Introducción: el apostolado

Actualizado
  • 18/09/2020 00:00
Creado
  • 18/09/2020 00:00
La escritora panameña Sydia Candanedo de Zúñiga, esposa de Carlos Iván Zúñiga Guardia, nos reseña en estos capítulos y de manera abreviada, seis etapas de la intensa vida del patriota, desde su primera juventud hasta sus 42 años de edad, desvelando con sencillez el devenir de muchos acontecimientos nacionales en los que el doctor Zúñiga jugó un papel

“Estudia, y no serás cuando crecido, ni el juguete vulgar de las pasiones, ni el esclavo servil de los tiranos...Trabaja joven, sin cesar trabaja, la frente honrada que en sudor se moja, jamás ante otra frente se sonroja, ni se rinde servil a quien la ultraja”. Así decía oportunamente, allá en Penonomé, a sus pequeños hijos y a sus alumnos, la educadora Olivia Guardia de Zúñiga citando esas célebres máximas extraídas de un poema del venezolano Elías Calixto Pompa, para inculcarles la importancia del estudio y la honradez, lo que de seguro trascendió en toda su descendencia y de modo especial en su hijo Carlos Iván Zúñiga Guardia, quien desde niño desarrolló un vivo interés por la lectura, el estudio y el trabajo honrado. Asimismo su progenitor Federico Zúñiga Feliú, al regalarle su primer libro de lectura de primaria, se lo dedicó de la siguiente manera: “hijo, en la lectura y el trabajo encontrarás las mejores enseñanzas y el éxito en la vida.

A Carlos Iván, solo por azares del destino, no llegué a conocerlo durante su infancia, ya que a mi padre Abel Candanedo Moreno, que era inspector de sanidad, por poco lo trasladan a la ciudad de Penonomé y, en consecuencia, habría tenido que mudarse con toda nuestra familia casualmente a una casa colindante con la del hogar de los Zúñiga Guardia, en esa capital de la provincia coclesana. No obstante, lo llegué a conocer ya siendo un joven de 18 años, en la ciudad de Panamá, cuando éramos estudiantes graduandos, él, del Instituto Nacional, el glorioso Nido de Águilas y yo, del no menos glorioso Liceo de Señoritas.

Así que lo que sé de su biografía en el período de su infancia, es lo que escuché de otras personas. Por ejemplo, me decía su hermano Pablo Alonso, que observó rasgos humanitarios en Carlos Iván cuando siendo un niño de escasos 10 años, tuvo la iniciativa de llevar agua a los trabajadores que frente a su casa construían la vía Panamericana, ya que notaba cómo sufrían con el calor sofocante que producía el intenso sol veraniego. Esa vocación conmovió al capataz de la obra, de apellido Ayala, que con el tiempo encontró la fórmula de darle una plaza de trabajo como niño aguatero en la referida obra vial.

El Penonomé de los años 30 en la infancia de Carlos Iván, me imagino que dejó de ser de una vida bucólica, cuando murió su padre, el educador Federico Zúñiga Feliú, dejando en la orfandad a sus hijos. De manera que con tan solo ocho años de edad, Carlos Iván, pienso, se vio obligado a afrontar una situación que lo hizo madurar prematuramente. Después de este suceso, a los pocos años se tuvo que separar del hogar materno cuando se trasladó a la ciudad de Santiago de Veraguas para iniciar su primer ciclo secundario en el internado de la escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena. Todas estas circunstancias hicieron que su carácter se fuera templando, obligándolo a tener esa reciedumbre que luego lo caracterizaría.

Desde muy pequeño Carlos Iván debió realizar todo tipo de labores, mas su principal fuente de ingreso, aunque modesta, provenía del trabajo de sacristán mayor en la iglesia San Juan Bautista de Penonomé, que quedaba a escasos metros de su casa en el barrio de Los Forasteros, cuyo párroco era el padre doctor Antonio Rabanal Castrillo, originario de Navarra, España. Además de los trabajos mencionados, de niño se ocupó en todo tipo de oficios bajo la premisa de que el trabajo no deshonra, sino que dignifica y ennoblece.

En aquellos años, Panamá parecía encaminarse a ser un país con aspiraciones pedagógicas y el doctor Octavio Méndez Pereira, amigo de su difunto padre y que fue padrino de bautizo de Carlos Iván, era uno de los principales propulsores en construir ese Estado docente. No obstante, su madre en el hogar, al inculcarle un patriotismo de acendrados principios, y el padre Rabanal fueron quienes le dieron los fundamentos de la cultura, las primeras instrucciones bibliográficas y orientaciones en sus estudios, sus valores católicos e interpretación de las obras clásicas, los que moldearon su personalidad en esos años iniciales de estudio.

En la escuela primaria Simeón Conte, en Penonomé, Carlos Iván a su corta edad se dedicó al estudio del pensamiento del Libertador Simón Bolívar; y lo hizo con tanto empeño, que dio su primer discurso ante todo el plantel, cuando presidió la Sociedad Bolivariana Infantil, lo que marcó en él su ideario bolivariano que llevó con orgullo para el resto de su vida. Otra de sus precoces entretenciones era asistir al Palacio de Justicia de Penonomé para escuchar las intervenciones penales de Héctor Conte Bermúdez cuando se enfrentaba en los estrados del Tribunal a otros eminentes juristas, principalmente a Felipe Juan Escobar.

A pesar de las limitaciones económicas en que se encontraba su familia, siempre tuvo la convicción de que la única forma de triunfar en la vida era a través del estudio. Así que con grandes sacrificios marchó a la escuela Normal de Santiago en 1940, para continuar sus estudios de primer ciclo. En esa época ya tenía claros sus ideales patrióticos y democráticos, aunque en realidad no podría decirse a ciencia cierta, cuando fue que se fraguó completamente en su ser ese apostolado nacionalista que acrisoló en su vida, pero ese sentimiento ya lo tenía a los 19 años de edad, cuando en una de las amorosas cartas que me enviara, expresó: “Deseo, y tú lo comprendes, no ser un hombre más del montón, tengo ambiciones muy amplias, mis propósitos están impregnados del más puro amor hacia la patria...”

Una vez cumplidas sus metas de estudio en la Normal de Santiago, en 1942, a la edad de 16 años se trasladó a la ciudad de Panamá para cumplir su sueño de graduarse de bachiller en el Instituto Nacional de Panamá. Allí fue alumno de grandes profesores, se afilió a la sociedad Mateo Iturralde, y después a la Asociación Federada del Instituto Nacional (AFIN) de la que fue miembro conspicuo y luego su presidente.

Sus aspiraciones intelectuales y culturales las iba desarrollado conjuntamente con su vocación periodística. En 1945 era director de revistas estudiantiles, entre ellas, 'Cariátides', 'Esfinge' y el semanario 'Federación'. En ese año nos conocimos mientras junto a otros estudiantes, planeábamos la creación y publicación de la revista 'Alumni'. Nos graduamos en enero de 1946 y ese mismo año iniciamos nuestra vida universitaria. El primer año de estudios fue de gran actividad estudiantil y de trabajo. Ambos pertenecimos al Consejo General Universitario, donde abogamos, entre otros postulados, por la autonomía universitaria y por la mayor participación de los estudiantes en las decisiones de nuestra primera casa de estudios. Surgió el amor, y el 1 de marzo de 1947 contrajimos matrimonio en la Iglesia de San Francisco de Asís en el barrio de San Felipe de la ciudad de Panamá.

Así fueron a grandes rasgos, la infancia y adolescencia de Carlos Iván Zúñiga Guardia, hasta el momento en que se encontraron nuestras vidas. Tuvo una realidad llena de adversidades y supo enfrentarlas con optimismo. Su andar por este mundo terrenal siempre estuvo revestido de la fe, con esa formación cristiana que lo acompañó toda su existencia, tratando de vivir las enseñanzas del evangelio y del humanismo clásico, con las consignas de la verdad y el amor.

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