Después del tsunami

Actualizado
  • 11/03/2012 01:00
Creado
  • 11/03/2012 01:00
Pasamos el aeropuerto de la ciudad de Sendai en la prefectura de Miyagi, nos aproximamos a la costa.

Pasamos el aeropuerto de la ciudad de Sendai en la prefectura de Miyagi, nos aproximamos a la costa.

En los alrededores de la terminal aérea aún se apilan los escombros: automóviles inservibles, paredes enteras de algunos edificios, planchas de acero. El resto del área permanece limpio y cubierto de nieve. Una gran planicie rodea el aeropuerto y parece mentira que hace un año allí se asentara una comunidad de más de 108 casas, comercios y grandes lotes de estacionamientos que ofrecían servicio a la terminal.

Una sola casa quedó en pie en el área, la residencia de Eiji Suzuki, quien no solo perdió su vivienda, sino su negocio: un lote de estacionamientos.

‘Probablemente fui el último en salir de esta área antes de que golpeara el tsunami’, confiesa.

Él se encontraba en el hospital en el momento en que ocurrió el sismo. Al quedar las comunicaciones cortadas, no sabía qué había sido de su familia y decidió ir a ver qué había pasado. Se encontró con una comunidad fantasma, ya todos habían evacuado.

Para Kazuko Mori la situación fue mucho más traumática. Empleada de Suzuki y también residente de la comunidad, en ese momento se encontraba en casa con su madre, una anciana de 82 años. Cuando dieron la orden de evacuar, ella debió salir caminando hasta el aeropuerto, distancia corta si no se camina con una persona de edad tan avanzada.

‘A mí sola me hubiese tomado unos minutos llegar, pero mi madre caminaba muy lento y se cansaba mucho. Varias veces tuvimos que detenernos’, recuerda Mori. ‘En un momento ella me dijo ‘ya no puedo caminar más. Sigue tú’, pero yo le dije que no me iba sin ella’.

Mori y su madre fueron de las últimas que llegaron a refugiarse en el aeropuerto de Sendai.

De una comunidad donde vivían unas 400 personas, murieron 54 y hay un desaparecido.

Kitagama es una de muchas comunidades costeras que fueron arrasadas por el mar debido al tsunami causado por el terremoto de hace un año.

Solo en la prefectura de Miyagi, a la cual pertenece esta comunidad, de acuerdo con informe presentado por el gobernador Yoshihiro Murai, al 27 de diciembre del año pasado la cuenta era de 704 muertes, 26 desaparecidos y 2,269 heridos; 233 mil 454 edificios sufrieron daños; de estos, 28 mil 702 colapsaron.

Aproximadamente mil 800 hectáreas de áreas dedicadas a la agricultura fueron dañadas por inundaciones, esto sin contar áreas residenciales y daños a facilidades públicas.

Sin embargo, aeropuertos, carreteras y caminos han sido reparados, y tanto la minería como la industria manufacturera han tenido una rápida recuperación.

Las mayores preocupaciones para el gobernador son la reactivación de la agricultura y la pesca.

‘El impacto en la pesca ha sido catastrófico’, admite Murai, mientras que en la agricultura, 10% de las tierras han dejado de ser utilizables. En algunos sectores hay que invertir una gran cantidad de dinero y mano de obra para elevar el nivel de suelo y para esto, se requiere de al menos 5 años.

No obstante, los planes de recuperación diseñados por el gobierno en su hoja de ruta establecen para estos rubros una reestructuración, más que una recuperación. Esto se debe, de acuerdo con Murai, a que en unos 10 años habrá más globalización e internacionalización en la agricultura y no solo hay que pensar en Japón, sino en toda Asia. ‘Hay que nutrir estas actividades y hacerlas competitivas y agrandar las escalas de los proyectos con innovaciones tecnológicas’, afirma.

Pero este trabajo no depende solo de instituciones gubernamentales.

‘Se espera el apoyo de la misma comunidad para generar suficientes atractivos en el área y habitantes de otros lugares decidan establecerse en esta prefectura.

Ciento diez mil personas perdieron su empleo debido a la catástrofe; de estas, 65 mil de forma permanente. De acuerdo con Murai, la mitad de las personas que quedaron desempleadas han podido reintegrarse.

Por otra parte, un aspecto positivo de la tragedia es que ha servido para unir a la comunidad.

En los primeros días, cuando no se había podido reestablecer la energía y la comida era escasa, se conoció de casos en que una bola de arroz era compartida por cuatro personas, para que nadie se quedara sin comer.

La situación ha cambiado bastante desde entonces, pero el apoyo de la comunidad se mantiene. Eiji Suzuki y Kazuko Mori se han unido a otros vecinos para crear la Asociación para la Recuperación del desastre en la ciudad de Natori. Ellos, en colaboración con otras ong como Oisca, llevan a cabo planes para llevar a su comunidad, poco a poco a la normalidad.

Oisca es una organización japonesa que trabaja a nivel internacional en labores de reforestación.

Su prioridad, dar vida al bosque de pinos negros que bordeaba la costa y que protegía tanto a la comunidad como al aeropuerto de Sendai de los vientos que transportan arena y sal, dañina para los edificios de la terminal aérea y los motores de los aviones.

‘Los plantones estarán listos para replantar en unos tres años’, dio a conocer el vicepresidente de la junta directiva de Oisca, Tadashi Watanabe. Tomará muchos años más que estos pinos crezcan y hagan su trabajo. Solo hay que dar tiempo al tiempo, nos recuerda el gobernador Murai que los planes de reconstrucción están establecidos a 10 años, todavía faltan nueve.

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