Roberto ‘Tito' Arias: su afición por las conspiraciones

Actualizado
  • 25/08/2019 02:00
Creado
  • 25/08/2019 02:00
Era un profesional y empresario exitoso, que se movía en los ambientes más exclusivos del mundo. Parecía tenerlo todo, más una debilidad: las conspiraciones

(LA HABANA, CUBA - Enero de 1959) Consolidado el triunfo de las fuerzas revolucionarias, la ciudad de La Habana retomaba su rutina. Los comercios abrían sus puertas y los residentes volvían a sus hábitos y trabajos. Pero a tres años del inicio de las guerrillas en Sierra Maestra, nada podía volver a ser como antes.

La ciudad tenía ahora un aspecto malogrado, con ventanas rotas, basura y otras muestras visibles del pillaje, huelgas y desórdenes.  Las avenidas y calles daban paso a camiones cargados de revolucionarios desaliñados que esgrimían libremente rifles y metralletas.

Las cárceles se llenaban de simpatizantes del expresidente Fulgencio Batista, que esperaban sus juicios sumarios y posterior ejecución.

El país tenía un nuevo presidente civil, pero era el barbudo Fidel Castro el que representaba las esperanzas de una mejor vida, no solo para los cubanos sino para todos los revolucionarios de América Latina.

En ese ambiente de ruina y esperanza, de miedo y optimismo, llegaban a La Habana varios panameños.

Uno de ellos era Rubén Miró, recién absuelto en un juicio por el magnicidio del presidente panameño José Remón. Otro era el joven estudiante de derecho Enrique Morales Brid, hijo del magistrado de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Morales, y conspicuo miembro de Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR). Otros dos eran el abogado Roberto Arias y su esposa, la afamada bailarina Margot Fonteyn.

De acuerdo con información de José Antonio Guizado (El extraño  asesinato del presidente Remón), el grupo se reuniría en varias ocasiones con figuras cercanas a los hermanos Castro en el Hotel Hilton y el Royal Palm.

Solo lograrían la ansiada cita con Fidel los señores Arias.

Sentados en un incómodo sofá, en un salón que podría corresponder a la sala de una modesta residencia o una oficina de gobierno (fotografía de Joseph Scherschel), el líder cubano dedicó un buen rato a escuchar el planteamiento de Arias: la población panameña estaba lista para apoyar una insurrección armada que lo liberara de un régimen corrupto y abusador.

‘No pude entender toda la conversación porque hablaban en español, pero sé que Fidel acordó darnos armas y hombres para la revolución', explicaría tres meses después la Fonteyn al Secretario de Guerra del Reino Unido, John Profumo.

‘Me tuve que pinchar varias veces en el transcurso de la conversación para asegurarme de que no estaba imaginando esta novela cómica que ella contaba', reveló Profumo en una de las ochenta páginas de un reporte declasificado en 2010, que da detalles del profundo involucramiento de la Dama del Imperio Británico en la intentona revolucionaria de su esposo Roberto.

En la mente de Profumo debió surgir la misma pregunta que ya bailaba en la de todos aquellos que seguían la historia en los diarios: ¿cómo una mujer con tanto prestigio terminaba metida en una historia como esta?

QUIÉN ERA ROBERTO ARIAS

Roberto Arias era un abogado y empresario exitoso, propietario del periódico La Hora y de otras compañías en sociedad con John Wayne y Aristóteles Onassis. Era un hombre sociable, con sentido del humor, que a menudo se vestía de colores claros porque se consideraba ‘la oveja blanca de su familia'.

Pertenecía a uno de los linajes más influyentes de la sociedad panameña, el único que había dado al país dos presidentes de la República, los hermanos Harmodio y Arnulfo Arias.

Tuvo una educación elitista: el Peddie School de Nueva Jersey, una de las 15 escuelas secundarias más caras de Estados Unidos, y el St John's College, de Cambridge, Inglaterra.

Desde esta etapa de su vida fue estableciendo vínculos en los ambientes más selectos del mundo: una revisión al azar de la prensa internacional de los años 40 y 50 lo coloca como invitado del presidente Franklin Roosevelt en Hyde Park, en 1941… en Mónaco, ordenando vía aérea, 100 libras de langostinos para una fiesta en honor a John Wayne en el yate Christina, propiedad de Aristóteles Onassis… navegando en el mismo yate, con el millonario y la cantante de ópera María Callas, a finales de 1959.

INCLINACIONES GOLPISTAS

Aparentemente, Roberto Arias lo tenía todo, más una debilidad: las conspiraciones. Así lo sugeriría su esposa en una entrevista ofrecida en el atardecer de su vida, en su finca coclesana, cuando ‘Tito' ya ocupaba la silla de ruedas en la que pasaría los últimos 20 años de su vida, resultado de un intento de asesinato. Orgullosa, comentó al periodista que su esposo había participado en ‘seis revoluciones'.

Su motivación no era derrocar gobiernos por interés personal, añadió en su autobiografía la artista, sino mantener una tensión y una guerra de nervios para que los gobernantes hicieran los cambios que la gente común requería.

Entre todas sus aventuras, la de 1959 fue la más osada.

Su hermano Gilberto Arias le había advertido que se dejara de esas locuras, porque su padre estaba viejo y enfermo. Mientras el hermano menor recorría el país reuniéndose con campesinos y líderes comunitarios recogiendo firmas para fundar el Tercer Partido y participar legalmente en las próximas elecciones, Roberto se inclinaba por la vía rápida. Era su naturaleza.

De muy joven, había visto las pugnas entre los clanes familiares en un Panamá que apenas daba sus primeros pasos como nación. El objetivo era hacerse con el poder político, la clave para ganar prestigio y hacer avanzar los intereses económicos familiares.

Tenía 13 años cuando se dio el golpe de Acción Comunal, celebrado públicamente como la victoria del pueblo sobre un gobierno impopular y corrupto. Como producto de este golpe, los Arias entraron a formar parte del reducido núcleo de poder del país.

El doctor Harmodio Arias se convirtió en presidente de la república (1932 - 1936), en un momento en el que todavía pendían los devastadores efectos de la Gran Depresión. Pero este doctor en leyes salido de los paisajes agrestes de Río Grande mostró ser un gobernante sensato y honesto. Logró balancear las finanzas, fundó la Universidad de Panamá y se alió con el presidente norteamericano Franklin Roosevelt para acordar un nuevo tratado canalero con un estatus más digno y favorable para Panamá.

A través del Partido Nacional Revolucionario, la familia Arias dominó la política criolla desde principios de la década de los 30, hasta 1941, cuando el otro doctor Arias, Arnulfo, elegido presidente en las urnas en 1940, fue derrocado.

A partir de ese momento, la familia perdió influencia y el poder pasó a otros grupos oligárquicos, respaldados por el coronel José Remón (jefe policial desde 1947).

Al parecer, los Arias Madrid no se conformaban. Panamá se había convertido, aducían, en un régimen policivo, que encarcelaba a los opositores a su antojo, que respaldaba fraudes electorales y usaba los bienes públicos para financiar sus empresas, al mismo tiempo que  desatendía las necesidades de la población.

La ley  6 del 6 de febrero de 1953, que imponía una cuota de 45 mil adherentes para formar un partido (cuota después reducida a 20 mil) restringía aun más la participación política electoral a los menos poderosos.

En abril de 1949, Harmodio y Arnulfo fueron encarcelados por supuestamente promover una revuelta contra el gobierno de Domingo Díaz a quien acusaban de robar las elecciones de 1948. Como parte de este mismo movimiento, el coronel Remón denunció que ‘Tito' estaba tratando de introducir armas al país para apoyar el golpe.

EMBAJADOR EN LA CORTE DE SAINT JAMES

Según relatara el expresidente José Ramón Guizado en su libro El Extraño Asesinato del Presidente Remón, apenas unas horas después del magnicidio de Remón, Roberto Arias se acercó a su despacho a solicitar el puesto de embajador en Gran Bretaña.

La distinción no se la dio Guizado —quien quiso respetar los deseos del fallecido presidente que le había negado el cargo por considerar que lo usaría para hacer negocios— sino su sucesor, Ricardo Arias Espinosa (no emparentados).

La Embajada de Panamá se trasladó a la casa de Fonteyn en Londres y la vida de Roberto entró en su fase más glamorosa, para satisfacción de la bailarina, que en varias ocasiones expresó a la prensa lo feliz que era como esposa de un diplomático.

Todo cambió durante el gobierno de Ernesto de la Guardia. Molesto por las críticas  de los diarios propiedad de Harmodio Arias, este exigió la renuncia de Roberto y su hermano Gilberto, ministro de Finanzas.

El presidente quería ‘evitarles la angustia de elegir entre mantener su fidelidad al gobierno o a su padre'.

La salida de los hermanos coincidió con el inicio de los problemas del gobierno de De la Guardia. En mayo de 1958, una serie de revueltas estudiantiles terminaron con la muerte de más de quince jóvenes.

De acuerdo con el periodista Jules Dubois, del Chicago Tribune  quien se entrevistó con el presidente en su despacho en mayo de 1958, Ernesto de la Guardia culpaba a Roberto Arias de aliarse con los izquierdistas más proclives a la violencia para instigar las manifestaciones iracundas.

De la Guardia también le comentó a Dubois que todavía siendo embajador en el Reino Unido, Arias se había acercado al vicepresidente Temistocles Díaz y, mostrándole un cheque de $100 mil, lo invitó a unirse a una ‘revolución' que derrocaría al gobierno.

El vicepresidente le respondió que no le interesaba convertirse en presidente de esa manera y le contó la experiencia al comandante de la Guardia Bolívar Vallarino.

OCHENTA REVOLUCIONARIOS

Como fuera prometido, a las 8 de la mañana del 19 de abril de 1959, zarpaba de Batabanó, Cuba, el buque Mayaré, cargado de armas, municiones y más de 80 revolucionarios abordo. Entre ellos, iba el panameño Enrique Morales, representante del MAR.

El jefe de la expedición, César Vega (ver El Extraño Asesinato del presidente Remón ) reconocería después que ‘unidades navales de la marina de guerra revolucionaria… la oficialidad y tripulación saludaron la partida de la expedición y al pasar nos desearon buena suerte'. Según el mismo recuento de Vega, las armas que llevaban le habían sido ‘entregadas en las estaciones de la policía revolucionaria'.

‘No se trataba de una expedición, una aventura de mercenarios. Formábamos parte de un plan de liberación. Se nos había prometido apoyo físico y moral, y que, en Panamá estallarían huelgas y otras manifestaciones estudiantiles, obreras y populares en apoyo de nuestra acción',  aseguró Vega posteriormente.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus