Colombia, una semana después

Actualizado
  • 29/06/2022 00:00
Creado
  • 29/06/2022 00:00
La izquierda ha llegado por primera vez a la Casa de Nariño. Gustavo Petro como presidente y Francia Márquez como vicepresidenta prometen un verdadero cambio para el país suramericano
El presidente electo Gustavo Petro (der.) junto a la vicepresidente electa Francia Márquez, durante la presentación del informe final de la Comisión de la Verdad, en Bogotá.

Las piraguas colmadas de pobladores afrodescendientes, indígenas y campesinos, salidos de sus recónditos villorrios en busca de alcanzar los centros poblados a donde fueron a depositar su voto, especialmente en el pacífico colombiano, la señora adulta mayor que, en la aristocrática ciudad de Popayán, en silla de ruedas, impulsada por su hijo también mayor, celebraba a gritos la victoria mientras agitaba un banderín con los colores de Colombia. Iba desaforada a unirse a una multitud de festejantes. El pueblo de Timbiquí, en el norte caucano, que se lanzó a las calles destapadas a gritar de alegría; los juegos pirotécnicos iluminando el rostro gigante de la nueva vicepresidenta Francia Márquez, en un rincón de la selva tradicionalmente marcado por las violencias. Ríos de gente en las calles de toda Colombia, vitoreando. Caravanas de vehículos, enormes y desbordantes, en todas las ciudades. El grito increíble de un negro semidesnudo que a la vez lloraba porque era verdad: ¡Tenemos la primera vicepresidenta negra! O el joven que fue por su madre hasta Barranquilla, la llevó a Bogotá a votar, y se metió al coliseo de las celebraciones, y cuando vio al presidente electo Gustavo Petro acercarse a la tarima a dar su discurso del triunfo, casi levita de pura emoción. “Era el cielo en el suelo”, dijo, cuando empezó a recobrar la calma en la resaca feliz del nuevo día.

El mapa electoral evidenció mejor que nada lo sucedido: Colombia quiere paz, necesita justicia social, y oportunidades para todos. Habló la Colombia profunda. Toda la periferia de Colombia votó masivamente por el cambio que enmarcan las propuestas del presidente electo Gustavo Petro. Y no fue casual que una mayoría aplastante del país de opinión, la intelectualidad diversa, los artistas, los científicos, los académicos aglutinados en las grandes ciudades, el mundo selecto de los economistas, terminó de adherir en la semana crucial a este programa. El cambio por tanto pasó de ser una necesidad a un clamor y una oportunidad única, que, si no se cumple, puede causar grandes decepciones y desbordamientos sociales.

La realidad viviente

Una señora más o menos distinguida de Panamá, al confirmar la victoria del Pacto Histórico y Gustavo Petro en Colombia, envió el siguiente estribillo: “Hoy aprendimos que por más que la abeja le explique a la mosca que el polen sabe mejor que la mierda, la mosca prefiere comer mierda”. Son apreciaciones. En realidad, más de ochenta líderes sociales han sido asesinados en lo corrido del año.

El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro.

Según la ONU 73.900 personas fueron desplazadas en 2021, por el conflicto armado, lo que significa un aumento del 181% en comparación con 2020. Y en lo que va de 2022, más de 78.900 personas han sido víctimas de desplazamiento masivo y confinamiento por cuenta de la violencia en el país. Algo más: entre los países de la región, Colombia será la economía en la que más aumentará la pobreza en el peor escenario posible. Según la Cepal, la tasa de pobreza en el país fue de 36,3% en 2021 y proyecta que subirá a 39,2% en 2022 en un ambiente de más inflación. Son 21 millones de personas en condiciones de pobreza y cerca de siete millones de colombianos a los que no les alcanza el salario para comer dos veces al día. No tienen cómo: mientras en Panamá el bono solidario equivale a 120 dólares, en Colombia es de 40 dólares (Col$160.000).

En conclusión, comparadas las apreciaciones desde la barrera, la desinformación o las militancias ideológicas, pudiera decirse que, contra este amargo sabor a polen, Colombia votó, como nunca antes, a favor del cambio. Y lo hizo por dos opciones que enviaron a la lona a los partidos tradicionales, a sus dirigentes, a los clanes políticos corruptos, y cuestionaron el sistema económico desigual impuesto por políticas denominadas neoliberales.

La semana después

Una semana después, las maravillosas postales arriba descritas del pueblo, por décadas incrédulo, quedaron almacenadas en los celulares, más no así la esperanza, que sigue viva y radiante, con unas diferencias: las aguas turbias de una campaña marcada por la suciedad y las armas bajas empezaron a ceder, los miedos grandes se escondieron, el horizonte presagia gobernabilidad para el nuevo mandatario, y es evidente el clima de entendimiento promovido por la gran mayoría de la sociedad, incluidas las grandes expresiones institucionales del establecimiento. La idea de un “Acuerdo Nacional”, está tomando cuerpo.

Hoy, hay que mirar a Colombia desde aquí, más que antes, y desde toda América Latina. Lo que allí suceda importa. Es el vecino y el hermano histórico. Y también el país que por primera vez en su historia va a ensayar un gobierno enmarcado en las siglas tantas veces proscritas de la izquierda.

Una semana después, se inició el empalme de los salientes y los entrantes, se afianza la alianza entre partidos que conformarán el nuevo gobierno y se auguran mayorías en el congreso de la república, que van a garantizar procesos de discusión rápidos y negociaciones menos tensas para que algunas reformas de ley y otros proyectos despejen el camino a los programas ofrecidos por el Pacto Histórico de Gustavo Petro en la campaña electoral.

Migración, Venezuela, vecindad y Panamá

El anuncio de iniciar rápidamente un camino de entendimiento con el gobierno de Venezuela, con el fin de activar la economía legal en la frontera colombo -venezolana, atender las demandas de los colombianos que viven en Venezuela, a través de los consulados hoy cerrados, y mejorar la atención a los venezolanos en Colombia, posiblemente erizó a los que siguen creyendo en el bloqueo fallido a Nicolás Maduro.

El cambio es dinamizar la economía a ambos lados del a frontera, propiciar abastecimiento de productos colombianos hacia el hermano país, discutir conjuntamente los asuntos complejos que enfrentan como vecinos, y en el caso del nuevo gobierno a la cabeza de Gustavo Petro, ayudar a que los venezolanos, mediante el diálogo y la negociación, puedan decidir con autonomía sobre su destino inmediato.

Pero a la vez hay algo que nos compete a todos. Colombia y Venezuela, por la pobreza que se les parece, son generadores de olas migratorias que impactan la región y que se suman a las de miles de cubanos y africanos. Este cambio en Colombia, es también una oportunidad para que, junto a Panamá, se concrete una visión regional del tema migratorio, en general, se coordine solicitudes de ayuda humanitaria, se refuerce la solidaridad y se busquen salidas que eviten la propagación de visiones negativas sobre los migrantes. El tema cubre a toda Centroamérica, y naturalmente los Estados Unidos, el destino final de muchos de estos migrantes. Un observatorio regional poderoso siempre es un buen ejercicio para saber qué está sucediendo y cómo está sucediendo, orientar la integración y manejo colectivo del tema migratorio y sus derivados de seguridad, atención oportuna a la población migrante y acuerdos ciertos para que estas oleadas humanas sean vistas con mayor realismo y menos arrebatos xenófobos.

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