• 04/02/2016 01:00

¿Hasta dónde llegan las ciencias experimentales?

Son preguntas propias de la filosofía, en cuanto reflexiona sobre la actividad del mundo científico del pasado y del presente

El deseo de conocer lleva a los seres humanos a buscar, a preguntar, a experimentar, a publicar, a recordar, a corregir y a aplicar. Las ciencias empíricas son, en ese sentido, una conquista continua y un esfuerzo colectivo de enorme valor.

Surge entonces la pregunta: ¿hasta dónde llegan las ciencias experimentales? ¿Qué tipo de verdades alcanzan? ¿Hay dimensiones de la realidad que escapen a su ámbito de investigación?

Son preguntas propias de la filosofía, en cuanto reflexiona sobre la actividad del mundo científico del pasado y del presente. Son preguntas que analizan los motivos y los resultados que pueden alcanzar los investigadores cuando intentan conocer mejor la estructura de una célula, los elementos químicos con sus propiedades, o los posibles usos técnicos de una nueva fibra óptica.

Entre las respuestas que la filosofía ofrece, dos tienen una especial importancia. La primera recuerda la contingencia propia del método científico. Lo que hoy se considera como ‘verdadero', mañana resulta precisado, corregido, a veces descartado, gracias a nuevas observaciones que también están sometidas a revisiones continuas a lo largo del tiempo.

La segunda permite reconocer la cantidad de ideas y experiencias que escapan a la observación del microscopio, a las medidas de las básculas y de las reglas, a las fórmulas de la química, a las imágenes fotográficas. Por ejemplo, la misma noción de verdad no es empíricamente observable, sino que se sitúa como algo que acompaña a cada experimento en su preparación, en su realización, y en el modo de interpretar sus resultados.

Si miramos dimensiones como la ética, el sentido de la vida, la espiritualidad, la religión, la posibilidad de una vida tras la muerte, los instrumentos científicos no permiten resolver preguntas esenciales que millones de seres humanos se han planteado y se plantean continuamente.

Reconocer esos ámbitos del saber, que van más allá del laboratorio, justifica el necesario espacio que la filosofía y otros saberes humanos tienen en nuestro mundo. Desde luego, si la ciencia experimental tiene sus exigencias, también la filosofía debe respetar lo propio de su método y no pretender invadir áreas que no son de su competencia.

Desde el reconocimiento de la pluralidad de ámbitos de saber y en la reflexión continua sobre lo que es alcanzable en cada uno, los seres humanos caminamos hacia el encuentro de verdades propias de cada disciplina. Solo desde tales verdades (muchas de ellas de difícil acceso) podremos orientar mejor nuestras decisiones y construir un mundo más abierto a la justicia, al bien y a la belleza.

SACERDOTE Y FILÓSOFO.

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