• 18/03/2019 01:02

Sonrisas y cuchillos

Pasado, presente y futuro. Límites naturales válidos para enmarcar una fructífera, viable y objetiva evaluación de las ofertas electorales

Pasado, presente y futuro. Límites naturales válidos para enmarcar una fructífera, viable y objetiva evaluación de las ofertas electorales a la Presidencia de la República. La renuncia tácita del pueblo por preocuparse de sus necesidades apremiantes y de su venidera decisión de cambiar gobernantes, ocurrida en carnavales, tendencia mental plenamente justificada, fue enterrada con la sardina para permitir el resurgimiento de la voluntad por encarar los problemas del diario vivir, que para épocas como las actuales concede sitial relevante a las propuestas políticas. No olvidar el pasado, actitud eficaz para cimentar el presente, puede constituirse en un lastre, si lo convierten en la diferencia esgrimida hoy en la contienda, como respaldo al futuro que ofrecen.

El clamor ciudadano en el Panamá de 2019, ha superado con creces las exigencias de hace alrededor de 40 años. Experimentamos una cruenta invasión que, excusándose en específicas deficiencias democráticas originadas mucho antes de la irrupción de los militares, intentó eliminar con sangre importantes instrumentos que permitieron a las grandes mayorías de este país acercarse y disfrutar de los beneficios del crecimiento económico y del desarrollo social. Imposible olvidar que las tropas invasoras contaron en ese entonces con aliados internos para coronar esta tarea. Todavía hoy persisten en dicho esfuerzo, usando toda clase de tretas y mensajes retorcidos, exacerbando humillantes y alienantes condiciones de vida que durante décadas apoyaron activamente desde el poder. El pueblo les dio la oportunidad de reivindicarse con nuestra historia y, con saña y reiteradamente, repitieron en esencia ese proceder, arrinconando otra vez a esta democracia, debilitando sus instituciones, secando los recursos estatales, pisoteando los intereses nacionales allende las fronteras, hiriendo de gravedad la credibilidad popular en el accionar político y reemplazando la vocación de servir por la devoción al dinero. En este contexto, ampararse en haber estado en la cárcel en esos tiempos, como hace el candidato panameñista, es confesar el lado a que pertenece. Sí, al de los adversarios de subir de nivel, esos para quienes las sombras del pasado no solo siguen vivas, sino que constituyen el menú para el futuro.

El pasado reciente, de la ‘abundancia' casada con el latrocinio y brutales índices de endeudamiento en sacrificio de obras que solventaran las angustias reales de la población y, además, que se efectuaban principalmente por efecto de los réditos personales sobre el interés colectivo, escondido tras el eslogan de ‘lo bueno vuelve', también es una manera de mantenerse atado al pasado. La ciudadanía ha manifestado hasta la saciedad, y en todas las formas habidas y por haber, que anhela superar etapas, avanzar, corregir el rumbo, poner orden, cerrar brechas y caminar sin sobresaltos. Nuestra democracia se asomó al precipicio en el pasado reciente. Tratar de traerlo otra vez como solución a las necesidades insatisfechas de este pueblo, es proyectar un futuro de turbulencias que creíamos había desaparecido para siempre. Y lo que necesitamos es paz, tolerancia, seriedad, dominio de las emociones, planificación, luces largas y compromiso con las necesidades y aspiraciones populares. Basta de la política del espectáculo, la que pretende seguir el CD, como quedó demostrado con la escogencia de su candidato a vicepresidente.

Los candidatos por libre postulación, mal llamados ‘independientes', constituyen otro ejemplo de esta fatídica inclinación por vestirse con prendas pasadas de moda. En momentos de hartazgo contundente y suficientemente acreditado de este pueblo frente a los políticos, en que las voces populares demandan propuestas factibles rodeadas de seriedad, organización y disciplina, el regalo que ofrecen a la ciudadanía es de firmas de difuntos e insalvables divisiones que les impidieron correr con un solo candidato, prefiriendo hacerlo con tres, que con semánticas y superficiales diferencias, todos son incapaces de salir del círculo vicioso de las quejas, las descalificaciones, el resentimiento, los señalamientos virulentos y los cantos de un pasado ya viejo y agotado como secreto de su vitalidad para construir un futuro incierto, basado en unos cuantos hechos aborrecibles que nadie, absolutamente nadie, reivindica hoy. Sus esfuerzos del presente, con miras al futuro, se afincan en el pasado. Igual ocurre con el FAD, movimiento que no ha superado su naturaleza y fines sindicales, cuando divulga un discurso desfasado que deja al descubierto un amor perpetuo, rígido y doctrinal a tiempos pasados, utópicos y fracasados.

Hasta aquí, todo es ‘sonrisas hacia dentro y cuchillos hacia afuera'. En este campo Nito Cortizo está bien actualizado. Destaca el legado torrijista para proyectar un ideario de cambios inclusivos que inyecte ánimo y ‘mística' de servicio al pueblo. En su propuesta el pasado se usa para enriquecer la acción del presente y así lograr seguridad permanente y dinámica en un futuro cercano. Evocar el pasado solo es válido si es útil para organizar el presente en aras de un futuro productivo y de conquistas duraderas. Elegirlo a él, es progresar sin arrastrar el pasado.

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