Según el economista en jefe de la FAO, Máximo Torrero, la región ha reducido la prevalencia del hambre, con casos destacados como Brasil, República Dominicana...
- 26/08/2011 02:00
ANALISTA
Las protestas estudiantiles que paralizaron a Chile esta semana han sido vistas en gran parte del mundo como un síntoma del fracaso del sistema universitario abierto a la iniciativa privada que rige en el país. Sin embargo, son en parte el resultado del éxito del sistema, y en parte consecuencia de sus excesos.
Antes de examinar que cosas se hicieron mal en Chile, recordemos que este país tiene uno de los mejores sistemas educativos de América Latina. En el último test internacional PISA de estudiantes de 15 años, en las disciplinas de matemática, ciencia y comprensión de textos, Chile obtuvo el primer lugar en Latinoamérica.
Con respecto a la educación superior, Chile ha ampliado su cobertura educativa más que la mayoría de sus vecinos: el número de estudiantes universitarios en Chile ha aumentado desde 200,000 hace dos décadas a casi un millón en la actualidad. Casi el 50% de los estudiantes en edad universitaria están en la universidad, un porcentaje mayor al de la mayoría de los países de la región.
Y más importante aún, el 70% de los estudiantes universitarios chilenos de hoy son hijos de personas que nunca asistieron a la universidad. Pero la conclusión que saqué tras entrevistar a los líderes del movimiento estudiantil, académicos y funcionarios del gobierno en días recientes, la fenomenal expansión del sistema universitario chileno se realizó demasiado rápido, con escasa planificación y sin suficiente regulación.
Chile permitió que las universidades privadas compitieran libremente con las universidades estatales, pero no implementó la condición de que todas las universidades privadas se adhirieran a altos estándares académicos, y eso condujo a la creación tanto de universidades privadas de primer nivel como de universidades mediocres.
Como la mayoría de los estudiantes de clase trabajadora que accedieron a las universidades no podían afrontar el pago de sus cursos, Chile adoptó un sistema usado en Australia, que permite que los estudiantes empiecen a pagar por su educación una vez que se gradúen y consigan un empleo. Teóricamente, todo sonaba espléndido, pero los planificadores no tomaron en cuenta que, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos o en China, donde las familias tienen el hábito de ahorrar para la educación universitaria de sus hijos desde que estos son pequeños, en Chile nunca existió una cultura familiar de ahorro para la educación. Con la explosión de estudiantes, los nuevos graduados se encontraron con deudas de hasta $40,000 e incapaces de pagar sus préstamos. Y como sus padres habían funcionado como garantes de sus préstamos, toda la familia se encontró con deudas enormes, lo que ayuda a explicar el amplio respaldo de muchos adultos al movimiento estudiantil. Lo que es peor, a diferencia de lo que ocurre en Australia, donde a los graduados se les exige pagar un cierto porcentaje de sus salarios cuando consiguen un empleo, en Chile tienen que pagar una suma fija, independientemente de sus ingresos.