Aquellos jóvenes que lucharon por la soberanía de Panamá

Actualizado
  • 09/01/2018 10:47
Creado
  • 09/01/2018 10:47
El 9 de enero de 1964, los panameños salieron a las calles a reclamar su soberanía y que se izara el pabellón nacional

Han pasado 54 años de aquella lucha que marcó la historia del istmo. Un reclamo que inició un grupo entre 150 a 200 estudiantes del Instituto Nacional y luego se unió el resto del país.

Los institutores marcharon en dirección a la Secundaria de Balboa cargando la bandera nacional de su escuela, su intensión izar el pabellón nacional junto a la estadounidense en exigencia a la soberanía de Panamá sobre la Zona del Canal.

Allí fueron recibidos por la policía de la Zona y una multitud de estudiantes ‘zonians', solo a seis estudiantes panameños se les permitió ingresar. Al acercarse al asta los ‘zonians' los rodearon y rechazaron el trato entre la policía y los institutores, ocasionando una discusión y la bandera panameña fue rota.

Esa misma bandera tenía un gran significado para los ‘aguiluchos' (como también se les conoce a los institutores), ya que la habían cargado en 1947 durante demostraciones contra el tratado Filos-Hines y en la demanda de la re tirada de las bases norteamericanas en suelo panameño.

La noticia corrió como pólvora entre la población, los panameños enojados se fueron acercando a la frontera entre la ciudad de Panamá y la Zona del Canal. A medida que transcurría el día se sumaban más istmeño a la lucha.

Ni el gas lacrimógeno ni mucho menos las balas, impidieron que los panameños continuaran con las protestas que duraron tres días y que no solo se reportaron manifestaciones en la ciudad de Panamá, sino también en Colón y otros puntos del país.

A medida que se intensificaron los enfrentamientos entre ambos bandos, un gran número de personas resultaron heridas por proyectil de arma de fuego y murieron bajo circunstancias controvertidas.

Ascanio Arosemena, un estudiante de 17 años de la Escuela Profesional Isabel Herrera Obaldía fue herido en un ángulo por la espalda. Fue el primero de los ‘mártires', como se les llamó a los muertos de esos días.

Este hecho ocasionó que por primera vez el Gobierno de Panamá, liderado por Roberto Chiari rompiera relaciones con Estados Unidos marcando un precedente en la historia del país.

HÉROES PANAMEÑOS

De los quince heridos que el gobierno en ese entonces reconoció en un decreto de ley, solo quedan seis sobrevivientes. Dos de ellos son Alfonso González y Claudio Márquez.

González se enteró de la noticia por la radio y no dudó en sumarse y luchar por la soberanía, ya sea con un puñado de piedras y bombas caseras, pero se enfrentaría a los ‘zonians'.

Su vida estuvo en peligro en varias ocasiones, no fue hasta el último día, el 11 de enero de 1964 cuando cayó.

Eran aproximadamente las 10:00 p.m. cuando Alfonso escuchó el estruendo de la metralleta que le impactó la rodilla derecha.

González fue el último panameño herido en esta lucha, a pesar de haber perdido su pierna derecha, no se lamenta porque para él la libertad del país, su soberanía y caminar libremente por todo el territorio nacional vale más y volvería perderla nuevamente por ver libre a su país.

‘Yo era un deportista, un jinete... había ganado varios premios. Con la amputación perdí uno de mis sueños, de seguir montando caballos, pero gané el de caminar libremente por mi país y que no hubiera un país dentro del territorio istmeño, valió la pena el sacrificio', dijo en un tono de voz firme González, quien se desplaza en una silla de rueda.

Después de la tragedia, consiguió trabajo en el Hospital Santo Tomás, ahí estuvo laborando por varios años en la recepción, luego consiguió empleo en la Caja del Seguro Social (CSS), donde se jubiló. Ahora, con 74 años y tres hijos, continúa con su lucha acompañado del resto de los sobrevivientes, pero esta vez la pelea es para que las futuras generaciones no olviden la historia en especial la del 9 de enero, fecha que marcó al país e impulsó a los panameños para luchar por el Canal de Panamá y que ondeara una sola bandera en el territorio, sin un país dentro de otro país, que el panameño pudiera caminar libremente sin ser atropellado por los norteamericanos.

Otro héroe de aquella gesta es Claudio Márquez, quien para esa fecha tenía 17 años, cursaba el cuarto año de mecánica en la Escuela Artes y Oficios Melchor Lasso de la Vega.

Se enteró aproximadamente las doce medio día en la radio. Ese día no pudo asistir a las manifestaciones porque su madre se lo impidió.

Aquella noche no pudo dormir bien, en su corazón había un sentimiento de impotencia y coraje por todo lo que estaba pasando y él encerrado en su casa sin poder pelar.

A la mañana siguiente madrugó, aprovechando que sus padres se encontraban dormidos.

‘Me fui con un vecino, para ese entonces vivía en Victoriano Lorenzo, en San Miguelito, nos fuimos caminando hasta el Seguro Social en la Transístmica. A todos los carros de los gringos les tirábamos tachuela y piedras', narró Márquez.

Márquez junto a otro grupo de panameños se fueron hasta el Palacio Legislativo, donde él junto a su vecino rescataron a varios compañeros heridos de bala.

Al ver ese desbalance, donde ellos pelaban con piedras y sus oponentes con armas de fuego decidieron fabricar bombas caseras para defenderse, para eso necesitaban comprar los instrumentos.

Cuando iban caminando escucharon unas detonaciones, él se escondió detrás de un poste, cuando se calmó un poco la situación dio un paso adelante para ver dónde estaban disparando y ahí fue cuando lo hirieron en el estómago y cayó.

‘Los disparos continuaron. Yo rodé hacia la otra acera fue un milagro que no muriera, otro compañero me rescató y me llevaron al hospital. De ahí, no supe que pasó, cuando desperté eran las 2:00 a.m. y estaba lleno de agujas. Mi instinto era levantarme y seguir combatiendo, pero una enfermera me lo impidió', relata.

Agrega que lo hospitalizaron por seis meses y los médicos no pudieron extraerle la bala porque está cerca de su columna y podía quedar inválido.

Según Márquez, aunque los dolores que le causa la bala son muy fuertes, hasta de sacarle las lágrimas, valió la pena y no se arrepiente de nada. ‘Seguiré soportando el dolor porque la lucha que hicimos fue de alma y corazón por ver a mi Panamá libre... Sí tiramos piedra, pero con justificación porque hoy día mis cuatros hijos, catorce nietos y mi bisnieta pueden caminar por todo el territorio nacional sin ninguna restricción, lo hice porque amo a mi patria'.

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