• 26/03/2009 01:00

Los más inteligentes, decentes y nacionalistas

Yo, según un mensaje que recibí, no pertenezco al grupo que le da título a este escrito. Porque decidí darle nombre y apellido a mis vot...

Yo, según un mensaje que recibí, no pertenezco al grupo que le da título a este escrito. Porque decidí darle nombre y apellido a mis votos, por lo menos a tres de ellos, en las elecciones por cumplirse. Pese a que me he tomado el trabajo de conversar con los candidatos, conocer sus propuestas, exponerles mis inquietudes y decirles lo que espero de ellos y no dándoles mi apoyo porque sean mis amigos, pues, antes de esta campaña no tenía idea de que Dios les había dado un espacio en la Tierra.

No voto por quienes me hacen favores, que, por cierto, muy pocos me los hacen. Así que si de eso dependiera, no votaría, pues quienes sí lo hacen no son candidatos a nada, afortunadamente, porque podría perderlos como amigos, si considerara que no son lo que conviene al país.

Ya lo dije antes, creo en el sistema, por ello me levanto el domingo correspondiente a cada consulta general, y el 3 de mayo no será la excepción, Dios mediante, a las 6:00 a.m. — siempre he tenido la suerte de tener el centro de votación a unos metros de mi casa — hacer mi fila y cumplir con lo que considero mi deber y derecho, mismo que no le cedo ni permito a nadie que me diga cómo ejercer. Aunque me insulten como se les ocurra. Y después me mantengo al tanto de las ejecutorias y trato de aportar según mis posibilidades, porque para mí el asunto no es sólo votar.

Me pongo como ejemplo, no en un afán tonto de pensar que a las personas que me leen les importa cómo voto yo, sino para ponerme en el lugar de ese elector sin acceso a un espacio de opinión, pero que sí tiene, por favor, perdónenme la redundancia, el derecho a ejercer el derecho de decidir si vota o no en esta o cualquier otra consulta popular, sin que sufra la presión de quienes le quieren hacer sentir que: si se presenta, ya sea que vote por alguien, en blanco o nulo, es porque apoya la corrupción de un sistema inoperante, o sea, también es corrupto. Si vota por cualquier candidato, el que sea, no es decente, no quiere a su país y, encima, es estúpido.

Del otro lado, si vota en blanco o nulo, está en alguna componenda siniestra, e igualmente, como mínimo, es un morón; y si decide no asistir, porque el sistema lo ha decepcionado, le cae la sanción oficial y lo sacan del padrón electoral al faltar tres veces seguidas. Esto del voto es como la fe en Dios, para quien la tiene, absolutamente personal.

Depende de cada uno, según nuestras conciencias, decidir a quiénes les damos o no ese voto de confianza para que lleven a cabo la labor gubernamental que corresponde hacer y de la cual depende en gran parte el desarrollo del país.

En la medida en que respetemos los derechos de los demás conservaremos la paz y fortaleceremos la democracia. Es cuestión de aprender. No nos equivoquemos.

-La autora es periodista.dehubbard.castillo@gmail.com

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