Prospectiva y economía: saltar al futuro

Actualizado
  • 13/08/2020 00:00
Creado
  • 13/08/2020 00:00
El padre de la prospectiva moderna, Gaston Berger, la definió fundamentalmente como un estado de la mente interesado en indagar el futuro. Es lo que podemos llamar “una actitud prospectiva”, una forma de “mirar el futuro”.

El padre de la prospectiva moderna, Gaston Berger, la definió fundamentalmente como un estado de la mente interesado en indagar el futuro. Es lo que podemos llamar “una actitud prospectiva”, una forma de “mirar el futuro”. Entendida de esa manera, la prospectiva tiene un fuerte carácter reflexivo, eminentemente cognitivo e incluso teórico. Por otra parte, esta mirada al futuro no es inocente, es decir, es intencional. ¿Qué guía esta mirada? Pues la intencionalidad deliberada de “construir” el futuro, en cuanto y por cuanto es hoy el único tiempo real donde puedo esculpir el mañana.

Tal mirada ha ido modelando un enfoque prospectivo que Michael Godet bellamente expresa en los tres sentidos que las palabras griegas ligadas al entendimiento de la relación del hombre con la realidad, a saber: sophie, techné y poiesis, esto es: conocimiento, acción y afectividad.

En sentido “disciplinario” o de campo de estudio, más bien, la prospectiva se referiría a un amplio espectro de metodologías para explorar el futuro, y que denominamos por ello mismo “estudios de futuro”. Hoy por hoy, sin embargo, los estudios de futuro avanzan con una fertilización cruzada y ha renacido básicamente por los rasgos de nuestro tiempo: rápida mutación de la base tecnológica, centrada en la innovación y desarrollo de nuevas tecnologías; el quiebre socio-histórico que conocemos como proceso de globalización, y por la enorme incertidumbre y riesgos que para la vida social, para la humanidad entera se derivan de procesos altamente complejos.

Ahora bien, los estudios de prospectiva han ido ganando también una dimensión estratégica (como por ejemplo en los enfoques latinoamericanos) enriqueciendo con su impronta la nueva planificación a nivel institucional y de diseño, formulación y evaluación de políticas públicas, incluidas las propias del campo social y desarrollo territorial, como las eminentemente económicas.

Una vez se reconoce la artificial división en el sistema social de los aspectos meramente económicos, tiende a buscarse un enfoque de toma de decisiones que supere el fuerte carácter disciplinario de la economía (entendida como toma racional de decisiones en condiciones de certeza) por una toma de decisiones más cercana al enfoque institucional y cultural, propios de la corrientes estructuralistas, institucionalistas, antropológicas y psicológicas de la nueva ciencia económica.

A lado de la corriente principal han ido otros ríos de más o menos potencia. Desde la economía política marxista, centrada en los conceptos de valor y reproducción del capital, pero igualmente otras corrientes como la institucionalista, variopinta, y potente desde los institucionalistas norteamericanos hasta los trabajos de Ronald H. Coase, Alfred D. Chandler, Jr. Y Olivier Williamson. Pero igualmente la economía schumpeteriana y neo-schumpeteriana de las cuales la economía de la innovación ha dado resultados brillantes. De allí los trabajos de Nelson, Friedman y más recientemente economistas latinoamericana como Carlota Pérez que con el co-auspicio de la Ciudad del Saber, el CIAES y UDELAS han mostrado su potencia explicativa y prospectiva. De hecho, UDELAS ha estado promoviendo una estrategia para formar profesionales con visión prospectiva (prospectivistas), pero igualmente con una creciente preocupación por la innovación social y productiva.

Con estas premisas, los economistas de la innovación han recomendado que la fórmula del desarrollo sea uno de un Estado como dínamo y orientación de la fuerzas del mercado en términos de consensos y un análisis situacional, poniendo mucha atención en procesos de innovación tecnológica y reconfiguración productiva.

Así, Carlota Pérez, alumna de Freeman y colaboradora de Manuel Castells y Erik Reinert, ha propuesto para Panamá y para América Latina un modelo dual, que supone Estado dual y una economía dual, suponiendo la diferenciación de sectores remolques (básicamente por empresas estratégicas ligadas a la logística, como el propio Canal) y un proceso de incorporación de la población a niveles de vida cada vez más altos (a través de un Estado inteligente y promotor), por ejemplo, la producción de moringa a escala industrial con empleo de parcelas autosostenibles.

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