• 06/03/2019 01:00

El maestro de las letras

Nuestro profesor Franz García de Paredes debió ocuparse de una posición en la Colina y le sería difícil seguir con su responsabilidad

Nuestro profesor Franz García de Paredes debió ocuparse de una posición en la Colina y le sería difícil seguir con su responsabilidad en la enseñanza en la Escuela de Español. Entre él y ‘Chito' Martínez Ortega, decidieron hacer un reajuste en la docencia para que algunos cursos de literatura no quedaran sin titular. Así apareció Tristán Solarte por los pasillos universitarios con la finalidad de atender una asignatura.

La primera vez que entró al aula, venía con su sempiterna camisa blanca, pantalón gris oscuro, holgado y los grandes zapatos. Lucía unos lentes gruesos, el cabello ya pintaba canas y esa doble sensación de estar absorto en no sé qué, pero profundamente curioso. Así empezó la experiencia como facilitador de Literatura panameña que se impartía en la carrera; pues Chito pasaría a trabajar con la latinoamericana, que dejaba libre Franz.

Se sentaba frente al grupo. No pasaba lista y cuando comprobaba que estaban todos, empezaba a hablar de letras y escogía a un autor, un texto, un ideólogo y se refería a él, la circunstancia que le había puesto en el sitio cultural y el contexto histórico que le rodeaban. Así se refirió a Batalla, Sinán, Korsi, a otros de su generación, anteriores a él y posteriores. Animaba sus datos con anécdotas a partir de vivencias e información que poseía.

Le escuchábamos absortos, interesados, curiosos de saber cómo iba a enfocar su tema. A veces con esa prodigiosa memoria que tenía –solo parecida a la de Elsie Alvarado de Ricord y César Young Núñez para recordar fragmentos de autores específicos–, desplegaba algunos versos o el pasaje en una novela, cuento o ensayo y los utilizaba para ilustrar el referente que explicaba ese día.

A veces se ponía filosófico, sacaba del baúl de la prodigiosa memoria, al poeta Swinburne y se zambullía en las ideas de él sobre la muerte. Las había encontrado en la lectura de la extensa producción tanto en versos como ensayos de él, sobre diferentes autores de la época y otros medievales. Era un escritor poco conocido y hasta para algunos en decadencia, pero a Tristán lo atraía por los planteamientos y visión sobre la creación literaria.

Cuando Guillermo Sánchez Borbón (Tristán Solarte) llegó a la universidad, la fama le precedía. Su breve novela El ahogado había sido publicada y traducida a varios idiomas y en ella se hacía una reflexión precisamente sobre los misterios de la vida desde la perspectiva de quien la hubo perdido. ¿Qué sucede cuando la realidad se torna un escenario para desdibujar allí los trazos de una existencia apenas perceptible?

Este hombre que teníamos delante del pizarrón, era personaje de azarosa trayectoria que encerraba convicciones políticas extremas; poseía amplio conocimiento de las ideas filosóficas más relevantes del siglo y visión propia sobre los procesos globales. Ejerció la diplomacia cultural y entabló amistad con célebres escritores como Borges y Sábato. Viajó y vivió en el continente y Europa.

Escribió otras novelas y varios libros de poesía. Dedicó a su madre, uno de sus textos más sensibles. ‘Hoy, que ya regreso de la vida,/ que una helada quietud me va alejando/ de todo lo que he sido/ vengo a decirte con once años de retraso: descansa en paz/ yo también voy a rendirme al silencio que tu invocaste/'.

Luego del paso por nuestras aulas, se involucró en tareas periodísticas; fase más conocida y conflictiva por las implicaciones que tuvo para la historia del país. También fue miembro de la Academia Panameña de la Lengua. La última vez que hablamos, me dijo ‘¿tú eras también del curso?'. Quizás no pudo precisar el valor de su aporte significativo para quienes estudiábamos letras y literatura españolas en la Universidad de Panamá.

PERIODISTA

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