• 20/05/2009 02:00

Necesitamos creer

La experiencia del quinquenio político que termina ha causado un daño considerable, aunque no irreparable, en la credibilidad y en la fe...

La experiencia del quinquenio político que termina ha causado un daño considerable, aunque no irreparable, en la credibilidad y en la fe del ciudadano panameño. La triple promesa que resumió con efectividad las intenciones del candidato ganador hace cinco años quedó reducida, cuando mucho, a su mínima expresión y ha sido percibida como el gran fracaso de la actual administración. Las tantas acciones contenidas y prometidas en el Programa de Gobierno de la Patria Nueva, para ser ejecutadas desde el mismo primer día de septiembre del 2004, quedaron en el tintero; solo basta revisar el contenido de ese documento para comprobar esta realidad. Lo que en campaña fue un rotundo y seguro “Sí se puede”, a poco de asumir el poder se convirtió en un condicional y vacilante “Si se pudiera”; y al final del mandato ha resultado en un “No se pudo”, quedando como tarea para los que vienen detrás.

Cuando el candidato a un puesto de elección popular logra la victoria y se convierte en funcionario en propiedad, las promesas de campaña adquieren la categoría de obligaciones de carácter ético. Esa obligación discurre no solamente en favor de quienes votaron por el candidato ganador, sino que fluye también en beneficio de quienes nos suscribimos a las reglas de un sistema democrático que otorga autoridad y responsabilidad legítimas a quienes resulten favorecidos por la mayoría. Nace el obligante compromiso moral de cumplir los Programas de Gobierno ofrecidos por los partidos y alianzas electorales triunfadoras, así como de las promesas personales de los candidatos que vertieron en discursos, entrevistas y propaganda electoral. Llegado el día de la verdad, cuando las credenciales avalan la legitimidad del mandato, se enfrenta la dura realidad de que “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Como panameños, es nuestra responsabilidad desear lo mejor para que todos los ciudadanos, sin distingo de colores políticos, tengamos oportunidad de progresar y eso es lo que corresponde hoy.

Tras el desengaño prodigado por la administración saliente, otra decepción ahora produciría un indeseable descrédito para los partidos políticos y sus dirigencias, que podría revocar su función como legítimos interlocutores en un sistema democrático. Por eso necesitamos creer que las promesas de campaña se cumplirán, aunque muchas parezcan poco factibles y algunas hasta exageradas por ser resultado del entusiasmo propio de una campaña que buscó votos a como diera lugar.

Necesitamos creer que no saldrán millonarios, no importa cómo entren. Necesitamos creer que los mejores serán los escogidos, sin que haya la tradicional rebatiña entre partidos y personas movidas por la ambición del poder. Necesitamos creer que en todas las áreas privará el interés público sobre el particular y que, en ese sentido, se evitarán los conflictos de interés. Necesitamos creer que ninguno meterá la mano y que si sucumbe ante la tentación, pagará caro como nadie hasta ahora. Necesitamos creer que habrá metro en la capital, anchas carreteras en Azuero y Chiriquí, y disminución del costo de la comida. Necesitamos creer que habrá seguridad en las calles y que las finanzas públicas serán manejadas con juicio sin endeudarnos más de la cuenta.

Necesitamos creer que se cumplirá sin tener que culpar al anterior gobierno, como es tradicional. Es importante que no seamos defraudados otra vez.

-La autora es diputada por el Circuito 8-7 / VMP.mireyalasso@yahoo.com

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