‘Cometimos errores, pero hubo logros importantes’

Actualizado
  • 21/12/2014 01:01
Creado
  • 21/12/2014 01:01
Miembros de las fuerzas armadas panameñas fueron testigos de la política anticomunista estadounidense

Hace cincuenta años, la Revolución Cubana obligó a Estados Unidos a ‘volcar su atención hacia América Latina, porque nos estaba perdiendo’, señaló a La Estrella de Panamá el abogado perredista Renato Pereira.

El resultado fue, según Pereira, la estructuración de una visión compartida y acordada por ‘todo el establishment’ norteamericano, que —también acuerda el general retirado Rubén Darío Paredes—, incluía asistencia económica y militar, pero también la persecución política.

En la parte económica, una de las metas era combatir las enormes desigualdades sociales que existían en el continente, asegura Paredes (ver artículo El continente de las desigualdades, en esta página). ‘Estados Unidos comprendió que para combatir el comunismo se debía eliminar su caldo de cultivo, que era la miseria y la marginación’.

En la década de 1960, oficiales de los ejércitos latinoamericanos participaban en los cursos de Contrainsurgencia dictados por el ejército estadounidense en la Escuela de las Américas —Fuerte Gullick, en la antigua zona del Canal—

Paredes recuerda claramente el momento en que, durante uno de esos cursos, el profesor se paró frente a la pizarra y escribió lo que parecía una frase jeroglífica E.h.c. = r. c.a.

‘Era una fórmula, que recogía la idea de que ‘la edad del hombre común es igual a una revolución creciente de aspiraciones”, señala el general.

‘La tesis era que el hombre común, a través de las ideas comunistas, había despertado en América Latina y que reclamaba lo que consideraba suyo’.

‘En la medida en que ese reclamo fuera desoído la población recurriría a las armas, a la guerrilla’, era la lección que quería dar el profesor, dice Paredes.

‘Uno de los primeros movimientos sociales estructurados con esa visión fue la Alianza para el Progreso, una iniciativa del presidente John F. Kennedy.

La Alianza para el Progreso, explica Paredes, fue concebida como un tipo de Plan Marshall con el que se pretendía levantar a América Latina y evitar que cayera bajo el dominio comunista. Tras la muerte de Kennedy, el programa fue sutilmente dejado a un lado y las siguientes administraciones optaron en distinta medida por los movimientos represivos.

Aunque ya desde 1959 las fuerzas castrenses panameñas habían reprimido situaciones de insurgencia como la del Cerro Tute o un intento de invasión cubana en playas coclesanas, ahora la persecución llegaba a la vida urbana regular.

Paredes recuerda haber encontrado en el escritorio de un militar amigo, un listado de fotografías de los ‘comunistas más peligrosos de Panamá’. Para su sorpresa, entre ellos estaba uno de sus compañeros del Instituto Nacional. ‘Era una cacería de brujas’, opina.

El general no niega el lado oscuro de ese política a que el régimen militar panameño ayudó a ejecutar, pero no descarta tampoco aspectos que lo redimen. ‘Para mí, visto a vuelo de águila, el gobierno militar fue como una neblina que fue avanzando lentamente... Sí, hubo excesos, errores... hubo muertos... pero también logros. El país nacionalizó su mayor potencial, la posición geográfica y el canal. Todavía nos falta, pero hemos avanzado’, dijo.

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