Antonino ya no cuida las calles

Actualizado
  • 31/05/2019 02:03
Creado
  • 31/05/2019 02:03
La inseguridad en las calles ha empeorado hoy, por factores como el crecimiento poblacional de nacionales y migrantes, la construcción de nuevas barriadas y el guante de seda de una justicia querendona

Verano de los años cincuenta en El Cristo de Aguadulce, Coclé. Cuando los rayos crepusculares del cansado sol se colaban por el campanario de la iglesia de San Pedro, Antonino Reyes, único policía del pueblo y sus alrededores, iniciaba su rutinaria ronda nocturna.

Aquellos atardeceres en El Cristo eran de postal. Los niños llevaban flores a la Virgen o correteaban en el parque. Peregrino Bonilla ‘topaba' los gallos de pelea antes de meterlos a las casillas. En los frutales, los aguacates brillaban como esmeraldas y los naranjales recibían los últimos picotazos de las oropéndolas, azulejos, ‘sangre de toro' y colibríes.

Los mozos picaban caña para los caballos como desagravio a las duras jornadas del día. El aroma de café del molino casero se fundía con las notas musicales del acordeonista Negro Bazán y su programa ‘Tardecitas de mi Pueblo'.

Ya entrada la noche, en la oscuridad fulguraban la placa, la visera del quepis y la hebilla del cinturón policíaco.

—¡Viene Antonio!

Los chiquillos, apostados en las ventanas, espiaban el paso del hombrón vestido de verde oliva. Iluminaba el entorno con su inseparable linterna.

Caminaba lento, como si tuviera una pierna más larga que la otra. Era áspero, pero humano y noble. En las patronales de San Pedro imponía orden en bailes y juegos de toros.

Antonino no sabía de miedo. Se metía en medio de los duelos con cuchillo para imponer orden a punta de tolete. Podía arrastrar a dos hombres —uno en cada mano— y dejarlos inmovilizados en el temido cepo.

Su trabajo (24/7) era un testimonio de que la presencia policial en las calles es un remedio infalible para controlar y prevenir el delito. Hoy hablaremos de eso.

Respeto callejero

Rodrigo C., educador jubilado, comenta sobre lo positivo de la vigilancia policial callejera. Evoca los tiempos de la antigua Zona del Canal. ‘Las mismas personas cochinas, que echaban basura en las calles de Panamá, tenían un comportamiento modelo en el área canalera: creían que detrás de cada árbol había un policía militar'.

Sabían que si tiraban un chicle al piso se las verían con la ley. Si por mala suerte les tocaba un juez avinagrado, podían ir a parar a la cárcel, aquella que inspiró la novela Gamboa Road Gang , del laureado escritor y periodista panameño Joaquín Beleño. ‘Ahora usted ve a los hombres orinando en avenidas y carreteras, frente a mujeres y niños. Nada pasa', añadió.

También se refirió a los tiempos de la antigua Bethania, reposado residencial —Rodrigo vivió allí muchos años— lleno de jardines y sitios de recreo. En parte, esa tranquilidad se debía a la presencia en las calles de ‘Los Pumas' de Tocumen.

Cuando los carabineros hacían sus rondas nocturnas ni los gatos quedaban en los tejados. Había pandillas pero la policía no cedía territorios.

Bethania es una zona de cruce (Transístmica, Vista Hermosa, Ricardo J. Alfaro, Ingenio) azotada por los ladrones de automóviles y asaltantes de a pie. A pesar de su legendario cuartel hace falta más vigilancia.

Testigos del miedo

La inseguridad en las calles —robos, asaltos, ataques sexuales, tráfico de drogas, robo a residencias, caos vehicular, estafas— ha empeorado hoy, en parte por factores como crecimiento poblacional de nacionales y migrantes (Panamá, Arraiján, La Chorrera, San Miguelito, Chiriquí, entre otros), la construcción de nuevas barriadas y el guante de seda de una justicia querendona.

En 2018 se cometieron 9,034 hurtos en todo el país y 5,158 robos. Estadísticas del Ministerio Público revelan que las provincias con más delitos son: Panamá, con 4,0664 hurtos y 3,253 robos; Panamá Oeste, con 1,711 hurtos y 963 robos; Chiriquí, con 1,021 hurtos y 413 robos; Los Santos, con 428 hurtos; Colón, con 227 robos; Coclé, con 398 hurtos y 103 robos; Veraguas, con 394 hurtos; Colón, con 393 hurtos y Herrera, con 307 hurtos.

Los índices más bajos lo poseen las comarcas indígenas. Hay muchos hurtos y robos en todo el país que no son denunciados por temor a represalias. ‘Esto no se aguanta; uno trabaja para los parásitos', comentó Agripina R., con el rostro medio oculto por una chalina de ir a misa.

Pablo S.G., avispado mecánico automotriz de La Polvareda, Arraiján, tiembla de risa cuando se le pregunta por las rondas de policía. ‘Mire, compa, cuando yo vea a un policía por aquí, le pido un autógrafo y me tomo un ‘selfie' con él'.

Rosaura, recepcionista, reside en La Pulida, Villa Lucre. Según ella, los vecinos del área viven angustiados por la robadera. En una ocasión, a las cinco de la mañana, un carro con cuatro ‘pelaos', cada uno con su arma, la golpearon, le robaron la cartera y un abrigo.

Lucha Ortega, de Nuevo Tocumen, tiene buena opinión de las rondas de policía. ‘Mira que sí, aquí hacen retenes y se les ve mucho en la calle, a pie y en bicicleta'. Lo mismo piensa Cleto M., de urbanización Chanis: ‘Por aquí siempre hay rondas; el cuartel de Parque Lefevre es proactivo'.

Hay casos curiosos. A Francisca, joven madre de Santa Isabel, en Cabra, Pacora, le tocó la puerta un desconocido a las tres de la madrugada. Se encerró en la recámara con su hija de cuatro años. Cuando llamó a la policía, recibió esta respuesta: ‘No tenemos idea de su dirección; salga a la calle para verla y atenderla'. ¿Y el malandrín que la acecha afuera?

Josué Elías, vecino de Los Guayabitos, Barrio Balboa, La Chorrera, en las cercanías del Mercado de Abastos, dice que solo ve a los policías en los desfiles patrios. ‘Esta es un área caliente; los indigentes roban mangueras y palma rojas para comprar droga. Nosotros los reprimimos a nuestro estilo ( ríe mucho )'.

Estrategias de seguridad

Didacio Camargo, vocero de la Policía Nacional, dijo que se trabaja en base a estrategias del Órgano Ejecutivo, elaboradas en conjunto con los estamentos de seguridad y en ‘estricta' colaboración con el Ministerio de Seguridad. Los programas se basan en la disuasión, prevención, represión y tecnología.

El objetivo, añadió, es garantizar la seguridad en comunidades, escuelas y comercios, mediante el contacto directo con el ciudadano. La operatividad policial es de 24 horas en todo el territorio nacional (retenes, puntos de control, allanamientos por parte de los entes de inteligencia) y tiene el propósito de sacar de las calles a delincuentes, pandilleros y desarticular grupos y organizaciones criminales.

Según Camargo, ‘la Estrategia de Seguridad Ciudadana 2017-2030' promueve la creación de sociedades pacíficas. Con el apoyo técnico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se elaboró la política de Estado en materia de seguridad para los próximos doce años.

La nueva línea señala que el combate a la criminalidad debe ser integral, sostenible, participativa, multidimensional y basada en hechos. Afirma que la efectividad policial es puesta a prueba diariamente. Sin embargo, la utilización de herramientas tecnológicas reduce la incidencia delictiva.

El 21 de enero de 2019, el presidente Juan Carlos Varela inauguró el Centro Nacional de Operaciones de Seguridad y Emergencia, conocido como el ‘C-5' (Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Calidad), con el objetivo de garantizar la seguridad ciudadana y reducir el tiempo de respuesta de las autoridades. Con el C-5, junto a los comandos móviles ‘Pantera' y ‘Jaguar', no solo se tendrá acceso a sensores de campo y de monitoreo existentes en Panamá, Colón, Chiriquí y Darién, ya interconectados, sino que en el futuro se podrá integrar a todas las cámaras que se instalen en el país. Quedaron lejos los tiempos en que el policía Antonino Reyes patrullaba los campos a caballo.

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