El futuro de Pyongyang

Actualizado
  • 27/10/2012 02:00
Creado
  • 27/10/2012 02:00
COREA DEL NORTE. En los poco más de 60 días que restan para que termine el año, tres de los países más importantes del mundo vivirán pro...

COREA DEL NORTE. En los poco más de 60 días que restan para que termine el año, tres de los países más importantes del mundo vivirán procesos de renovación en lo más alto de sus sistemas políticos. El 6 de noviembre, la democracia más antigua del mundo decidirá si su 45° presidente tomará posesión en enero de 2013 o de 2017. Sólo dos días después, la inauguración del XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista abrirá el telón del cambio de liderazgo más significativo en China en varias décadas. Y sólo un par de semanas antes que acabe el año, Corea del Sur elegirá a su sexto presidente desde el establecimiento de su llamada ‘Sexta República’ en 1987. Aparte de cómo mantener o mejorar sus privilegiadas posiciones en la economía global —son las economías número uno, dos y quince del mundo, respectivamente—, quienes sea que obtengan el poder en Washington, Beijing y Seúl a partir de 2013 tendrán un dolor de cabeza en común: la relación con —y el futuro de— la República Popular Democrática de Corea (RPDK), conocida comúnmente como Corea del Norte.

LA DICTADURA ESTALINISTA

Corea del Norte es el país más hermético y aislado del mundo, y gran parte de lo que sabemos sobre la RPDK proviene del espionaje, reportes de inteligencia, testimonios de quienes han logrado escapar y especulaciones ilustradas de académicos y expertos. Dicho eso, desde la muerte del líder supremo Kim Jong-Il en diciembre de 2011, el régimen de Pyongyang ha llevado a cabo una exitosa transición de poder hacia la figura de Kim Jong-Un, el hijo más pequeño del ‘Querido Líder’, de apenas 27 años. Diez meses después, el mundo entero se pregunta qué clase de gobernante terminará siendo el joven Kim y, por encima de todo, si será bajo su mandato que finalmente desaparecerá —por colapso o por reforma— la última dictadura-monarquía estalinista del planeta. Sin respuestas contundentes hasta el momento, varios diplomáticos, académicos y trabajadores sociales que han visitado el país en los últimos meses han reportado cambios de imagen en la capital del país: nuevos complejos de apartamentos, un mayor número de carros de lujo en las calles, ejecutivos caminando por la ciudad con celulares último modelo, la inauguración de un enorme parque de diversiones e incluso la vuelta al trabajo en la construcción del mastodóntico Hotel Ryugyong. Es imposible saber si éstos cambios son los primeros síntomas de algún tipo de apertura o, por el contrario, son parte del ya planeado lifting de la infraestructura capitalina para conmemorar el centésimo natalicio de Kim Il-Sung, el fundador y ‘Presidente Eterno’ del país.

Aparte de las mejoras observadas en la capital, muchos han querido ver en la figura de la joven y atractiva esposa de Kim, Ri Sol-ju, un símbolo de una actitud más progresiva. Algunos analistas han comparado a Ri con Raisa Gorbachova, mujer de Mikhail Gorbachov, cuya figura precedió la famosa perestroika soviética. Sin embargo, para la experta en literatura norcoreana Tatiana Gabroussenko, la imagen de Ri coincide plenamente con los estándares norcoreanos para una primera dama. Su comportamiento de apoyo constante al joven líder —aunque lleva más de un mes sin aparecer en público— y de amabilidad y dulzura con el pueblo parecen diseñados para evocar a Kim Jong-suk, la primera esposa de Kim Il-Sung, precisamente el modelo a seguir para cualquier primera dama en Pyongyang.

¿EL PRINCIPIO DEL FIN?

En cualquier caso, la imagen de prosperidad que Pyongyang intenta transmitir ya no engaña a (casi) nadie. A mediados de octubre, los diarios The New York Times y Los Angeles Times publicaron simultáneamente sendos artículos en los que se entrevistaba a varios trabajadores norcoreanos —con permisos gubernamentales— en la ciudad fronteriza de Dandong (China). Los testimonios confirman lo que ya se sabía —la gente muriéndose de hambre en el campo, los casi dos millones de personas que perecieron en la hambruna de los noventa y los gulags en donde se concentra y tortura a cientos de miles de prisioneros políticos— pero a la vez ofrece un dato interesante: el pueblo norcoreano empieza a comprender la mentira en la que lo han forzado a vivir —y morir— por casi 60 años.

Los testimonios de estos trabajadores coinciden con un análisis publicado recientemente en el respetado Asia Times Online. En él, se concluye que la devastación creada por las políticas económicas de Kim Jong-Il es tan grande —el precio del arroz, por ejemplo subió un 112.5% entre junio y septiembre— que ningún tipo de reforma económica podrá ser implementada con éxito en el actual sistema político. La clave, explica el analista Yong Kwon, es que la RPDK ha perdido la capacidad de movilizar la mano de obra del país. Harto de la retórica de la amenaza extranjera, y consciente de que la tan cacareada filosofía nacional de ‘juche’ (autosuficiencia) es poco más que una gran mentira, el pueblo ha perdido la fe en el régimen, y el desencanto con la élite del país —que disfruta de unos lujos difíciles de imaginar— es cada vez mayor.

Norcorea, entonces, podría convertirse en un ‘protoestado’, o sea una entidad política capaz de controlar y beneficiarse de un territorio —sigue teniendo el cuarto ejército más grande del mundo— pero carente de la capacidad para influir efectivamente en la sociedad que lo habita. Kwon, hay que aclarar, no intenta sugerir el colapso del estado, pero sí un cambio en las características del gobierno y del modelo de desarrollo.

LA PRÓXIMA PROVOCACIÓN

En éstas circunstancias, el régimen norcoreano parece estar en un momento particularmente delicado. Y en momentos delicados, Pyongyang suele volverse más agresiva que nunca. Hace sólo unos días, el gobierno surcoreano tuvo que bloquear completamente acceso la zona fronteriza de Imjingak, ante las amenazas norteñas de ‘atacar sin piedad’ si un grupo de activistas lanzaba más de 200,000 panfletos —amarrados a globos— con propaganda anti-RDPK.

El episodio de los panfletos es sólo el capítulo más reciente de una larga historia de amenazas y ataques entre dos naciones hermanas que técnicamente llevan más de 50 años en guerra. Pero el actual momento, con la grave situación interna y los procesos políticos en los tres principales actores del drama norcoreano, ha dividido a los expertos en cuanto al cómo y el cuándo de la próxima provocación —léase prueba nuclear, ataque indiscriminado contra el sur, entre otros— de Pyongyang. Para algunos, ahora es el momento de aprovechar las distracciones estadounidenses, chinas y surcoreanas y recordarle al mundo que siguen siendo una amenaza y, de paso, influir en el resultado de los comicios del vecino. Un segundo grupo asegura que será en el primer trimestre de 2013, cuando las nuevas administraciones en Washington, Beijing y Seúl estén a cargo, que los norcoreanos los ‘probarán’ con una provocación. Una tercera escuela asegura que en Pyongyang esas decisiones se toman sin tomar en cuenta lo que sucede allende sus fronteras, y que por ende es imposible predecir las circunstancias de la próxima crisis.

EL CAMINO ES CHINO

Curiosamente, hay un cuarto grupo que asegura que la RDPK del joven Kim Jong-Un ya no juega con las reglas de su padre y su abuelo— después de todo, la capacidad militar y nuclear de Pyongyang está más que probada— y que ha entrado decisivamente en el camino de las reformas económicas. Por lo poco que se sabe, la economía norcoreana está al borde del colapso —si es que no colapsó ya— y las reformas son inevitables si el régimen aspira a sobrevivir. Sabiendo que una unificación ‘a la Alemania’ acarrearía la muerte del régimen, algunos expertos apuntan a que la única manera que ésto suceda es darle más poder y control a esa élite —los llamados donju o ricos— que ya controla gran parte de los negocios (aunque oficialmente sigan siendo del estado), reinventar al Estado como el garante del incipiente mercado, invitar gradualmente la inversión china y, sobre todo, mantener la enemistad con Corea del Sur para seguir en el poder.

En la actualidad, parece haber un consenso en que la RPDK de Kim Jong-Un deberá seguir una especie de ‘camino chino’ si es que quiere sobrevivir. Sin embargo, ese camino también está lleno de riesgos altísimos que podrían acarrear el colapso del régimen —o sea, la pérdida de autoridad central desde Pyongyang.

En esa eventualidad, los 24 millones de norcoreanos que hoy viven en la Edad de Piedra pasarían a ser responsabilidad de la ‘comunidad internacional’, que en éste caso significa los ejércitos de EEUU, China y Corea del Sur. Según el académico estadounidense Robert D. Kaplan, las decisiones que moldearían el futuro y el balance de poder en esta ‘madre de las intervenciones humanitarias’ tendrían que ser tomadas en cuestión de horas. ¿Cómo se manejaría el tema de los refugiados? ¿Habría una especie de protectorado chino al norte o se procedería directamente a una unificación con el sur? ¿Cómo reaccionaría la región, ya tensa, a la presencia geopolítica y militar de una Gran Corea de más de 72 millones de personas? ¿Cual sería el nuevo rol de EEUU y sus bases militares en el actual territorio surcoreano?

Como todo lo que rodea Corea del Norte, las preguntas son muchas y las respuestas son muy pocas. Y de manera increíble, la geopolítica de la región más importante del futuro depende íntimamente de los designios de un joven de 27 años y una élite que, por casi seis décadas, han orquestado una representación de tamaño natural de una pesadilla orwelliana.

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