• 25/07/2017 02:03

¿Qué debemos esperar para 2019?

Se repetía la historia: el partido oficialista no repite como ganador.

Es muy prematuro y osado predecir cuál sería un posible resultado en 2019. No hay ninguna estrella alineada ni visos de una pronto, a pesar de estar a solo 20 meses de la cita electoral. En 2014, se daba como un hecho que el candidato gubernamental ganaría; situaciones de última hora produjeron como resultado que triunfara quien estaba de tercero en las encuestas. Se repetía la historia: el partido oficialista no repite como ganador.

El prestigio que hoy tienen los partidos políticos nos refleja que ninguno goza de la simpatía popular. Más bien, si hay un común denominador en la población, sobre todo jóvenes, es precisamente el rechazo que tiene hacia todo lo que huela al tradicionalismo de los partidos, especialmente reforzado por el triste espectáculo que todos, sin excepción, han dado a través de sus representantes en la Asamblea Nacional. Se perciben todos muy embarrados por la corrupción. Pueden decir que siguen inscribiendo nuevos adherentes, pero se sabe que eso el día de las elecciones para poco sirve.

En el Gobierno nadie sobresale como para aspirar a una candidatura. Inteligentemente el alcalde Blandón, cuya exitosa ejecutoria al frente de la capital es su principal carta de presentación, ha dicho que aspirará a la reelección; no se quemará en el 19. Las encuestas simplemente no favorecen a los panameñistas. En el PRD, la situación es muy similar, porque ninguno de sus precandidatos genera mayor entusiasmo, algo parecido a lo de Cambio Democrático, tan afectado por todo lo que enfrentan sus principales dirigentes.

Sin embargo, frente a ese panorama tan sombrío podría darse el caso de que, a través del menos afectado con la corrupción partidaria, el Partido Popular, juegue el papel que su antecesor Demócrata Cristiano jugó en las elecciones de 1989 y que llevó al triunfo a Guillermo Endara, aglutinando a los sectores independientes del país, postulando en sus nóminas a los mejores candidatos, y llevando a la candidatura presidencial a una figura de consenso, capaz de enrumbar al país por los senderos de cambio profundo que requiere enfrentar.

El país requiere de un liderazgo fuerte; que afronte con valentía y decisión los cambios institucionales y estructurales tan postergados en los últimos años. Que en los primeros seis meses de su gestión reforme la Constitución para proveer al país de la estabilidad jurídica de la cual ha carecido recientemente y modernizar el Estado panameño. En esa labor deben participar todos los sectores del país, bajo el liderazgo de un presidente que genere confianza y dé el ejemplo a todo su equipo de Gobierno.

Requerimos de una tremenda reingeniería en la educación nacional para que tenga la capacidad de preparar al panameño del futuro; urge diseñar un sistema de seguridad donde el panameño se sienta parte del problema y de la solución. Resulta impostergable revisar el sistema de salud existente para garantizar la mayor cobertura sobre todo a los que más lo necesitan. El tema del transporte público debe enfrentarse con el coraje necesario para acabar con el caos existente y que tanto afecta a los que se ven obligados a depender de su utilización. Pero siempre mirando a hacer de Panamá una sociedad con menos brechas entre ricos y pobres, donde reine la solidaridad, particularmente con los grupos marginados como los indígenas, para que compartan el progreso nacional.

Dirán que lo que planteo parece un sueño de opio. Me imagino que algo similar le dijeron en Francia a Emanuel Macron cuando, sin partido alguno, decidió aspirar a la Presidencia de su país, ganando la misma abrumadoramente con mayoría en el Parlamento. Panamá puede también lograrlo: la mayoría quiere un cambio que nos lleve a afrontar en mejor forma nuestro futuro, al margen de la especie de chiquero en que la clase política pareciera le interesa convertirlo.

El hecho puede tornarse peligroso porque, en momentos como los que vivimos, tal como ha ocurrido en otros lares, pueden aparecer populistas redentores que le ofrecen al electorado lo contrario a la corrupción generalizada de los políticos.

ABOGADO Y POLÍTICO.

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