La historia oficial y la invisivilización de la mujer

Actualizado
  • 23/12/2018 01:00
Creado
  • 23/12/2018 01:00
La historiadora, catedrática y autora Yolanda Marco promueve una visión más integradora y total de la Historia, a travès de un análisis no tradicional de las fuentes

¿Quiénes fueron los panameños más influyentes del siglo XX? De la (excelente y utilísima) colección de 80 biografías titulada Protagonistas del Siglo XX Panameño (2015) surge una clara muestra de la relevancia que asignamos a la participación femenina en la historia nacional: de los ochenta personajes seleccionados solo ocho son mujeres.

No es que sorprenda, pero sí amerita una reflexión porque para todos debe resultar claro que la influencia femenina en el acontecer del país es mucho más profunda e impactante de lo que el conjunto de las crónicas históricas existentes parece reflejar.

Con esa verdad de Perogrullo, nos acercamos a la catedrática de historia de la Universidad de Panamá Yolanda Marco, quien cuenta con una larga bibliografía en temas relacionados con la mujer panameña. La biografía de Clara González de Behringer , Mujeres Parlamentarias en Panamá, 1945-1955 , Las mujeres en los manuales de historia de Panamá de secundaria, son apenas algunas de sus investigaciones publicadas.

Reunidas en el New York Bagel Café, frente a la cabeza de Einstein, con varios capuchinos sobre la mesa, Marco va descifrando el tema, esgrimiendo verdades que para un estudioso como ella resultan claras y simples, pero que para el común de los ciudadanos son esclarecedoras. En esta página intento resumir la conversación.

‘La historia que aprenden nuestros niños, niñas y jóvenes en las escuelas (y la que predomina en el entorno social) es la de los grandes hechos políticos y diplomáticos, la historia de los estadistas, de los que ocupaban posiciones de poder… es la historia oficial', empieza la catedrática con las formas sencillas que la caracterizan. ‘Es obvio, dice, que en este tipo de relatos aparezcan solo algunos nombres femeninos...".

La propuesta de Marco es una sobre la que la mayoría de los ciudadanos no solemos reflexionar: los relatos y crónicas históricas son casi siempre ‘escritas desde el poder político' y lejos de ser la Historia, provienen apenas de una corriente de este campo de estudios, y, además, una corriente ‘cuestionada desde el siglo XIX'.

Hay muchas otras corrientes históricas, explica. Ella en lo personal, se ha dedicado a temas femeninos, porque prefiere una visión más integradora, totalizadora, que se dirija a la inclusión de todos los aspectos de la sociedad y a todos sus miembros, grupos, clases y etnias.

‘Yo me hice historiadora porque quería comprender cómo es el mundo en el que vivimos y entendí que la comprensión de nuestro pasado es fundamental para entender quienes somos y para construir nuestra identidad. Cuando empecé a investigar y a escribir, las mujeres no aparecíamos en esa historia... por eso tuve que buscarlas e integrar su mundo en la historia, al igual que hago también con otros grupos sociales invisibilizados y con temáticas como la historia social, la económica, la global, la historia oral…', sostiene.

‘Reconstruir la historia de las mujeres es fundamental para nuestra construcción como sujetos históricos, recuperando nuestra genealogía'.

CUESTIONAMIENTO

Curiosamente, los cuestionamientos al ‘sesgo sexista' de la historia oficial son un fenómeno relativamente nuevo, que surgió en la segunda mitad del siglo XX: las mujeres empezaron a protestar por su invisibilidad en la historia y la atribución de sus logros a figuras masculinas solo al entrar ellas en el mundo ‘oficial'.

‘Ocurrió en el periodo entre 1945 y 1973', dice Marco. Es un periodo considerado por los historiadores como una época dorada, de excepcional crecimiento económico y de la población, del llamado baby boom... pero es también una época en que empezaron a debatirse críticamente cuestiones como la riqueza de las naciones, la colonización y la presencia de las mujeres en los libros de historia.

Fue en esta época que brillaron la sicóloga Betty Friedan y la filósofa Simone de Beauvoir, que guiaban a una nueva generación de mujeres que entraba con fuerza en las universidades y en el ambiente laboral formal.

‘Las mujeres se hacían (en números importantes) historiadoras, sociólogas, sicólogas, intelectuales y se involucran desde las universidades y otros círculos a la investigación. Así es como empiezan a cuestionar por qué la mujer no estaba en la historia', continúa.

PANAMEÑAS

Fue en esa época que se formaron mujeres panameñas como Otilia Arosemena de Tejeira, Ligia Herrera, Reina Torres de Arauz, Carmen Miró, panameñas que empiezan a participar activamente en la vida pública.

Eran mujeres luchadoras, entusiastas, que coincidían en el panorama nacional con otras como Clara González, de la generación que había abierto las trochas por las que ellas ahora caminaban.

Clara en especial había estado trabajando desde la década del 20 para promover los derechos sociales y económicos de las mujeres y las clases oprimidas.

La generación de Clara González trabajó muchísimo, dice Marco, pero no consiguió cambiar mucho, fuera del derecho a la ciudadanía y al voto. Eso fue lo que motivó en 1968 a manifestar su decepción a un periodista norteamericano que la entrevistó. Habían pasado más de 45 años de los inicios del movimiento sufragista panameño y más de 10 años de la conquista del voto y ella se preguntaba: ‘¿Cuántos ministros, cuántas presidentas hemos tenido?'

‘Luchamos por el voto, pero estamos igual', exclamaba, de acuerdo con Marco, intentando motivar con estas palabras a las mujeres a votar en las elecciones que se llevarían a cabo en octubre de ese año.

SIGLO XX

Las ansias de Clara González por abrir espacios a la participación femenina en la vida nacional se había manifestado desde su ingreso a la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá, cuando las leyes solo permitían a los hombres ejercer esta profesión.

Las ideas de González eran demasiado avanzadas para una sociedad que apenas empezaba a reconocer la importancia del rol de la mujer en sus funciones tradicionales de madre y educadora.

Panamá conquistó su estatus de República en un momento de alarmante pobreza, recuerda Marco. Al momento de constituirse como tal, el 80% de la población panameña sufría de desnutrición y de afecciones causadas por los parásitos. La ciudad de Panamá estaba infestada de mosquitos causantes de enfermedades como la fiebre amarilla y la malaria.

En 1917, cuando se fundó la Cruz Roja con un grupo de voluntarias dirigidas por Lady Matilde Obarrio de Mallet, resultaba ya clara la necesidad de que la mujer asumiera un rol más activo en la vida nacional para ayudar a combatir estos problemas.

El presidente Belisario Porras, que no era necesariamente un feminista, apoyó a Obarrio de Mallet y tomó otras decisiones importantes como la asignación de becas y enviar a la educadora panameña Ester Neira de Calvo a la Conferencia Panamericana de Mujeres en la Ciudad de Baltimore, organizada por la Liga de Mujeres Votantes, en 1921.

Como delegada panameña, Neira se comprometió a fundar en el país un capítulo local de la Sociedad para el Progreso de la Mujer, que tendría como objetivo educar a las mujeres para que ejercieran un rol en la creación de una sociedad más educada, más sana, con mejores prácticas de higiene.

Estas ideas más tradicionales chocaban con las ideas más progresistas del grupo que lideraba Clara González, formado por mujeres de las clases populares que ansiaban la igualdad de derechos. González, en particular, profesaba ideas socialistas, y veía en el derecho voto y el activismo político un medio para asegurar condiciones más favorables a los campesinos, a las mujeres y a los grupos olvidados.

LAS LUCHAS NACIONALISTAS

La mujer panameña logró conquistar su plena ciudadanía (y el derecho de participar en elecciones presidenciales en plan de igualdad) con la Constitución de 1946. Sin embargo, a partir de entonces, la lucha de las mujeres se ralentizó. El país estaba inmerso ya para entonces en su lucha nacionalista, en sus ansias de descolonización y las mujeres se involucraron en ese esfuerzo común.

Después de la firma de los tratados en 1977 vino otro problema que absorbió el interés de los panameños: la lucha civilista contra la dictadura.

‘Fue después de la invasión de 1989, en la década de los 90, cuando empieza a resurgir el movimiento feminista. Se empiezan a abordar temas bastantes obvios y poco conflictivos, como la violencia contra la mujer… la pobreza, la cosificación de la mujer en los medios de comunicación. Luego surge la preocupación por la equidad… es en los 90 cuando las legisladoras Teresita Yániz y Gloria Young se unen en un esfuerzo por eliminar los vestigios de desigualdad presentes en las leyes del país'.

La historia del sufragio femenino y de su entrada en el mundo de poder acaparado por los hombres es apasionante, pero, como dice Marco, no es el único tema que debe ser explorado para entender el lugar de la mujer en la historia.

Todavía en el New York Bagel Café y después de una hora de amena conversación, nos explica uno de los proyectos en los que ha estado trabajando y que no se ajusta a la concepción clásica que tenemos sobre la historia. Se trata de una evaluación de los resultados del trabajo de la Alianza Pro Igualdad en el interior de la República, que le permitió entrar en contacto con las historias individuales de mujeres que participaron en este programa educativo.

El proyecto ayudó a las mujeres a abordar problemas como el de la violencia rampante y las educó y capacitó para realizar cambios de conciencia que repercutieron no solo en su trabajo productivo sino también en su conducta como personas y como miembros de una familia.

‘Lo interesante es que a través de este proyecto hemos podido entrelazar las historias de esas mujeres individuales con la historia de Panamá', explica Marco, haciendo notar la relación entre el surgimiento de algunas lideresas y la presencia del sacerdote Héctor Gallego y el Plan Veragua, de la Iglesia Católica y el Catolicismo progresista de la Teoría de la Liberación.

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