Una puerta entre dos mundos

Actualizado
  • 18/07/2013 01:50
Creado
  • 18/07/2013 01:50
Apenas hay carros en las vías, por donde sí transitan bicis, las míticas Vespa italianas y muchos transeúntes. Edificios del siglo XVI,...

Apenas hay carros en las vías, por donde sí transitan bicis, las míticas Vespa italianas y muchos transeúntes. Edificios del siglo XVI, cajelluelas con suelo de piedra, terrazas, música en vivo, teatros, balcones sin rejas, gelatto, pizza, gente joven y mayor, rubios, morenos, italianos y turistas...

Nada parece unir a estas dos ciudades que sin embargo están a punto de contemplar un intercambio único en el mundo. En unos días zarparán desde este enclave marítimo del Mediterráneo las cuatro primeras compuertas del tercer juego de esclusas de la ampliación del Canal de Panamá.

Cuatro de las 16 que la casa Cimolai está construyendo en sus instalaciones de San Giorgio de Nogaro, a una hora de la ciudad de Trieste, y que tardarán 30 días en llegar a su destino final: el Complejo Atlántico.

Tomamos un vuelo de once horas (Panamá-Amsterdam). Dos horas adicionales hasta llegar a Venecia, Italia, donde nos aguarda un carro que nos lleva hasta Trieste, a dos horas más de camino.

Seis periodistas, una camarógrafa y un fotógrafo acompañan al ingeniero Luis Villarreal, gerente ambiental, social y de comunicaciones del Grupo Unidos Por el Canal (GUPC).

Durante siete días seremos testigos del embarque de las primeras compuertas y las despediremos a su partida hacia la otra orilla del océano.

Hace 100 años otras compuertas viajaron miles de kilómetros para encontrar su lugar en el Canal. En esa ocasión, Estados Unidos envió desmontadas las compuertas que después se ensamblaron en Panamá. Pero ni el tamaño, ni el peso, ni la distancia requerían entonces de unos cálculos de ingeniería como los que se precisan ahora.

Cada una de las compuertas mide 58 metros de largo por 34 de alto y por 10 de ancho. Para poder entender estas magnitudes, uno puede situarse frente al edificio de la Contraloría, en la Avenida Balboa; tiene, aproximadamente, el mismo tamaño que una compuerta. Su peso equivaldría al de 10,000 toros de lidia, tres veces el Cristo de Cocovado de Río de Janeiro o 18 estatuas de la Libertad juntas.

Estamos ansiosos por ver esos gigantes de acero partir a su nuevo destino.

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