que venía desde el año pasado acumulando problemas como una ‘recesión técnica’, la inflación y, esta semana, por el caso de Petrobras señalan los especialistas, el real registró un mínimo histórico en la última década. La crisis está afectando la seguridad de los jubilados. Y decenas de empresas privadas han sido sindicadas por delitos de sobornos y la mayoría de sus altos ejecutivos se encuentran presos. La derecha brasileña traduce políticamente la crisis con movilizaciones en las calles promoviendo una ola desestabilizadora. Su fuerza crece, pero lo peligroso es que la crisis ha cruzado frontera. Desde el extranjero, empiezan a escucharse voces exigiendo la caída de Dilma Rosusseff.

Por el momento, no toca directamente a la mandataria, pero sí a sus colaboradores políticos más cercanos.

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