La incierta ruta al norte de los cubanos se para en Panamá

Actualizado
  • 20/01/2017 01:00
Creado
  • 20/01/2017 01:00
Hay más de 280 isleños atrapados en Panamá a la espera de que Donald Trump revierta la terminación de la política ‘pies secos, pies mojados' 

Cada cubano tiene su propia motivación para dejar la isla. Eugenia Díaz salió huyendo por tanta represión, acoso, tortura, repudio, detenciones y desapariciones.

La Dama de Blanco, quien pertenece al grupo de disidentes de la dictadura de los hermanos Castro, veía peligrar su vida y la de su hija, de continuar en Cuba. Como defensora de los derechos humanos, Eugenia Díaz tenía mucha esperanza en Barak Obama, hasta ayer presidente de Estados Unidos. ‘Él había dicho que las relaciones con la isla se normalizarían si los Castro (gobierno de Raúl y Fidel, ya fallecido) respetaban los derechos humanos, pero para nada. No hay libertad de expresión, no se puede hacer nada'. Desde que empezaron las conversaciones entre ambos países recrudeció la represión hasta volverse ‘insoportable', dice.

EMIGRACIÓN

Situación legal en Panamá

Los cubanos que entran a territorio panameño no tienen una condición especial de emigrantes.

Javier Carrillo, director de Migración, especifica que son como cualquier ilegal que se encuentre en Panamá y debe abandonar el país. ‘No tienen sello para entrar, tampoco visa y no se pueden regularizar', indicó.

El diácono de Caritas, Víctor Berrío, indicó que a Migración le interesa que se mantenga una emigración ordenada, un flujo continuo. Hemos hecho una especie de acuerdo con las autoridades, producto de varias conversaciones, en las que concluimos que los emigrantes no deben regresar al país una vez cruzan la frontera con Costa Rica.

‘El acuerdo es que ellos pueden estar aquí temporalmente mientras viajen a Estados Unidos', explica Berrío.

En estos momentos, según el religioso, hay 14 varones detenidos y 4 mujeres porque una vez que cruzaron la frontera, al escuchar la noticia de que se terminó la política ‘pies secos, pies mojados', se regresaron a Panamá ‘porque piensan que en Caritas pueden vivir gratis. ‘Allá en Costa Rica les cobran por el albergue', dice .

Algunos cubanos han manifestado su interés de quedarse en Panamá. ‘Salen del albergue, ven el progreso, la gente los trata bien, los ayudan y se preguntan para qué seguir si aquí podrían hacer su vida', añade.

Tan solo en el 2016, más de mil cubanos fueron atendidos en Caritas.

‘Hay muchas Damas de Blanco detenidas sin haberles hecho juicio. Son cinco', informa la cubana. Eso, según la emigrante, nunca había pasado en Cuba. ‘Anteriormente habían detenido a Haydee Gallardo y Sonia Bravo, que fueron liberadas cuando se desarrollaban las conversaciones con Estados Unidos', explica Eugenia con tono combativo

Otro de los detonantes que la motivó a dejar la isla fue que a su hija, educadora, no le permitían ejercer y su nieta empezaba a sentir la estigmatización de su madre y su abuela. ‘Por ser nieta de una Dama de Blanco hay madres que no les permiten a sus hijos dirigirles la palabra a esos niños', sostiene.

Sin embargo, las más de ochenta veces que estuvo detenida en Cuba por su lucha, no fueron tan difíciles como cruzar la selva del Darién, en Panamá, confiesa.

Eugenia Díaz emprendió viaje ‘hacia la libertad' en septiembre de 2016 acompañada de su hija de 26 años y su nieta de 6. Tres meses después, el 21 de diciembre, llegó a Panamá.

La ruta 'hacia el Norte' de Eugenia, al igual que la de muchos otros cubanos ahora varados en el albergue de Caritas —que en este momento aloja a 280 emigrantes de esa nacionalidad— se inició en Guyana.

Salió de la isla como turista con un pasaje aéreo ida y vuelta que compró con destino a Georgetown, Guyana, uno de los países a los que puede viajar sin necesidad de visa. De ahí cruzaron a Brasil, luego a Perú, a Ecuador, a Colombia y finalmente ingresó a Panamá por el tapón del Darien.

‘Nunca pensé que iba a salir viva de esa selva. Gracias a mi Dios mil veces que pude llegar', dice.

La ‘loma de la muerte', relata, es el peor tramo. Es una pendiente tan inclinada que al tratar de atravesarla puede arrastrar a cualquiera hasta el fondo sin la posibilidad de continuar el camino por el que se han visto tres osamentas. Luego de haber pasado varias cuestas, Eugenia llegó a la peligrosa pendiente —llena de raíces y matas— donde se cayó y se precipitó a un barranco. ‘La rodilla se me atoró en una de las grandes raíces, lo que evitó que cayera más al fondo. No se como no se me partió, pero después no podía caminar', recuerda. Ayudada de una vara, tuvo que atravesar ríos y caminar kilómetros. Cada vez que su rodilla rozaba esas enormes piedras veía las estrellas. Las plantas de los pies se le llenaron de yagas y ampollas, que le dejaron horribles cicatrices. ‘Llegó un momento en que le dije a mi hija: sigue y vete. Ella me dijo; ‘pero ¿cómo tú crees que te voy a dejar aquí tirada?' Cuando vi que ella no estaba dispuesta a continuar sin mí, me dije a mí misma que tenía que poner de mi parte para continuar con el grupo y no quedarnos atrás. Lo único que hacía por las mañanas era bendecir a mi hija y mi nieta y contar un día más', señala entre lágrimas.

Entonces pidió al Señor con toda su alma que le diera fuerzas para continuar. ‘Cogí una vara, y así, así empecé a caminar aunque siempre a la expectativa del ‘grito del terror', temiendo que a mi nieta le sucediera lo peor, por fortuna llegó sana y salva'.

En total, Eugenia pasó 8 días en la selva darienita, dos de ellos empapada por la lluvia.

En este momento, los emigrantes cubanos viven la peor incertidumbre. La política norteamericana de ‘pies secos, pies mojados' que permite el ingreso de cubanos a Estados Unidos al pisar la costa estadounidense, fue suspendida por Barack Obama el 12 de enero pasado.

El grupo en el que viajaba Yaomar, un profesor de computación en sus treinta, se enteró del revés político el 13 de enero, cuando salió de la selva, donde permaneció incomunicado por días. ‘Eso nos cayó como un balde de agua helada, imagínate tú', exclama el cubano.

Él, junto a otros 11, se fueron a Venezuela, de ahí cruzaron a Colombia y ahora están estancados en Panamá a la espera de que el nuevo gobierno revierta la decisión.

‘La selva panameña la pasamos solos a diferencia de la colombiana en la que se requiere de un guía o coyote que les cobró 60 dólares para sacarlos de ahí', apuntan algunosde sus acompañantes.

‘Todos queremos libertad', interviene en la conversación Ivo, otro emigrante.

Para iniciar el trayecto, al menos debe tener en el bolsillo $5 mil para el transporte.

Todos los que están en el cuarto con Yaomar se animan a participar en la entrevista. Cuentan que en la punta de la montaña que marca la frontera entre Colombia y Panamá, ellos toman camino solos hacia el istmo. ‘Río abajo hay que seguir y caminar por la orilla', reciben como única instrucción.

Se guían también por la ropa que cuelga de los árboles y dejan por el camino, como marcando la ruta, quienes ya lo han andado.

Yaomar, su hermano y su cuñada, pasan la mayor parte del tiempo en el cuarto donde duermen junto a otras 18 personas. El piso de la recámara de 5 metros cuadrados está alfombrada de colchonetas.

Prevalece entre ellos la sensación de que nada cambiará en la isla, incluso con la retirada de Raúl Castro en febrero de 2018. ‘Esas personas viven en un régimen que les da poder absoluto. Los funcionarios cubanos tienen todos los recursos, controlan todo; usted cree que van a soltar el poder?', expresa uno de ellos.

Hoy, la incertidumbre sobre cuál será el destino de la ley que les permite pisar suelo estadounidense los está matando.

Yoendri, varón, dejó a dos hijas en Cuba y se trajo a su esposa. ‘Nadie se arrepiente de haber salido de Cuba, por más difícil que haya sido la selva', indica. Los entrevistados no paran de hablar de la selva. El paso más traumático de todos. ‘A veces estaba muy fangoso y el terreno muy inclinado, había serpientes y sapos venenosos, el río te puede arrastrar; una de las mujeres casi se va, la tuvimos que agarrar en cadena', cuenta Ivo, intérprete traductor de inglés y francés.

Todos están en Caritas, atendidos por el diácono y secretario ejecutivo Víctor Berrío, quien asegura que le cuesta una fortuna alimentar a la gente. ‘Les damos menestras, arroz —el cubano tiene que comer arroz—, pollo o carne o atún', dice el religioso.

El 85% de los emigrantes no tiene ni 30 días de haber llegado al albergue. ‘Ahora mismo están confundidos con la noticia de (Barak) Obama, desanimados. Hemos hablado con ellos para que recen', añade Berrío.

El albergue tiene tres recámaras, cuatro baños pero solo dos con regadera, donde se turnan los 280 inquilinos para asearse. Está al máximo de su capacidad. En el patio trasero instalaron varias casitas de campaña donde duermen otros tantos. No se moverán de Panamá hasta conocer qué hará Trump, desde hoy presidente de EE.UU., sobre la política de Cuba.

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