• 21/01/2019 01:01

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2019

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) se ha dividido en dos etapas. La primera es la que se ha estado viviendo más en el interior del país

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) se ha dividido en dos etapas. La primera es la que se ha estado viviendo más en el interior del país que en la capital misma y la segunda, tal como se indica, empezara a partir de hoy con el inicio de la concentración de los peregrinos en la ciudad de Panamá y la que tendrá como máxima expresión con la llegada del papa No. 266 en la historia de la religión católica y el 80 soberano del Vaticano.

A juzgar por el espectáculo virilizado en redes y medios de comunicación, los peregrinos se han divertido a lo grande en distintas regiones del país. Han recibido una bienvenida muy propia por parte de quienes contagian a propios y extraños con la música y ambiente propio de un precarnaval. Bailes, desfiles, tunas, paseos, trabajos comunitarios, misas incluidas y hasta un matrimonio auténtico en el pueblo literario de Monagrillo.

Los peregrinos se han comportado como lo que son: jóvenes con sobradas ganas de experiencia, conocimientos y gozando en el escenario de un pueblo jaranero que solo necesita una lata para que arranque un festejo.

No se conoce aún cuánto habrá producido lo que llevamos de JMJ a raíz de la adoración del viejo becerro de oro en favor de los mercaderes adoradores de la ‘dictadura de la economía' sin rostro ni objetivo realmente humano, pero destinados a una ‘catarata descendente de degradación moral', como bien ha dicho el hijo de Regina María y Mario José, venido a papa desde el 13 de marzo del 13.

No se han divulgado mayores detalles de los actos de fe en los que, sin duda, han participado los caminantes. Pero el turismo ganó, por calles, la partida al punto que ya han reenfilado las críticas quienes, engarzados en la industria sin chimenea, exigen que la política turística no continúe a tontas y locas, dependiendo de eventos y/o circunstancias excepcionales, y menos cuando la figura del turista nacional es un objetivo tan difuso cuando no inexistente.

A partir de hoy la JMJ entra en otra fase de mayor acento religioso. Si enfocarnos la visita papal a partir de lo que concierne a su personalidad y no por sus mensajes, habremos perdido una oportunidad irrepetible.

Si, ahora, hacemos del papa una especie de deidad al borde de lo sobrenatural, significaría que no lo hemos comprendido del todo y hasta sería posible asumir que no lo conoceríamos jamás.

Darle dimensión a sus palabras lo que queda y perdura como ruta de camino cristiano.

Decir, como él, que el odio, la envidia y la soberbia ensucian la vida misma.

Exigir, como lo ha dicho, una iglesia pobre y para los pobres, que ella misma sea un lío, que salga a las calles y que los sacerdotes tengan olor a ovejas más que preocuparse, agrego yo, por la majestuosidad de los templos y por los precios a cobrar por los sacramentos que ofician. Una iglesia, en fin, que rescate a la mujer del papel de sirvienta a la que ha sido reducida hasta hoy.

Adoptar el dogma de rechazo a la globalización de la indiferencia, porque los DDHH se violan con la permanencia y tolerancia de la extrema pobreza.

Impugnar la economía de la exclusión y la inequidad, como el Papa lo hace, porque esa economía mata y nos acerca a Caín, el primer homicida de la historia.

Seguirle los pasos a su consejo de tirarnos los platos entre nosotros, pero sin dejar de perdonarnos.

Aceptar, con mente abierta y madurez intelectual, que son los comunistas los que piensan como los cristianos, como alguna vez expreso el sumo pontífice.

Nota: son pocos los que así lo hacen, Son fieles creyentes del becerro de oro.

Y querer y confiar que después de la JMJ nos quede, como legado, una juventud panameña que proteste, que es a lo aspira el papa, porque son ellos los que tienen la ilusión de la utopía y la utopía no siempre es mala.

Si no le damos vida y realidad a los mensajes del papa que nos visita, cualquiera sea la cantidad de millones que terminen de calcularse en el bolsillo de unos pocos o en las finanzas públicas, esos reales u otros beneficios de cualquier tipo o naturaleza serán, en el más estricto sentido cristiano, un beneficio inmerecido.

ABOGADO Y ESCRITOR.

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