Alegato en defensa de la mujer

Actualizado
  • 13/07/2019 02:00
Creado
  • 13/07/2019 02:00
‘Expreso mi preocupación por la falta de sintonía entre el significado del poder político de la mujer y el proceso electoral en marcha', escribió ‘El Patriota' Carlos Iván Zúñiga, en una columna publicada originalmente el 19 de julio de 2003

La vieja especie que rodó por el mundo y que sostenía que la mujer era ‘varón menguado' ha sido desvirtuada por los hechos. Es tan anacrónico y simplista tal criterio, como el que afirma que detrás de un gran hombre existe una gran mujer. El simplismo resulta evidente si se invierte el juicio y se dice que detrás de una gran mujer existe un gran hombre. ¿Qué dirían al respecto las solteras ilustradas del mundo? Cuando prevalecían estas jactanciosas afirmaciones, el papel de la mujer era restringido en la sociedad. Por siglos la egolatría masculina transitó por ese trillo discriminador. En el presente no es ni varón menguado, ni escolta o consorte carente de los dones de la propia personalidad. Hoy la mujer es ciudadana con todos los derechos que anteriormente se atribuían con exclusividad a los varones.

La cultura del sometimiento de las mujeres como seres subalternos en la categoría humana ha sido espectacularmente bochornosa. No fue sino hasta bien entrada las centurias cristianas que la Iglesia convino en reconocer que las mujeres tenían alma. Ese misterioso privilegio solo lo tenían los varones. Antes de aquella justa decisión, las mujeres no poseían la remota esperanza de pernoctar alguna vez en los santos aposentos del cielo. Posteriormente los aborígenes, hombres y mujeres de América, fueron víctimas de la misma discriminación hasta que se condolieron de su huérfana condición espiritual y se le adjudico a cada uno la divina identidad.

En las primeras décadas del siglo XX, las mujeres continuaban sometidas a la conocida discriminación. Al fundarse la Universidad de Panamá, en el año 1935, en los altos cuadros directivos no había una sola mujer y el personal docente solo contaba con una dama, la doctora Georgina Jiménez de López, sencilla y docta maestra de la sociología. Para entonces, nunca una mujer había ocupado un escaño en la Asamblea Nacional, en la Corte Suprema de Justicia o en el Consejo de Gabinete, y mucho menos el cargo de presidenta de la República.

La Constitución Política de 1941, en su artículo 61, estableció que ‘el legislador podrá conferir a la mujer panameña mayor de 21 años, la ciudadanía'; esto es, el derecho a elegir y ser elegida. El artículo 61 constitucional se apartó de la tradición centenaria de reconocer solo al varón el derecho de ciudadanía, con lo cual se hizo expedita la decisión del gobierno de facto de 1945 de autorizar la participación de la mujer en las elecciones para integrar la Asamblea Nacional Constituyente del mismo año. En esa ocasión, las mujeres mayores de 21 años ejercieron el voto por primera vez en la historia del istmo. Las ciudadanas Gumersinda Páez y Esther Neira de Calvo, como principales, y Raquel Walker de Ducruet, como suplente, elegidas para la constituyente, inauguraron una nueva etapa histórica que determinó la defunción de la mujer como ‘varón menguado', pues a partir de esa fecha la mujer fue actora independiente y activa de la democracia. Sencillamente la mujer adquirió el carácter de ciudadana.

El año del centenario nos encuentra con una mujer ocupando el solio presidencial, hecho significativo y reparador si elaboramos un análisis retrospectivo de los desaires institucionales y sociales padecidos por la mujer. En este mismo año del centenario, la sociedad panameña viene observando el creciente papel protagónico de la mujer como artífice de una nueva conciencia fundada en las virtudes innovadoras y hasta revolucionarias del conocimiento. Las panameñas vienen tomando posesión de los baluartes espirituales estratégicos para construir una nación nueva ajustada a las luces de la época, a las normas del equilibrio social y a los principios que garanticen una democracia económica, política y participativa. Este movimiento arrollador que hará eclosión más temprano que tarde, contará con el liderazgo de la mujer porque en ella reside mayoritariamente el talento cultivado como garantía de una conciencia lúcida.

Se me podría acusar de hacedor de elucubraciones caprichosas. Pero, ¿acaso la sociedad panameña no se ha enterado de que hace tres lustros la mujer viene desplazando al varón del aula universitaria? ¿Para qué lo ha desplazado? Para ser más libre, más idónea, más culta; también para vigorizar la democracia, la probidad y la educación como instrumento irremplazable del desarrollo integral del ser humano.

¿Dónde encontramos la prueba concreta de la revolución del conocimiento que pretenden abanderar las mujeres en los momentos actuales? No hay universidad del país que no ofrezca en cada promoción un número de mujeres que ha culminado sus carreras en una proporción de tres a uno con relación a los varones diplomados. Es una ola que crece con vigor y meta, la que impondrá su peso específico en la vida pública con vocación de poder; y quien no se ha enterado de este fenómeno social, cultural y político, es porque ignora la dinámica del conocimiento como partera de las nuevas o inéditas revoluciones del mundo.

Con el abono de los que viene dicho, expreso mi preocupación por la falta de sintonía entre el significado del poder político de la mujer y el proceso electoral en marcha. Todo parece indicar que en la integración de las nóminas presidenciales los partidos viven concepciones aún machistas y desfasadas, y no logran escuchar la voz profunda que viene anunciando el protagonismo decisivo de la mujer.

Estos soslayos, propios del espíritu político y constitucional del siglo XIX, se podrían traducir en severos votos de castigo en las urnas del 2004. Los políticos deben revisar su propia ‘hoja de ruta' para evitar los naufragios fácilmente previsibles. Hacerlo sería sorprendentemente positivo. Sería, igualmente, un intento de homenaje a la tenaz lucha de la mujer por el logro de sus derechos políticos. Y ningún momento tan apropiado para hacerlo, que en estos días en que se llega al primer centenario de la República.

‘Las panameñas vienen tomando posesión de los baluartes espirituales estratégicos para construir una nación nueva'.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político.

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanendo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

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