Moscoso y la vigencia de las libertades

Actualizado
  • 03/10/2020 00:00
Creado
  • 03/10/2020 00:00
En el segundo año de gobierno de la presidenta Moscoso, existe una realidad positiva que debe ser imperecedera: vivimos en un estado de derecho con la plena vigencia de las libertades públicas y todos debemos ser custodios -Gobierno, oposición y pueblo-, de esa gran conquista de la civilidad panameña. Es preciso recordar los amargos momentos del pasado inmediato; es conveniente examinar la vida de otros pueblos vecinos para comprender la importancia de vivir en la paz que produce un estado de derecho.
Moscoso y la vigencia de las libertades

Hoy se celebra el segundo aniversario del gobierno de la presidenta Mireya Moscoso. El país lleva ya 11 años de gobiernos elegidos democráticamente por el pueblo. El sistema totalitario puesto en práctica por los militares para designar a los encargados del Ejecutivo, quedó erradicado del mundo de la política, y diría que para siempre. No solo porque la sociedad panameña se opondría a todo intento involutivo del proceso democrático, sino porque la nueva política de los países de América tiende a rechazar la sustitución de la voluntad popular en la elección de los gobernantes.

Lo que hizo el gobierno de Endara para restablecer la democracia política constituyó en la práctica una carrera de relevo que continuó el gobernante Pérez Balladares y que sigue la mandataria Moscoso.

Un cuadro comparativo entre las ejecutorias del sistema dictatorial impuesto el 11 de octubre de 1968 y lo que ha venido ocurriendo a partir de la toma de posesión de Endara ofrece un primer saldo espiritual absolutamente positivo: el panameño desterró de su ámbito el temor; el policía intercraneal que autocensuraba la conducta política de los asociados desapareció. No solo se retornó a la convivencia política fundada en el respeto a la disidencia y a la diversidad, sino que el estado de derecho sustituyó la venganza privada y dio paso a la vigencia de las garantías individuales y sociales. El Habeas corpus adquirió su categoría de institución protectora de los derechos humanos de todos los habitantes del istmo.

Un segundo saldo positivo, a pesar de los riesgos que puedo representar por lo prematuro, lo encontramos en la correlación de fuerzas del Órgano Legislativo, no siempre favorable al oficialismo. En los días iniciales del gobierno de Endara, la Administración contaba con una cómoda mayoría legislativa que permitió dar los primeros pasos en beneficio de la consolidación democrática. Antes de cumplir sus dos primeros años de gobierno, Endara perdió esa mayoría por la ambición encubierta de algunos políticos. La oposición, aunque fracturada en dos bandos entonces irreconciliables (DC y PRD), pasó al control del Legislativo. Endara gobernó con la dificultad que traza los frenos excesivos, pero tomó fuerza un principio esencial de la democracia que enseña que el diálogo es el primer presupuesto o la primera virtud de la acción legislativa.

La dificultad apuntada no la padeció el régimen de Pérez Balladares, quien gozó del camino expedito para desarrollar su programa de gobierno, incluyendo por supuesto su controvertida reforma neoliberal que tanto aplaudieron en su momento los trabajadores de las empresas privatizadas. El gobierno de Moscoso, empero, ha tenido la dificultad de enfrentar una mayoría parlamentaria adversa, por momentos enconada, hecho que se debe tomar en cuenta a la hora de evaluar su acción de gobierno. Vislumbro, a pesar de los precedentes, una oposición parlamentaria más flexible en el futuro inmediato, por dos motivos: por el peligroso desgaste que vienen sufriendo los partidos políticos, como sistema, ante la opinión ciudadana y por los efectos de dos fallos recientes de la Corte Suprema de Justicia que quitan autonomía de vuelo a la Asamblea Nacional para prodigarse –de prodigalidad– su propio presupuesto. Sin embargo, desde el punto de vista de la ética política y para el buen desarrollo de la democracia panameña, aún convaleciente, es preferible una oposición sistemática en la Asamblea a una mayoría sumisa a la voluntad del Ejecutivo.

En el cuadro comparativo del ayer y del hoy, hay que recordar aquellas Asambleas multitudinarias de la dictadura. No existían mayorías en el acatamiento a la ordenanza del Estado Mayor o en las elecciones de los encargados del Ejecutivo; había robustas unanimidades. Eran Asambleas abyectas, sin pulso propio, sin dignidad y sin rango en el campo de las iniciativas legislativas.

Es conveniente puntualizar que cuando la oposición domina con pasión de revancha el Legislativo, la comunidad se hastía del discurso político. La acción fiscalizadora es extrema, cae en el abuso, hasta el punto de que un ambiente de sospecha flota en torno a la conducta pública o privada de todos los mortales y nadie escapa a las interrogantes que suscita cualquier índice acusador; por más que el índice pertenezca a la estirpe de los “Alcapones” y por más que el señalado sea príncipe de la Iglesia. En un mundo político de reproches así concebido, encuentran adecuado caldo de cultivo las larvas populistas tipo Chávez.

El cuarto saldo positivo del decenio democrático es que hoy, 1 de septiembre de 2001, el gobierno de Moscoso no tiene en la cárcel a un detenido por razones políticas y ni un solo panameño se encuentra desterrado. Desde el advenimiento del decenio democrático hasta la fecha, ninguno de sus gobiernos ha enlutado dolosamente un solo hogar panameño.

La población debe valorar lo que significa vivir en una sociedad libre. Pero, desde luego, no basta ese logro fundamental. La libertad con pan también debe responder a una permanente divisa gubernamental. La libertad sin desempleo es otro objetivo de la democracia.

Existe otra asignatura pendiente que daña todo el tejido social y que constituye el dolor de cabeza de todos los gobiernos del mundo y de todos los tiempos: me refiere al exterminio de la corrupción. Pareciera un gen perverso de la naturaleza humana; es como una hidra invulnerable. Es como un “virus” extraño que se arrastra, invisible y visible, sabe ocultarse, se agazapa y ejecuta el golpe; es el rey del mimetismo y de apóstol salta a alacrán, de garrapata a vampiro, y de pronto a todos sorprende con su golpe al tesoro ajeno, y la comunidad se alarma con el fogonazo de la denuncia. En nuestro medio la autoridad ha solicitado la investigación de cada caso, sin contemplaciones. El Ministerio Público debe hacerlo y tiene la capacidad para hacerlo.

En el segundo año de gobierno de la presidenta Moscoso, existe una realidad positiva que debe ser imperecedera: vivimos en un estado de derecho con la plena vigencia de las libertades públicas y todos debemos ser custodios –Gobierno, oposición y pueblo–, de esa gran conquista de la civilidad panameña. Es preciso recordar los amargos momentos del pasado inmediato; es conveniente examinar la vida de otros pueblos vecinos para comprender la importancia de vivir en la paz que produce un estado de derecho.

Publicado originalmente el 1 de septiembre de 2001.

Carlos Iván Zuñiga Guardia
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 empezó su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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