• 12/04/2009 02:00

Para mis amigos incrédulos

El acontecimiento fundamental de la fe cristiana es la Pascua: el cristiano cree que Jesucristo resucitó de entre los muertos. Pero los ...

El acontecimiento fundamental de la fe cristiana es la Pascua: el cristiano cree que Jesucristo resucitó de entre los muertos. Pero los primeros que lo creyeron, los apóstoles y discípulos de Jesús, fueron testigos de la Resurrección, es decir, el Señor se les fue apareciendo a unos y otros, y por eso, ellos pudieron dar testimonio de que había resucitado. El cristiano de hoy tiene que tener este encuentro con Cristo para poder dar fe de que está siguiendo a un Dios vivo.

Este es el problema fundamental de la pobre fe de algunos y de la falta de fe de otros. Para que la fe sea viva tiene que ser una experiencia. Los del primer grupo creen que basta “creer” porque me lo inculcó mi familia, me lo enseñó el colegio, me lo dijo el cura o la monja.. Pero necesitan experimentar a Dios para que su fe se convierta en algo que no cambiarán por nada. Pero estos, al menos, quieren creer. Su fe existe, solo que es pobre, débil, deficiente porque no ha sido alimentada aún por el encuentro personal con Cristo.

Los segundos, los que no tienen fe, precisamente añoran en el fondo eso, una referencia más sólida a Dios. Porque a ellos sí es verdad que no les basta los que les digan sus papás, sus amigos, los curas, la gente.. Ellos quieren una experiencia. Y tienen razón.

El problema empieza cuando teorizan sobre la experiencia ¿Debo usar un criterio filosófico? ¿Me basta una deducción? ¿Debe ser una experiencia científica, como piensan aquellos que creen que Dios debe ser visto, pesado, medido, según los patrones de la ciencia positiva? Todos estos supuestos problemas ceden cuando te encuentras frente a la experiencia verdadera. Aquella que te lleva a decir, “yo sé que es Él”, “yo lo he visto” o “he hablado con Dios hoy”.

¿Y cuándo sé que he hablado con Dios? ¿Cómo habla Él? Dios habla de muchos modos, pero ten en cuenta que es una experiencia que te marcará, que no te dará pie, ni derecho, ni deseo de retroceder. Tú lo reconocerás, pero es bueno empezar por buscarle, sin miedo, y dispuestos a escuchar lo que El tenga que decir. Hablar con Dios es un diálogo y Él tiene muchas cosas que decirnos, no solo nosotros a El. Dios no rechaza a los que le buscan con sincero corazón. Ten hambre de Dios, empieza por rezar con palabras de tu corazón, pídele que actúe en tu existencia y verás como Dios, por su justicia, su promesa, su amor y santidad se manifesta en tu vida.

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