• 03/03/2019 01:03

Guillermo Sánchez Borbón

Conocí a Tristán Solarte en mi tercer año de secundaria, en el Colegio San Agustín, de la mano de mi recordado profesor de Literatura.

Conocí a Tristán Solarte en mi tercer año de secundaria, en el Colegio San Agustín, de la mano de mi recordado profesor de Literatura. Las clases de Raimundo Velotti eran frenéticas, en cada oración pronunciaba un término que desconocíamos, el tiempo no alcanzaba para buscar el diccionario, así que anotábamos las palabras para después conocer el significado y luego tratar de reconstruir sus ideas.

No recuerdo cuántos libros leímos en su curso, pero dedicaba especial pasión a dos: Gamboa Road Gang y El Ahogado. La admiración con que nos hablaba de ‘sus amigos' Joaquín Beleño y Tristán Solarte, nos hacía sentir que también los conocíamos. Ambas obras impactaron mi adolescencia.

Motivado por las lecturas y enseñanzas de mis padres y profesores, sentí la necesidad de expresar por escrito mis ideas, en una época difícil, los años ochenta. Mi primer artículo de opinión, publicado en un diario de circulación nacional (La Prensa), llegó a manos de Guillermo Sánchez Borbón por intermedio de mi tío Miguel Antonio Bernal, todavía recuerdo la emoción que sentí cuando me dijo: ‘Dice Guillermo que lo leyó y lo va a publicar, que no te preocupes por lo de la cédula'. Yo era menor de edad.

Después lo conocí personalmente, mi admiración hacia él creció en el tiempo con la lectura cotidiana de su columna ‘En Pocas Palabras', y por la relación inversa que había entre su sabiduría y la sencillez de su personalidad. Cada vez que nos encontrábamos, le agradecía y repetía la anécdota de mi primer artículo. En uno de nuestros últimos encuentros, tuve la oportunidad de presentarle a mi hijo menor y cuando repetí aquel relato, con ese humor inmenso que siempre lo acompañaba, noté en su cara un gesto de ‘cuántas veces más me la vas a repetir'.

Nadie que se aproximara a su personalidad podía imaginar la valentía de su carácter. En una ocasión le pregunté de dónde la sacaba, cuando tenía todo el peso de una dictadura persiguiéndolo, su respuesta fue bañada por otra de sus características, la humildad: ‘¿Valiente yo? No. Valientes los que me llaman y dan los datos. ¿Cómo no los voy a publicar?'.

El periodista Hermes Sucre Serrano catalogaba a Guillermo Sánchez Borbón como ‘principal culpable del incurable insomnio de Manuel Antonio Noriega' y no le faltaban razones, cuando se terminaba de leer sus columnas, uno se preguntaba cuándo lo irán a arrestar otra vez.

En 1986, estaba visitando a mi tía Mimía en España, cuando nos enteramos de que don Guillermo, que había salido forzosamente hacia Costa Rica, se encontraba en Madrid, concertamos un encuentro en la Gran Vía. Vi a alguien parecido y fui, poco a poco, acercándome hasta notar que su abrigo llevaba colgando el precio. No había duda, era Guillermo Sánchez Borbón, quien por el frío había requerido comprar un sobretodo y no había caído en cuenta de quitarle el precio. Cuando me acerqué suficiente, se volteó y me dijo ‘llevas rato siguiéndome… ¿eres del G-2?'. Quedé helado, ¿cómo nos había visto? Bromeamos sobre lo de la etiqueta y él nos dijo: ‘¿Sé que me siguen, lo que no termino de saber es si son del G-2 o de la CIA?'. Al rato entramos en una cafetería y si había alguna duda, al quitarse el abrigo y un saco quedó claro que era don Guillermo, en pleno invierno madrileño, llevaba su inseparable guayabera. Hablamos de Panamá, de su difícil situación, pero todo giraba en torno a que, a pesar de su seguridad, quería regresar cuanto antes.

Su compromiso con esclarecer la verdad sobre la decapitación del doctor Hugo Spadafora Franco era impresionante, sus escritos tejieron en el valor a toda una generación y dejan un legado, como pocos, para el periodismo nacional.

En los noventa, el Instituto de Estudios Políticos e Internacionales me invitó a prologar la edición en español del libro ‘Tiempo de tiranos', escrito por don Guillermo y Richard Koster. Me sentí muy honrado, pero sobre todo fue una oportunidad para reafirmar el extraordinario compromiso que tuvo Guillermo Sánchez Borbón con documentar la lucha del pueblo panameño por justicia, libertad y democracia.

No puedo escribir estas líneas en homenaje a Guillermo Sánchez Borbón sin pensar en su inseparable hermana Olga, extraordinaria artista panameña de quien también recibí estima y cariño; en otro de su misma estirpe, valiente y comprometido, compañero de mil batallas, Herasto Reyes. Y, por supuesto, en su entrañable amigo, Roberto ‘Bobby' Eisenmann, quien al regalarle a Sánchez Borbón el regresar sobre sus pasos en Bocas del Toro, nos regaló a los que lo admiramos ese extraordinario especial ‘Soñar en Bocas Town' del periodista Luis Burón-Barahona.

Panamá despide a un intelectual de primera y a un patriota que entregó a su país lo mejor y más.

De ese patriota, a propósito de otro asilo obligado, hace 33 años escribí algo que hoy replico con igual convicción: ‘tendrá la historia patria que escribir con letras mayúsculas y subrayado el nombre de don Guillermo Sánchez Borbón, porque supo ese sencillo hombre de letras levantarse como luchador y valiente batallador cuando vio que la patria necesitaba que sus buenos hijos saltaran a la vanguardia de la decencia a defenderla'.

Que su legado sea inspiración por siempre.

ABOGADO, PRESIDENTE DEL GRUPO EDITORIAL EL SIGLO — LA ESTRELLA DE PANAMÁ (GESE).

Lo Nuevo
comments powered by Disqus