• 09/12/2009 01:00

Cambio climático y el futuro del planeta

La isla de Sevilla, situada en el borde playero de los manglares de David, presenta un panorama singular. Desde Punta Brava, se aprecia ...

La isla de Sevilla, situada en el borde playero de los manglares de David, presenta un panorama singular. Desde Punta Brava, se aprecia una especie de barrera de árboles resecos, precisamente la que mira hacia la desembocadura de varios ríos que drenan las aguas con un alto nivel de sedimentación y agroquímicos desde las ricas tierras altas, donde la agricultura y ganadería sueltan terrenos y residuos hacia la vía fluvial.

Hay una ecuación clara en este fenómeno. Mientras más sedimentos, residuos de productos y sustancias químicas caigan al río en la región montañosa, mayor será el nivel de contaminación que deba procesar el manglar en la costa. Pero no importa cuanta capacidad tenga el humedal para esto, habría un límite y las consecuencias para todo el ecosistema marino serían imprevisibles.

Existe una lógica sistémica en la naturaleza que explica cómo un cambio en un eslabón de esta cadena, afecta parte o el resto de la estructura, así como la vida natural y por consecuencia, la humana.

El cambio climático también constituye una expresión de esta dinámica; las actividades de los hombres han sobrecargado la capacidad natural del planeta en procesar las emisiones de gases de efecto invernadero y se ha producido una reversión del natural comportamiento del clima con un creciente aumento del promedio de temperatura.

Achim Steiner, director ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para el Ambiente (PNUMA), coincide con los científicos; en la actualidad los ecosistemas mundiales, en lugar de mantener y aumentar la capacidad de la naturaleza para capturar y almacenar carbono, se agotan a un ritmo alarmante.

El cambio del uso del suelo (bosques deforestados y quemados por diferentes motivos), la industrialización creciente y el sistema de transporte a base de combustión de petróleo son quizás las causas más críticas de esta dislocación del reloj climático. Se dice que el impacto en los bosques, constituye un 20% del aumento de emisión de gases de efecto invernadero.

Desde el lunes 7 se desarrolla en la ciudad de Copenhague, Dinamarca una Cumbre de Cambio Climático convocada por las Naciones Unidas, donde presidentes, jefes de Gobierno y representantes de casi todos los países debaten sobre las formas para revertir el colapso del clima y cómo adecuar la vida común y la producción a los síntomas del fenómeno ambiental planetario.

Existe una base real para estas negociaciones, que deben generar un acuerdo para sustituir al Protocolo de Kioto, existente desde los años 90. El dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4), entre otros gases que se encuentran en la atmósfera de manera natural como resultado de diversos procesos, han aumentado su concentración.

Como ejemplo se plantea que la concentración de CO2 en la atmósfera pasó de 280 partes por millón (ppm) en 1750, cuando empezó la revolución industrial, hasta 381 ppm en 2006 y que el crecimiento de este y otros gases, registró una rapidez que escapa a toda progresión gradual. Hoy existen más gases de este tipo que en cualquier momento anterior en la historia de la Tierra.

La discusión de un nuevo acuerdo de Copenhague tiene el reto de lograr que los países industrializados bajen radicalmente sus emisiones de CO2 a los niveles de 1990; es decir, a un promedio de reducción de un 45%. Para alcanzar esto, los máximos emisores requerirán desacelerar su productividad, que se basa, sobre todo, en actividades como las que ocasionan el desajuste natural. Europa cuenta con un programa unificado para esto.

Por otro lado, se plantea la creación de un paquete de incentivos monetarios para contribuir con un programa prolongado que estimule una economía verde (actividades que generen una nula o baja emisión) en los países en desarrollo. Esto permitiría hacer frente a las crisis alimentarias, consolidar modalidades alternativas de energía y establecer nuevas fuentes de trabajo.

Uno de los aspectos que preocupa en esta cita internacional es que Latinoamérica y el Caribe no acuden con una agenda común a esta cita, como ocurre con los países africanos que han mostrado su impaciencia ante la falta de acuerdos previos. Países como Brasil, Argentina y México han movido su diplomacia en otras direcciones; como por ejemplo los esfuerzos del presidente Lula en alcanzar acuerdos con Francia.

En el istmo centroamericano se han alcanzado posiciones comunes y la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD), formada por los ministros de Ambiente y Recursos Naturales de la Región, lleva una pauta consensuada que resalta el desarrollo en temas de adaptación, mitigación, transferencia de tecnología, financiamiento y construcción de capacidades.

Los países centroamericanos propugnan por la estabilización de las concentraciones de gases y reducción de las emisiones en los países desarrollados a un 45%. También se plantea la búsqueda de fuentes de financiamiento para el programa de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación del Bosque (REDD) y el establecimiento de un centro de innovación tecnológica en mitigación y adecuación al cambio climático.

La alteración de los promedios de temperatura en el planeta tiene consecuencias que se perciben desde hace algún tiempo. La poca previsibilidad de los eventos climatológicos; desertificación en unas regiones e inundaciones en otras; elevación creciente del nivel de las aguas oceánicas; alteración de los ciclos productivos; mutaciones en la vida silvestre y nuevas enfermedades que afectan los sistemas de salud pública, son algunas de ellas.

Las conversaciones, las relaciones políticas, la negociación al más alto nivel que tienen lugar en la capital danesa son fundamentales para el futuro del planeta y de la vida en él. Las sociedades del mundo de hoy requieren reflexionar sobre una lógica relación de sus políticas ambientales para devolver la naturaleza al ritmo que ella requiere y que ha perdido.

No hay de otra… está en riesgo la vida que conocemos sobre la Tierra y no existe otro planeta para trasladar a los humanos cuando las condiciones sean insalvables.

*Periodista y docente universitario.modestun@yahoo.es

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